Por Manuel J. Lombardo

Contra todo pronóstico, Police nos trae un policiaco nocturno y existencial cuando uno hubiera esperado tal vez uno de esos crudos y vibrantes retratos del cuerpo y su trabajo en defensa de la ley y el orden que tan bien ha sabido hacer el cine francés reciente, de Pialat (Police) a Tavernier (Ley 627), de Beauvois (El pequeño teniente) a Maiwan (Polisse).

Policiaco nocturno y existencial, casi a la manera de una Claire Denis para públicos más amplios, se adentra paulatinamente en una noche sombría, catártica y moral. Tratado sobre los dolores del alma y su gestión diaria bajo el uniforme.

Un policiaco existencial partido en dos ritmos, dividido en tres personajes y descompuesto en las piezas de un puzzle narrativo que apenas necesita de una jornada, de su particular turno de guardia, para el retrato de tres agentes de una misma brigada que proyectan sus fantasmas personales, sus crisis, sus flaquezas o su desesperación en el encargo rutinario de trasladar a un refugiado político al aeropuerto para su deportación.

Alejándose de la comisaría y las calles, Police se adentra paulatinamente en una noche sombría, catártica y moral en la que la autopista y el furgón funcionan como escenarios y espejos que devuelven unos conflictos callados, una noche suspendida y dilatada envuelta en un poderoso y aislante tratamiento sonoro en el que apenas una sonata de Bach irrumpe como gesto liberador de la tensión agazapada.

Así, del trío estelar que componen Virginie Efira, Omar Sy y Grégory Gadebois, este último extraordinario, surge esa complicidad en la derrota y la ética que lucha contra el deber y el protocolo; el debate, también improbable en unos términos estrictamente realistas, que los empuja a un último e inútil gesto de justicia poética liberador de sus propias conciencias. 

Consciente del material sensible, procedente de la novela de Hugo Boris, Anne Fontaine (Limpieza en seco, Nathalie X, Las inocentes) ralentiza poco a poco su historia, abandona esos tics explicativos entre flash-backs y cambios de punto de vista y abraza la abstracción y los silencios como recursos para moldear sensorialmente el trayecto, casi a la manera de una Claire Denis para públicos más amplios. A la postre, Police no es tanto un policiaco como un tratado sobre los dolores del alma y su gestión diaria bajo el uniforme.