Renfield

  • V.O.: Renfield
  • Dirección: Chris McKay
  • Guion: Robert Kirkman, Ryan Ridley
  • Intérpretes: Nicholas Hoult, Nicolas Cage, Awkwafina, Ben Schwartz
  • País: EEUU
  • 93 minutos
  • El 14 de abril en cines

«Renfield es el torturado asistente del vampiro más narcisista de la historia: Drácula. Renfield se ve obligado a procurarle víctimas a su amo y hacer todo aquello que este le ordene, por inmoral que sea. Pero ahora, tras siglos de servidumbre, Renfield está listo para descubrir si hay vida lejos de la alargada sombra del Príncipe de las Tinieblas. ¿El problema? Que no sabe cómo romper esa relación de dependencia.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Algo falla en una película de terror bizarro como Renfield cuando lo más inquietante y evocador de su metraje son los títulos de crédito finales, creados por la compañía Scarlet Letters y afines a la necro(cine)filia de Rob Zombie.

Pero, para ser justos, esta revisión del mito de Drácula y el vínculo enfermizo que le une a su más devoto servidor, R.M. Renfield, no se desenvuelve, ni en el ámbito productivo y espiritual del trash gótico, ni en el del amor y el conocimiento por el acervo del género. Como sucedió el año pasado con las citas de X (2022) y Pearl (2022) a referentes más o menos clásicos, las de Renfield a la creación literaria de Bram Stoker y, sobre todo, su adaptación cinematográfica de 1931 a cargo de Tod Browning, son frívolas cuando no desacertadas.

Universal Pictures y el actor Nicolas Cage —en su primera película para un gran estudio desde hace más de diez años— han aducido que Renfield es una secuela directa del Drácula de Browning. Pero no basta con reemplazar digitalmente el rostro de Bela Lugosi por el de Cage en las imágenes añejas y trasvasar después al príncipe de las tinieblas a las actuales. El diálogo audiovisual entre una película y otra es nulo, salvo por lo que respecta a las cualidades vagamente expresionistas de la caracterización de Nicholas Hoult en la piel del sirviente de Drácula y la fotografía de Mitchell Amundsen —lo más inspirado de Renfield, en especial por su empleo dramático y narrativo de un verde malsano—.

Paradójicamente, ni siquiera esa interpretación estética es precisa, dado que el expresionismo era menos relevante en Drácula que el gótico victoriano. Más grave nos parece el desinterés de Nicolas Cage por entender y prorrogar el carácter del Drácula encarnado por Bela Lugosi; en palabras de David J. Skal «una criatura indescifrable, de mirada hipnótica, cuyo lenguaje corporal transmite atractivo y elegancia, y, al mismo tiempo, un aura de peligro animal». Este nuevo Drácula es, en cambio, un psicópata sediento de poder, un monstruo sin misterio, aunque su cinismo y ferocidad llegan a inquietar cuando Cage se olvida de hacerse el gracioso interpretando a Nicolas Cage interpretando a Bela Lugosi interpretando a Drácula. De hecho, con todos sus excesos, puede que Cage sea el actor más entonado de la película frente a Nicholas Hoult, autoparódico en el rol de guapo atontolinado, y Awkwafina, que declama todas y cada una de sus líneas de diálogo a gritos.

Pero si Renfield no alcanza a cumplir nuestras expectativas, incluso cuando lo pretende, ¿qué es? Básicamente una mezcla de acción, terror y comedia irreverente, canallita, idónea para “echarse unas risas”, más aun, para “partirse el culo” entre codazos cómplices, en la estela de la deconstrucción humorística de arquetipos pop llevada a cabo en los últimos años por títulos como R.I.P.D. Departamento de policía mortal (2013), Deadpool (2016) o Batman: La LEGO película (2017), dirigida como Renfield por Chris McKay.

En este sentido la película es recomendable por mucho que el humor grueso, el grand guignol y la subtrama criminal suenen a conservador, a blockbuster escrito en 2010; y que, por el contrario, echemos de menos en la puesta en escena la grandeza de superproducciones enloquecidas de entonces como las debidas a Timur Bekmambetov —Wanted (2008), Abraham Lincoln: Cazador de vampiros (2012)—. Renfield es presa de una realización alicorta y un montaje sucio, de modo que en escenas clave, véanse las de tiroteos y peleas, hayamos de poner de nuestra parte para entender qué sucede. Si a ello le sumamos una duración de apenas noventa minutos, el recurso excesivo a la voz en off de Nicholas Hoult para aclararnos el signo dramático y narrativo del relato, y la aparición en los citados créditos finales de situaciones no vistas anteriormente, solo cabe pensar en una (pos)producción accidentada, 

Lo sorprendente es cómo esa fachada precaria alberga, a cuenta de los intentos de Renfield por liberarse de su sumisión a Drácula y buscar nuevos horizontes existenciales, un discurso a la moda sobre relaciones tóxicas, autoayuda y empoderamiento que resulta ser más fiel que cualquier otro aspecto a la naturaleza esencial del señor de la noche y su capacidad para doblegar la voluntad humana. Renfield acaba por funcionar así menos como continuación de Drácula que como lectura hipermoderna del relato seminal de John William Polidori El vampiro (1819).

  • Fotografía: Mitchell Amundsen
  • Montaje: Ryan Folsey, Giancarlo Ganziano, Mako Kamitsuna
  • Música: Marco Beltrami
  • Distribuidora: Universal Pictures