No habrá LIBERTAD para los bandoleros
Entrevista a Enrique Urbizu. Por Philipp Engel
El bilbaíno, que se ha consolidado como un maestro de nuestro cine negro, siempre ha tenido debilidad por el western, algo bastante evidente en No habrá paz para los malvados, y el personaje de Santos Trinidad. Era lógico que acabara por rodar una de bandoleros, la no menos magistral Libertad, que llega hoy a las salas de cines y Bajo Demanda a Movistar+, en un novedoso doble formato: película de 135 minutos y en serie con cinco capítulos de 50 minutos.
Crecimos con los 40 capítulos de Curro Jiménez, el bandolero que traía de cabeza a los franceses. Es curioso que Libertad acaba precisamente cuando llegan los franceses. ¿Hay una voluntad ahí de no querer medirse con Curro?
Curro era intocable para nosotros, y no hubiese tenido sentido alguno querer acercarnos a él. Pero desde un principio quisimos empezar a principios de siglo, antes de la llegada de los franceses, principalmente porque el personaje de La Llanera nació en un guion precuela de Miguel Barros, que contaba su historia con el Lagartijo, y de cómo la metían en la cárcel y se salvaba de su condena a muerte. Ese texto fue el punto de partida para el trabajo de ellos dos, de los guionistas Miguel Barros y Michel Gaztambide, que cuentan en Libertad lo que sucede cuando liberan a La Llanera. A partir de ahí todo es fabulación, con ecos del país, de la época, y de todo el bandidaje rural…
¿Hay intención de rodar algún día esa precuela inédita?
La idea es más bien hacer una trilogía, con una segunda parte X años después de esta, y una tercera para cerrar el siglo. Pero dependerá de cómo responda la audiencia. Si responde bien, igual se puede activar una continuidad. A mí me encantaría, desde luego.
¿No te daba miedo la combinación de los dos formatos, largo y serie? Está el precedente de Carlos, de Olivier Assayas. La versión larga era excelente, pero el montaje corto fue un desastre.
Es verdad. Pero en nuestro caso ese planteamiento vino per se, y claro que nos daba miedo a todos. Pero si hubiese sido un recorta y pega, no estaríamos hablando del largo ahora mismo. Movistar me lo garantizó, antes de firmar les dije que si iba a ser una chapuza, ni patrás. Nuestra historia tenía una almendra central muy pura, y luego está que es un viaje con muchas paradas, así que para el largo lo que hicimos fue concentrarnos en La Llanera, quitando algunas escenas de secundarios, como las viejas con las hierbas, o tres canciones que tampoco salen en la película.
Movistar me lo garantizó, antes de firmar les dije que si iba a ser una chapuza el doble formato serie/película, ni patrás.
Sí, se mantiene el ritmo y el carácter contemplativo de la versión larga, que es uno de los aspectos de Libertad que más me han gustado. Incluso me hizo pensar en Zama, de Lucrecia Martel, una película de época muy atípica, que también huye de la falsa espectacularidad.
¡Qué bonita es esa película! Para nosotros, era la ocasión de filmar los desplazamientos a caballo, en contraste con los thrillers, donde las escenas van más como una metralleta. Hay un paisaje, hay un tiempo muerto en el que ves gente yendo pa un lao y pa otro. Todo eso te da un ritmo muy ondulante, y mola.
Mola mucho. La imagen es muy pictórica además, combina muy bien el colorido de los uniformes con la naturaleza.
Sí, las referencias han sido básicamente pictóricas, y hemos hecho muchas pruebas con la paleta de color. Y luego estaba la naturaleza, siempre cambiante, que daba una humedad y una niebla poco habituales en el género, porque tradicionalmente el imaginario bandolero siempre fue Andalucía, el calor, los olivos, la chicharra, el pueblo blanco, el caballito bien adornado con sus cascabeles… Y nosotros nos hemos venido a la meseta, en los alrededores de Madrid, en las provincias de Segovia, Cuenca, Guadalajara, Toledo… Creo que fue un acierto, porque al fin y al cabo había bandoleros por toda la península. En Catalunya y Aragón había muchos. Había mucha hambre.
