Possessor Uncut


(Possessor)

  • Dirección: Brandon Cronenberg
  • Guion: Brandon Cronenberg
  • Intérpretes: Andrea Riseborough, Christopher Abbott, Jennifer Jason Leigh, Sean Bean
  • Género: Terror, ciencia ficción
  • País: Canadá
  • 104 minutos
  • 10 de junio en Movistar+

Tasya Vos (Riseborough) es una agente de una organización secreta que utiliza implantes cerebrales para controlar el movimiento corporal de otras personas, obligándolas a cometer asesinatos que benefician a toda clase de peces gordos del mundo corporativo. Un día, durante una misión rutinaria, algo sale mal. La agente Vos se ve atrapada dentro de la mente de uno de los sujetos que trataba de controlar (Abbot), cuyo apetito por la violencia se acaba convirtiendo en su peor aliado, superando incluso el suyo propio.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

El pasado mes de enero volvía a los cines de nuestro país Crash (1996), una de las películas más alucinadas de David Cronenberg y título bisagra en su filmografía, más interesada a partir de entonces en retorcer la carne del lenguaje que el lenguaje de la carne. Muchos críticos quisieron interpretar la versión restaurada de Crash como una celebración de lo transgresor tan pertinente como en el momento de la agitada première de la película en el Festival de Cannes y su no menos agitado debut en salas comerciales. Pasaban así por alto, ¿inadvertidamente?, que, si después de casi treinta años, una película es tan subversiva como el primer día, algo ha fallado en la evolución de la esfera sociocultural. Y, por otra parte, tampoco se aprovechó para debatir qué significaba ser subversivo a mediados de los años noventa y qué implicaría serlo hoy por hoy.

En el caso de David Cronenberg se da la circunstancia curiosa de que no hay un exégeta de su cine tan entusiasta como su propio hijo, Brandon Cronenberg. Los interrogantes que hemos planteado en torno al signo y la mudanza de la transgresión tienen por tanto una respuesta inmejorable —y desalentadora— en las dos películas que Brandon ha realizado hasta el momento bajo la larga sombra creativa de su padre: Antiviral (2012) y Possessor Uncut. La primera adaptaba las inquietudes del cine realizado por David Cronenberg en los años ochenta al paradigma de las celebrities. La segunda apela al mismo periodo artístico para reflexionar sobre la identidad humana en tiempos de virtualidad y turbocapitalismo, la condición líquida del yo y su transmutación en moneda de cambio con los demás e incluso con uno mismo.

«La premisa de Possessor Uncut es fascinante, pero Brandon Cronenberg no acierta a conseguir que trascienda lo anecdótico. Es una película apreciable, aunque en su núcleo hay un vacío de sentido que solo puede colmar la resonancia del modelo invocado»

La protagonista de Possessor Uncut es Tasya (Andrea Riseborough), una asesina a sueldo al servicio de grandes corporaciones en una realidad alternativa a la nuestra. Para cumplir con sus encargos sin dejar huellas de su autoría, Tasya se infiltra en las mentes de conocidos de sus objetivos y anula sus voluntades a fin de que asesinen a quienes ella desea. Después, Tasya les obliga a suicidarse… Estas ejecuciones perfectas se complican cuando la conciencia de nuestra protagonista empieza a diluirse en las de aquellos a quienes domina, con lo que pierde la perspectiva sobre lo que consideraba hasta entonces su propia personalidad y sus afectos. ¿Es esta confusión fruto del estrés, o Tasya está buscando liberarse de quien era hasta el momento?

La premisa de Possessor Uncut es fascinante, pero Brandon Cronenberg no acierta a conseguir que trascienda lo anecdótico. Ello se debe en parte a que cree que basta con enunciar sus argumentos, y en parte a su puesta en escena en sordina, un tono de voz a medias arty y a medias plomizo. Puede que Brandon sea a nivel estrictamente formal un realizador más sofisticado que su padre. Y eso no es tanto una virtud como un defecto, dado que los discursos que animan sus imágenes no surgen de una vitalidad interior sino de un juego referencial de espejos marcado por la ansiedad de la influencia. Aunque todo en Possessor Uncut está en su sitio, se trata de una película apreciable, en su núcleo hay un vacío de sentido que solo puede colmar la resonancia del modelo invocado.

En este sentido, volvemos al principio, Possessor Uncut se erige en muestra paradigmática de un cine actual incapaz de recoger el testigo de la subversión; un cine cuyas ideas felices y cuya corrección estilística enmascaran la falta de pulsiones radicales y un pensamiento atado de pies y manos. Crash es tan incómoda hoy como en 1996 porque, antes de sentarse el espectador frente a ella por primera vez, continúa siendo imposible prever lo que nos va a ofrecer; sus imágenes son inimaginables. Mientras que Possesor Uncut es cómoda porque intuimos a qué va a jugar Brandon, en qué dirección va a explotar la marca Cronenberg, y, por desgracia, el pronóstico se cumple plano a plano.

El premio a la mejor película obtenido en la última edición del Festival de Sitges fue tan esperable y conservador como la propia Possessor Uncut, y vino a subrayar la connivencia, el círculo vicioso establecido en los últimos años por cineastas y críticos a la hora de proclamar irreverencia, transgresión, en obras donde solo reinan el culto al pasado y el miedo a las ficciones impredecibles.

  • Fotografía: Karim Hussain
  • Montaje: Matthew Hannam
  • Música: Jim Williams
  • Premios: Mejor Película y Mejor Director en el Festival de Sitges 2020