No mires arriba

(Don’t Look Up)

  • Dirección: Adam McKay
  • Guion: Adam McKay
  • Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Jonah Hill, Mark Rylance, Tyler Perry, Timothée Chalamet, Ariana Grande, Scott Mescudi, Cate Blanchett
  • Género: Comedia
  • País: EEUU
  • 145 minutos
  • Ya en salas, 24 de diciembre en Netflix

Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), estudiante de posgrado de Astronomía, y su profesor, el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) hacen un descubrimiento asombroso: hay un cometa en órbita en el sistema solar. ¿El problema? Que lleva un rumbo de colisión directa con la Tierra. ¿El otro problema? Que a nadie le importa.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Una época como la nuestra, obsesionada con tomárselo todo en serio para disimular su absurdo esencial, a la que aterra por tanto que el humor le muestre su verdadera faz, hace más necesaria que nunca la presencia de directores como Adam McKay. Tras realizar un puñado de comedias excelentes —El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (2004), Hermanos por pelotas (2008), Los otros dos (2010)— en las que sus chanzas iban dirigidas a estereotipos del show business y el común de los mortales, McKay ha subido la apuesta en los últimos años: tanto La gran apuesta (2015) como El vicio del poder (2018) y su nueva película, No mires arriba, han situado en su punto de mira a las instituciones y la fragilidad creciente de nuestros vínculos sociales, a través de argumentos abiertamente políticos y puestas en escena deudoras menos de la atención al gag que a la dialéctica compleja entre ficción y realidad. No parece casual que el montador de estas tres últimas películas de McKay sea Hank Corwin, colaborador del cineasta Oliver Stone en Asesinos natos (1994) y Nixon (1995).

En No mires arriba, McKay imagina el descubrimiento por dos astrónomos de que un cometa impactará contra nuestro planeta en el plazo de pocos meses. Para desesperación de ambos científicos, todos sus esfuerzos por advertir a la humanidad de la catástrofe que se avecina son boicoteados por políticos negacionistas, medios devorados por la dinámica del espectáculo y la frivolidad, un capitalismo capaz de transformar en consumible hasta nuestra extinción, y una ciudadanía que se ha refugiado en la creación de memes y los debates en redes sociales sobre el sexo de los ángeles para no afrontar con sus propios ojos lo que se le viene encima y actuar en consecuencia. A lo largo de sus casi dos horas y media de metraje, No mires arriba erige en torno a todas las lacras de nuestra época un fresco satírico de ambición desmesurada en el que también hay sitio para gurús tecnológicos alienados, himnos pop apocalípticos, apuntes varios sobre la pandemia que nos azota, y una hermosa última cena entre ciudadanos de a pie.

McKay recoge así el testigo de clásicos como ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964) y Network, un mundo implacable (1976) a la hora de constatar con lucidez que los seres humanos tienen una alergia suicida a mirar de frente la realidad, y, sobre todo, que el caos idiota en que se halla sumida la sociedad actual ha hecho imposible que pueda debatirse en público con resultados constructivos ninguna cuestión; todas ellas han pasado a ser mera carnaza para el circo de confrontación y entretenimiento en que hemos convertido la existencia. La única esperanza para imaginar posibles futuros radica hoy por hoy en el pensamiento labrado en la esfera privada y el silencio.

Una conclusión humanista, revolucionaria, que, todo hay que decirlo, McKay traiciona con la ironía estridente y repetitiva que destila No mires arriba, el esquematismo facilón de sus críticas, el ruido y la furia a que se abandona su relato coral, y su indefinición genérica: la película no se atreve a ser una sátira salvaje pero tampoco da la talla a nivel dramático, como delata el escaso desarrollo de los personajes encarnados por Leonardo DiCaprio y, en especial, Jennifer Lawrence en su primer papel desde hace más de dos años. En resumidas cuentas, No mires arriba es una película hasta cierto punto fallida, pero lo bastante amena, valiente y reveladora como para aconsejar su visionado.

  • Fotografía: Linus Sandgren
  • Montaje: Hank Corwin
  • Música: Nicholas Britell
  • Distribuidora: Netflix