¿Alguna referencia pictórica en concreto?
Goya era imprescindible, ya lo fue para hacer Gigantes. Zurbarán, Murillo, Fortuny… El claroscuro de Caravaggio… Si tuviera que citar un cuadro en particular el primero que me viene a la memoria es uno pequeñito de Goya, el de los pastores de invierno, ese que van contra el viento, con mucha manta y tal. Fue uno de los primeros que puse en el corcho, por la sensación que te da de la naturaleza. Y luego estaba un Murillo, que tenía una paleta de colores maravillosa, con muchos rojos-negros. Suelo poner referencias pictóricas en el corcho del despacho para que todos andemos pensando en cosas parecidas.
Desde No habrá paz para los malvados, has formado un equipo muy sólido, casi como una familia. Se funciona muy bien así, ¿no?
Sí, desde Gigantes ya somos exactamente el mismo equipo. Es un grupo de gente que funciona como un cerebro en el que están conectadas todas las células. De lo contrario, sería muy difícil. Sí que es una manera muy buena de funcionar. Ya te conoces, ya sabes. Con un gesto ya ves que estás pensando lo mismo. Que dure, que dure.
Como una banda de bandoleros. Se puede hacer la analogía.
Sí, aunque yo pienso más en llevar ganado. Siempre me ha parecido muy parecido a un rodaje. Tienes que cruzar un territorio durante dos meses, y luego cada uno se va a su casa. Si el guion llega en buen estado al final es que han llegado todas las vacas sanas y gordas. Si sólo llega medio rebaño es que la has jodido…
Libertad también puede verse como una consecuencia lógica de No habrá paz par los malvados y de Gigantes, con esa mitificación de una cierta españolidad…
Son temas recurrentes que nos gusta tratar a todos. Gigantes era una mitología urbana de estas calles de Madrid que pisas todos los días, pero que albergan esa posibilidad del relato legendario. Y aquí pues está el pasado, la memoria, la historia, la tierra…Son temas que imponen y exigen, y que sirven para darle un valor al encuadre y a la imagen, para que el espectador los contemple.
Si el guion llega en buen estado al final es que han llegado todas las vacas sanas y gordas. Si sólo llega medio rebaño es que la has jodido…
Sí, la historia del género está llena de canciones, de folclóricas, de flamenco y de guitarra española. ¿Contó el hecho de que Bebe fuese también cantante?
Bueno, hay muchas actrices que cantan muy bien. Yo no la conocía personalmente. Fue idea de Rosa Estévez, la directora de casting, que le grabó una pequeña prueba, y ya no se habló más. Es el eje definitivo de la serie, y creo que le da una sinceridad, una autenticidad, una maternidad, una feminidad, super contemporáneas y brutales. Más que cantante, importaba que fuese pura como el brezo.
Libertad tiene esa mirada contemporánea, que encierra una voluntad de renovación del género. El tema de la homosexualidad, que aquí se aborda tanto desde lo femenino como de lo masculino, no creo que fuese muy visible en el cine de bandoleros, ¿no?
Está claro que la homosexualidad no se inventó en el siglo XX, pero en Hollywood se escamoteó de todos los relatos con la llegada del Código Hays. Pero ves Viento en las velas, de Alexander Mackendrick, en la que el rollo que se llevan Anthony Quinn y James Coburn es claramente de pareja, o algunos westerns, y ahí hay historias de amor entre tíos, latentes o no latentes. Eso que se llamaba “amistad viril”. Pero sí, puede que sea la primera de bandoleros en la que se toca el tema.
Bebe es el eje definitivo de la serie. Más que cantante, importaba que fuese pura como el brezo.
Por todo lo que hemos comentado, me sorprende mucho haberte leído diciendo que «esto no es un western». Yo lo veo western total, como antaño el cine de bandoleros.
