Pacifiction

  • Dirección: Albert Serra
  • Guion: Albert Serra
  • Intérpretes: Benoît Magimel, Pahoa Mahagafanau, Marc Susini, Matahi Pambrun, Alexandre Mello, Sergi López, Cécile Guilbert, Montse Triola, Lluís Serrat
  • Género: Albert Serra
  • País: Francia, España, Portugal, Alemania
  • 165 minutos
  • Estreno el 2 de septiembre

«En la isla de Tahití, en la Polinesia Francesa, el Alto Comisario de la República, De Roller, representante del Estado francés, es un hombre calculador de modales impecables. Tanto en las recepciones oficiales como en los establecimientos ilegales, no deja de tomar el pulso a una población local cuya ira puede despertarse en cualquier momento. Y más aún cuando un rumor se instala: parece haberse avistado un submarino, cuya presencia fantasmal podría anunciar una reanudación de los ensayos nucleares franceses.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

«Formas indefinidas se movían con lentitud en un espacio estrecho; emitían un zumbido grave, tal vez eran máquinas de construcción, o insectos gigantes (…) De repente, la atmósfera se volvió roja y pegajosa, casi líquida (…)». Esta descripción, que podría corresponder al plano inicial de Pacifiction —una panorámica crepuscular sobre un puerto de Tahití, en la Polinesia Francesa—, pertenece en realidad a Plataforma (2001), de Michel Houllebecq.

En su cuarta novela, ambientada en Tailandia, Houellebecq retrata como Albert Serra en Pacifiction paraísos artificiales en cuya configuración se dan la mano los fantasmas del colonialismo clásico y las dinámicas del tardocapitalismo global. La placidez bovina de dichos escenarios, que disfrutan anualmente millones de turistas, representa de modo muy certero el lodazal de horror y terror moral en el que se han acostumbrado a pacer las sociedades occidentales contemporáneas.

¿A alguien le sorprende que Albert Serra considere a Houellebecq «el mejor cronista de lo que nos pasa en la actualidad»? Las palabras de Serra constituyen un homenaje a la innegable lucidez del escritor francés pero, como no podía ser de otra manera, reconocen sobre todo una afinidad intelectual y artística con su obra. El universo mansamente distópico, pacífico solo en apariencia, que rodea al protagonista de Pacifiction, De Roller (Benoît Magimel) —un indolente burócrata francés que cree controlar los entresijos de la política tahitiana hasta que un extraño rumor le hace perder la seguridad en sí mismo— es de inconfundible espíritu houllebecquiano.

También lo es el descenso a los infiernos de De Roller a cámara lenta, propio del ser humano sin atributos de la modernidad y sus declinaciones. Hay en De Roller un ansia por encarnar la caída del Paraíso, un anhelo inconsciente de perdición cifrada en la amenaza sublime de pruebas nucleares que podrían cernirse de nuevo sobre Tahití, que ni siquiera está seguro de merecer. De Roller, como el Michel de Plataforma y la mayor parte de los personajes de Albert Serra, son alumnos poco aventajados del Kurtz de El corazón de las tinieblas, agente del Orden devenido jinete del apocalipsis.

No en balde, más de un autor ha ligado la literatura de Houellebecq —nacido por cierto en otra región francesa de ultramar, La Reunión— con la ficción extraterritorial de Conrad, y lo mismo podría decirse de los caballeros encantados de haberse conocido que Serra ha troleado en Honor de cavalleria (2006), El canto de los pájaros (2008), Historia de mi muerte (2013), La muerte de Luis XIV (2016) y Liberté (2019). Todos ellos piensan que están embarcados en la narración de una aventura que dará sentido a su existencia y su sociedad cuando, en realidad, Serra les somete a la aventura de una narración que les despoja de dichos sentidos.

Ello trae aparejado una desfiguración radicalmente política de sus rasgos, los paisajes a la postre lunares que atraviesan, y los constructos dramáticos que habitualmente los amparan. Vale la pena señalar en este punto que Pacifiction es una película tan literaria como muchas de las filmadas previamente por Serra, inspiradas en textos de Cervantes, Bram Stoker o la escuela reflexiva francesa del siglo XVIII. Y no solo por los ecos conradianos y houllebequianos apuntados, también por el referente de las memorias de Tarita Teriipaia, actriz casada durante un tiempo con Marlon Brando, en las que Serra destaca el contraste entre el imaginario de las islas polinesias y la irrupción de Hollywood… La colonización tratada en Pacifiction tiene que ver en buena medida con la colonización de las imágenes por la industria del audiovisual.

Decir por tanto que hasta la fecha Serra había realizado películas ambientadas en el pasado mientras que Pacifiction se ubica en el presente nos conduce a una ceremonia de la confusión: ni Liberté es una película que pretenda recrear otra época, ni Pacifiction aspira a rendir pleitesía a nuestro presente. Una y otra deconstruyen categorías ideológicas y culturales, también de la cinefilia, a fin de incitar a los heraldos de La Ilustración, El Progreso y La Razón, primero a reinterpretar con ánimo paranoide cuanto les rodea, y, en última instancia, a ser devorados por una oscuridad —la luz negativa de la que hablaba Lars von Trier en La casa de Jack (2018)— que están invocando ellos mismos bajo su apología nada convincente de los principios consensuados de realidad.

En Pacifiction, Albert Serra articula esa tensión entre el consenso y el abismo vía la alternancia de dos estratos de la imagen. El primero, representativo; un teatro de marionetas que nos muestra a De Roller engañando y engañándose a sí mismo en charlas y reuniones insustanciales con políticos, activistas, hombres de negocios y entertainers indígenas. El segundo estrato, inconexo, sigue al comisionado del estado francés en Tahití mientras se adentra con paso titubeante en interiores y exteriores ominosos.

Estas escenas fían su impacto no solo al idiosincrásico empleo del formato panorámico por parte de Serra, vinculado menos al rigor compositivo que a la busca y captura de momentos elocuentes una vez filmadas cientos de horas de metraje con tres minicámaras Canon Black Magic Pocket; también resultan fundamentales la música disonante de Marc Verdaguer y el trabajo del director de fotografía Artur Tort. Pacifiction nos brinda algunas de las imágenes cinematográficas más bellas jamás filmadas en digital.

Como ya intuirá quien esté familiarizado con su cine, la obsesión de Serra pasa de nuevo en Pacifiction por desnudar tiempos, personajes y espacios de filiaciones narrativas y dramáticas y por cifrar la autoría, no en una voluntad de estilo sobreimpuesta a un argumento, sino en un modo particular de mirar capaz de mudar lo contingente, la improvisación y lo azaroso en formas cinematográficas trascendentes. Serra es, como Houellebecq, un romántico verdadero y, como tal, no tiene más remedio que revolverse en primer lugar contra los tópicos formalistas asociados a esa figura por la intelligentsia cultural.

Todo ello aboca a Pacifiction a un principio de indeterminación expresiva que, a lo largo de sus 165 minutos, se cobra intermitentemente el precio de lo árido, lo prolijo y lo pueril, por mucho que Serra manifieste que, “al lado de mis películas, todas son infantiles”. Lo único cierto es que, aunque uno vuelva a rechazar los postulados del cineasta, sería mezquino no reconocer mérito a unas imágenes que hacen lo posible y lo imposible por adquirir entidad propia, por estar vivas, en tiempos de un conformismo, no solo cinematográfico, que linda con lo suicida.

  • Fotografía: Artur Tort
  • Edición: Albert Serra, Artur Tort, Ariadna Ribas
  • Música: Marc Verdaguer
  • Distribuidora: Filmin & Elástica Films