Ons

Programada en la sección Historias extraordinarias del 17 Festival de Cine Europeo de Sevilla —donde tendrá su estreno mundial—, Ons supone el regreso de una de las miradas más personales del Novo Cine Galego, la del realizador Alfonso Zarauza, que tras la notable Los fenómenos (2014) ahora nos propone perdernos en las brumas de una isla única. Por Toni Ullén

Junto a los archipiélagos de Cíes, Sálvora y Cortegada, la isla de Ons forma parte del Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia, un auténtico paraíso agreste, refugio en el pasado de numerosos piratas, que hoy da cobijo a unos pocos habitantes que únicamente se abren al mundo en temporada estival. Será en medio de esta calma momentánea de las aguas cuando Mariña (Melania Cruz) y Vicente (Antonio Durán) arriben a la isla buscando una cura para sus heridas psicológicas y afectivas. Zarauza, consciente en todo momento de la importancia capital que tendrán en su película los estados emocionales de los personajes, dedicará el plano inicial a mostrarnos los rostros de ambos mientras divisan en el horizonte las abruptas e irregulares costas, coronadas por uno de los últimos faros old school, aquellos que aún necesitan de la mano humana para funcionar.

Antón (Xulio Abonjo), hermano de Mariña y guarda del parque natural, e Isabel (Marta Lado), pareja de este y encargada del faro, les ayudarán a instalarse en el que será su hogar durante los próximos meses, un tiempo que transcurrirá con ritmo y peso propios: cuando no está ocupada con sus traducciones, Mariña sale a correr bajo un cielo plagado de alcatraces, cormoranes y gaviotas sombrías; mientras que los acantilados, los depósitos arenosos y los senderos ocultos entre la vegetación conformarán el paisaje por el que se mueva Vicente cada vez que salga a pescar. Pero la oscuridad del invierno pronto volverá a poner a prueba a la luz —la del faro y la que parecía portar Mariña a su llegada— y el mar, embravecido, despertará entonces lo que permanecía dormido en las entrañas, arrojando fuera de sí los restos del naufragio, crebas que llegarán flotando hasta la playa, que prestarán incluso su nombre a la enigmática chica extranjera (Anaël Snoek) a la que la pareja rescatará de la muerte. Será entonces cuando la traductora comprenda de veras — pues lo vivirá en sus propias carnes— el significado del título del libro en el que trabaja: topología sentimental. Y es que, al igual que los vestigios visibles de esa gran cadena montañosa, que se hundió en el mar hace millones de años, se verán azotados casi permanentemente por fuertes rachas de viento y una lluvia que no cesa, así también la vida de Mariña se irá resquebrajando, dejando ver, a través de las grietas abiertas, sus propios miedos e inseguridades.

Mención especial en este sentido a
Alberte Branco Aec y Sérgio Silva, director de fotografía y sonidista respectivamente, quienes se alían a la perfección con la mirada de Zarauza para transmitir el movimiento pendular de luz y oscuridad en el que se mece la isla —y, por ende, los propios personajes— y esa músicaque la envuelve y la sume en un insondable misterio: el rumor del oleaje, los graznidos de las aves, el salvaje viento del norte… todo ello entremezclado con la respiración acelerada de Mariña cuando corre, el sonido monótono de la aguja del tocadiscos golpeando el borde del plato o la risa cavernosa de Couto, uno de los residentes. Ante lo sublime de la estampa, la maestría del realizador de La noche que dejó de llover (2008) reside sin duda en filmar una Ons que esconde mucho más de lo que muestra y que, por ello mismo, mantiene vivo el deseo de regresar a sus costas cuando las aguas se calmen de nuevo.