Es que a veces me pongo muy vehemente. Si ves un señor con sombrero a caballo por el campo, tú dirás western, y yo digo: Zaragoza, 1714 (risas). Tampoco tengo ningún problema con el western, pero creo que No habrá paz para los malvados y La vida mancha incluso eran más western que esta. Aunque está clara mi admiración por los paisajistas buenos —Anthony Mann, Budd Boetticher, John Ford…—, pero aquí no hay nada de cinefilia salvo el último plano, que evidentemente es un diálogo directo a uno de los planos más famosos de la historia del cine [Centauros del desierto, N. de la R.]. Lo que quiero decir es que no quería yo robar rasgos de estilo al western porque ya los tenía todos: el sombrero, el arma, el caballo, el monte, la piedra. Te puedo dar más referencias, si me apuras, del cine de aventuras.
¡No te cortes!
Pues Los contrabandistas de Moonfleet, de Fritz Lang, con ese ambiente que tiene, las fogatas nocturnas, las nieblas, todo eso nos gustaba mucho, o Viento en las velas, que te comentaba antes. Esos aromas de cine de aventuras, de gente perdida por los montes… Eso era lo que más nos interesaba.
Me gustan mucho las escenas de tiroteos, con su puesta en escena particular, marcada por la distancia y la potencia de tiro de las armas. Diría que nunca se han escenificado con tanto rigor, ¿es así?
Sí, sí a un metro te puede calzar una herida y a medio metro la vida. Eran lentos, y en la serie se oye el volar de la bala. Estamos acostumbrados al Colt de repetición, pero eso no llegó hasta 70 años después. Fuimos muy bien asesorados por un teniente coronel historiador, José Manuel Guerrero, que nos llevaba, pero como velas, de tiesos a todos, con el fusil y con todo. Fue muy divertido lo de los tiroteos.
Somos muy fans de tu cuadrilla de actores. Isak Férriz, que ya estaba en Gigantes, está magnífico. Pero también nos encanta Oscar Higares, que da mucho carácter. Era torero, ¿no?
Sí, fue torero. Ha salido por la puerta grande de las Ventas. Pero siempre tuvo vocación de actor, y cuando se retiró, se lo pensó. Le hice una prueba para Gigantes, y me impresionó. Tiene un físico impresionante.
No se planteó en ningún momento que Jose Coronado pudiera aparecer por ahí, ¿no?
No, no le vi para ningún papel. Y para hacer un papel pequeño, él no suele hacer esas cosas. Pero vamos, que si tuviera personaje para Jose sin pestañear. No nos ha ido nada mal a los dos juntos.
¡Nada mal! Por cierto, que la serie viene cargada de bilis anti-monárquica. ¿Crees que eso cae en el momento adecuado, ahora que la corona está —ejem— un tanto desprestigiada?
(Risas) No, ya venía marcado por la Historia. Habíamos tenido un rey muy bueno, Carlos III, que al menos había fomentado la Academia e hizo que el país funcionara. Luego ya vino otro, Carlos IV, que estaba más perdido y delegó demasiado. A partir de la Revolución Francesa el siglo se nos tropieza mucho, y veo normal que los personajes dialoguen sobre el tema, algunos con más conocimiento que otros, aunque entiendo que es inevitable pensar en hoy en día…
¿Y la situación, en cuanto al mundo del cine, cómo la ves?
Veo que están resistiendo las pequeñas distribuidoras independientes, y que se están encontrando a un público muy fiel. Cuando esto afloje, la gente va a tener muchas ganas de salir de su casa, del sofá, de olvidarse de 800 horas de series, de ver un relato de dos horas, salir a la calle y comentarlo. Y luego, claro, está la percepción. Pantalla grande, sonido, que no te puedes interrumpir. Eso es ver una película, dos horas aquí, como un señor. Al final nos van a hacer chiribitas los ojos de tanta electrónica: ocio, pantalla; trabajo, pantalla; niño, pantalla. Al final, menos pantallas en casa, y una buena pantalla fuera. Yo creo que el cine volverá.