Moonfall

  • Director: Roland Emmerich
  • Guion: Spenser Cohen, Roland Emmerich, Harald Kloser
  • Intérpretes: Halle Berry, Patrick Wilson, John Bradley, Charlie Plummer, Donald Sutherland, Michael Peña
  • Género: Ciencia ficción, catástrofes
  • País: EEUU
  • 130 minutos
  • Ya en salas

Una fuerza misteriosa golpea a la Luna fuera de su órbita y la envía en choque directo contra la Tierra a toda velocidad. Unas semanas antes del impacto con el mundo al borde de la aniquilación, la ejecutiva de la NASA y ex astronauta Jo Fowler (Halle Berry) está convencida de tener la clave para salvar nuestro planeta.

Por Roberto Morato

Dos astronautas discuten sobre el verdadero significado de la canción Africa de Toto mientras se descubre la impresionante figura de la Tierra a sus espaldas. Así comienza Moonfall, la nueva película de Roland Emmerich. Una escena que bien podría ser el resumen perfecto de su carrera como realizador de blockbusters durante las últimas décadas. El equilibrio imposible entre lo sublime y lo ridículo, entre la imagen absoluta, superlativa y lo pueril, banal. En 2012, su magnum opus sobre el cine de catástrofes —no se puede ir más allá de la casi total destrucción del planeta—, Emmerich hacía un nada disimulado conato de resistencia sobre el arte popular salvando de la extinción cultural la novela barata que escribía el protagonista de la película encarnado por John Cusack.

Las ficciones del cineasta de origen alemán —quien también en los últimos años se ha convertido en guionista de sus propias películas— giran en torno a un mundo en descomposición y personajes buscando una nueva posición dentro de esas mismas ruinas. Sistemas que abandonan al ciudadano, la desconfianza en los gobiernos y las realidades al pie de página de la HISTORIA norteamericana. Una situación en la que el propio realizador parece encontrarse en un momento en el que la industria del entretenimiento cinematográfico se encuentra virando hacia rumbos indefinidos y en lo que se refiere a su concepción del cine espectáculo.

No es casualidad que esta semana, Emmerich haya utilizado la promoción de su última película para criticar el cine contemporáneo de superhéroes en contraposición con el suyo. Aunque haya sido carne de chanza y memes en redes sociales, la realidad es que el cine de Marvel por lo general busca abstraer la imagen fantástica para anclarla a un contexto real quitándole parte de su ensoñación fantástica; lejos quedan los tiempos donde ver a un hombre volar suponía un acontecimiento visual. Mientras que para Emmerich, la imagen debe ser colosal y precisamente romper nuestro contacto psicológico con la realidad. Y es que el cine del director, como muchos de los protagonistas de sus ficciones, también se encuentra a la deriva en un momento de cambios radicales en la propia industria. Sus intenciones creativas y su apetito por la destrucción choca frontalmente con las necesidades y obligaciones de una producción en la que se ve obligado a encerrar la ficción en interminables secuencias de interiores y oficinas, o atarla a imposibles dramas familiares para disimular su propia condición de serie B agonizante queriendo ser una categoría superior. Eso en el mejor de los casos, en el peor, la película Moonfall se pierde en compromisos publicitarios, entre ridículas imágenes promocionales de coches Lexus de última generación o los ya inevitables compromisos con la financiación de origen chino que llevan torpedeando los blockbusters norteamericanos desde hace más de una década.

Afortunadamente Emmerich es capaz de navegar en este mar de incertidumbre y sortear todos los inconvenientes para entregar una gran producción tan desatada como liberada de cualquier tipo de atadura con modelos similares de blockbuster. Su apuesta descarada por la capacidad evocadora de las imágenes, sorteando incluso los imposibles de su propia ficción, confirma a un cineasta que confía en la necesidad del cine de gran presupuesto como medio expresivo a través de la espectacularidad y la representación antes que en la adhesión a corrientes ideológicas o culturales… Aunque eso implique adherirse, no sin ironía, a pensamientos conspiranoicos porque la realidad siempre es mucho más monótona y mediocre que cualquier fantasía y adherir la ficción y el cine de entretenimiento a esa gris cotidianeidad es el mayor de los pecados que están cometiendo muchos cineastas contemporáneos.

  • Fotografía: Robby Baumgartner
  • Montaje: Ryan Stevens Harris, Adam Wolfe
  • Música: Harald Kloser, Thomas Wanker
  • Distribuidora: Diamond Films