AIK_5516.nef

Sangre en los labios (cara A)

  • V.O.: Love lies bleeding
  • Dirección: Rose Glass
  • Guion: Rose Glass, Weronika Tofilska
  • Intérpretes: Kristen Stewart, Katy O’Brian, Ed Harris, Dave Franco, Jena Malone…
  • País: Reino Unido
  • Género: Thriller
  • 104 minutos
  • Ya en cines
  • «Jackie está decidida a triunfar como culturista y se dirige a Las Vegas para participar en una competición. En su camino, pasa por un pequeño pueblo de Nuevo México donde conoce a Lou, la solitaria gerente del gimnasio local. El padre de Lou es traficante de armas y lleva las riendas de un sindicato del crimen. Jackie y Lou se enamoran. Pero su relación provoca violencia y ambas se ven inmersas en las maquinaciones de la familia de Lou.»

Por Noah Benalal

Vivimos en la era del perfeccionamiento corporal. Es lo que el neón a los ochenta, la anorexia heroin chic a los noventa o los coches y la pornificación de la cultura a la década de los dos mil: una corriente estética mayoritaria que crea aspiraciones y alimenta pesadillas. Sangre en los labios es una película ambientada en 1989, época en la que el bodybuilding terminó de institucionalizarse como práctica y el fácil acceso a los anabolizantes logró que una minoría, motivada por los discursos de culto al cuerpo y las posibilidades de rentabilizar el mismo, se entregasen a la práctica con los (musculados) brazos abiertos. Treinta y cinco años después, todos somos bodybuilders, aunque la retórica del cuidado y la autoayuda hayan convertido el cuerpo en una suerte de material ajeno. Esto empieza a gotear y a ser legible en la cultura popular. Lo vemos directamente en comedias románticas deserotizadas pero plagadas de prácticas de fitness, wellness y cuerpos hipertrofiados como Cualquiera menos tú (Will Gluck, 2024), ahora mismo en cines. Lo vemos, también, en el neo noir lésbico-fantástico que es Sangre en los labios, cuyas ambiciones estéticas y temáticas son más sofisticadas: el deseo tiene más que ver con la pesadilla que con la aspiración manufacturada. 

Siguiendo sus aspiraciones deseantes, la directora Rose Glass escarba en el pasado para responder a las demandas del presente (como si las palabras neo noir lésbico-fantástico protagonizado por Kristen Stewart no gritasen esto por sí solas). También vuelve a explotar el lugar común de los neo noirs preocupados por la corrupta psique norteamericana: el suroeste de los EE.UU. Todo se hipertrofia, no solo los cuerpos: la violencia doméstica, el fracaso institucional, la sordidez de las calles, las emociones virulentas y la dificultad para comunicarlas. Incluso la caracterización (a la directora no le dan miedo los prostéticos) y la propia ficción, que hacia el final torna en surrealismo comiquero. Sangre en los labios cuenta la historia de Lou (Kristen Stewart), una mujer joven que trabaja limpiando los retretes de un gimnasio y cae rendida a los pies de Jackie (Katy O. Brian), una culturista que ha huido de su hogar y desea continuar su viaje hasta un concurso de bodybuilding. Ambas conectan inmediatamente y, pese a la aversión de Lou a las sustancias adictivas –el personaje pasa toda la película tratando de desengancharse del tabaco, sustancia tóxica que metafóricamente alude a la estructura familiar; el filme es, en general, de todo menos sutil, aunque esa es una de sus virtudes–, esta comienza a suministrar esteroides a Jackie. Lou nunca ha abandonado su lugar de nacimiento, al que se encuentra atada porque su cuñado (un machista pusilánime interpretado por Dave Franco) maltrata brutalmente a su hermana (Jenna Malone) sin que el patriarca familiar (Ed Harris), que no solo reina en la familia sino que controla toda la ciudad, se moleste en encontrar una solución duradera. 

Por la vía del amor y la adicción, Jackie también queda atrapada en esta amalgama que únicamente puede desembocar en tragedia y en violencia. Lou, que no desea formar parte del imperio criminal de su padre, se ve arrastrada al crimen cuando los esteroides modifican por completo el cuerpo y la personalidad de su amada. Absolutamente dedicada al juego con las convenciones genéricas y los tropos narrativos –Glass coescribe el guion junto a Weronika Tofilska–, cuando la historia explota resulta menos satisfactoria de lo que el inicio prometía. La mezcla entre realismo social y fantasía monstruosa se relaciona más con el exceso violento de los hermanos Coen que con el romanticismo clasicista que exhibía Guadagnino en su Hasta los huesos (2022), que si bien pasó relativamente desapercibida vendía mejor, en opinión de la que escribe, su tragedia sublimada. Sin embargo, su apuesta por un enamoramiento sucio y casi accidental –las dos protagonistas conectan en la vastedad de un territorio en el que no camina nadie más, ambas abandonadas y tóxicamente amarradas por sus familias– seguramente cautive a muchos, así como su culto al cuerpo a la vieja usanza: si bien su mirada contemporánea subvierte roles, introduce elementos queer y reflexiona ambivalentemente sobre la modificación corporal (no produce un discurso, pero sí un juego interesante), la mirada retro logra, y no es tan frecuente en el cine actual, apelar a la sexualidad (aunque fetichista y extremadamente online) de una audiencia anestesiada. 

  • Montaje: Mark Towns
  • Fotografía: Ben Fordesman
  • Música: Clint Mansell
  • Distribuidora: Avalon