Pobres criaturas
- V. O.: Poor things
- Dirección: Yorgos Lanthimos
- Guion: Tony McNamara (Novela: Alasdair Gray)
- Intérpretes: Emma Stone, Mark Ruffalo, Willem Dafoe, Ramy Youssef, Christopher Abbott
- País: Irlanda
- Género: Drama
- 141 minutos
- Ya en cines
«Bella Baxter es una joven revivida por el brillante y poco ortodoxo científico Dr. Godwin Baxter. Bajo la protección de Baxter, Bella está ansiosa por aprender. Hambrienta de la mundanidad que le falta, Bella se escapa con Duncan Wedderburn, un sofisticado y perverso abogado, en una aventura vertiginosa a través de los continentes. Libre de los prejuicios de su época, Bella se vuelve firme en su propósito de defender la igualdad y la liberación. »
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
Uno de los memes cinéfilos más ingeniosos de los últimos tiempos es el que ha vinculado el séptimo largometraje en solitario de Yorgos Lanthimos, ganador del León de Oro en Venecia y nominado a once Oscar, con Frankenputa (1990), superproducción trash de Frank Henenlotter que a nadie se le ocurriría concebir en la actualidad. Ya hemos comentado en más de una ocasión que el cine contemporáneo de autor(a) se ha embarcado en una apropiación de las claves del fantástico en la que resultan esenciales dos factores: la transformación del género en lengua franca o moneda de cambio capaz de aportar un simulacro de heterodoxia al caudal incesante de audiovisual canalizado por plataformas y festivales, y el deseo de ser pieles rojas —perdón, parecerlo— por parte de unos agentes creativos y críticos cada vez más acomodaticios, cada vez más institucionalizados.
A la espera de lo que nos ofrezcan Bertrand Bonello en The Beast (2023) y Bruno Dumont en The Empire (2024) vamos con Pobres criaturas, que, como la propia Frankenputa, es una relectura del mito del moderno Prometeo de Mary Shelly, pasado eso sí en el caso de Lanthimos por el filtro del gran angular, el steampunk y el feminismo 2.0: como la novia de Frankenstein debida a James Whale, Bella (Emma Stone) no ha venido al mundo para ofrecer a los hombres el don del fuego sino para reducir a cenizas el orden que han erigido durante siglos gracias a dicho elemento de la naturaleza.
En ese sentido, la idea más feliz —y perturbadora— de la película es el hecho de que el doctor Goodwin (Willem Dafoe) haya implantado a Bella el cerebro de la hija que gestaba en el momento de morir. El cuerpo de una mujer víctima del patriarcado decimonónico tiene así la oportunidad de reeditar su existencia bajo la égida emancipatoria de su descendiente, de una nueva generación, de la primera ola feminista. Este argumento presenta además conexiones evidentes con la filmografía de Lanthimos, de Canino (2009) a El sacrificio de un ciervo sagrado (2017) pasando por Alps (2011) yLangosta (2015): La fachada de Bella como mujer adulta oculta a una recién nacida, y su desconocimiento inicial del lenguaje y los comportamientos aceptados en sociedad deja al descubierto las contradicciones, los fingimientos y las represiones de los colectivos humanos, fácilmente reducibles al teatro del absurdo.
Ahora bien, hay una diferencia entre la coherencia de Canino y Langosta a la hora de subvertir el orden de los lenguajes, las pulsiones y los ritos apelando al desorden kafkiano o buñuelesco de la propia ficción, y el convencionalismo disimulado por la inflamación retórica y el gamberrismo de tendencias en que han caído tanto La favorita (2018) como Pobres criaturas. Se trata de películas en el fondo clásicas, sustentadas en los principios narrativos del planteamiento, nudo y desenlace; los dogmas dramáticos del dilema y la catarsis; y los postulados ideológicos que conviene enarbolar en el momento de su realización. Productos, en definitiva, perfectamente asimilables por la hegemonía social y cultural imperante. No parece casual que el viaje hacia la conciencia de Bella concluya en una reinvención de la placidez burguesa, como si aún no quedase nada por arreglar en su mundo… o en el nuestro.
Todo ello no quita para que estemos ante una película amena, y espectacular en virtud de su aparato de producción y el compromiso a tumba abierta de Emma Stone con su personaje. En última instancia, como rubrican las nominaciones al Oscar, Pobres criaturas es una adaptación inteligente a nuestros días de los period dramas de toda la vida; menos un arrebato neogótico que un drama pulcro y atildado que, estética Funko aparte, podría haber dirigido hace cuarenta años James Ivory a partir de una novela de Henry James. Aunque, todo hay que decirlo, los personajes de James/Ivory son presa de un angst, una lucidez acerca de lo difícil que resulta cambiar(nos) para acceder a otras formas de articular el mundo, que brillan por su ausencia en la propuesta autocomplaciente de Lanthimos.
- Montaje: Yorgos Mavropsaridis
- Fotografía: Robbie Ryan
- Música: Jerskin Fendrix
- Distribuidora: Walt Disney Studios