Shorta. El peso de la ley


(Shorta)

  • Dirección: Frederik Louis Hviid, Anders Ølholm
  • Guion: Frederik Louis Hviid, Anders Ølholm
  • Intérpretes: Jakob Ulrik Lohmann, Simon Sears, Tarek Zayat, Issa Khattab, Özlem Saglanmak
  • Género: Thriller
  • País: Dinamarca
  • 95 minutos
  • 4 de junio en salas

En la Dinamarca actual, una sociedad multicultural, segregada y llena de tensiones raciales, Talib, un joven inmigrante de segunda generación, entra en coma estando bajo tutela policial. Mientras los agentes de policía Høyer y Andersen hacen una patrulla rutinaria por el gueto de Svalegarden se anuncia la muerte del joven, noticia que desata violentos disturbios en el vecindario, que se convierte en un infierno sin salida para los agentes. .

Por Philipp Engel

Algo vuelve a oler a podrido en Dinamarca, y en esta ocasión la podredumbre moral, social y política, se resume en una sola palabra, la del título: Shorta, que al parecer significa «policía» en árabe. Demostrando una loable capacidad de síntesis, los codirectores debutantes Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm resumen admirablemente el intríngulis de la película. Es decir, población musulmana marginada versus opresivas fuerzas del orden, el telón de fondo para un, sí, adrenalínico thriller de dos policías atrapados en territorio comanche.

Un contundente thriller social que sabe sintetizar sus influencias y mantener el interés como un survival de cemento armado

Mike (Jakob Lohmann) y Jens (Simon Sears) —dos rostros que empiezan a ser conocidos gracias a series como Cuando el polvo se asienta o Sombra y hueso– forman la clásica pareja de policías mal avenidos, con los que ya hemos patrullado en infinidad de películas, desde Día de entrenamiento a Los miserables. El primero es un veterano acostumbrado a cubrir a sus compañeros cuando estos cruzan líneas rojas; el segundo, más joven, todavía cree estar al margen de la corrupción ambiental. De manera no muy bien intencionada, el comisario les asigna el mismo coche de patrulla a lo largo de una jornada especialmente peligrosa, cuando una barriada con mayoría musulmana está al borde de la revuelta a causa de un nuevo episodio de brutalidad policial que ha llevado a la UCI a uno de sus más jóvenes vecinos, su Rodney King o más bien su George Floyd local, pues al inicio de la película se muestra la agresión y la pobre víctima suelta su «No puedo respirar» particular.

Svalegarden es el nombre de la ficticia ciudad dormitorio, formada por decenas de monstruosos edificios que la policía, ese día, tiene que evitar a toda costa, y es ahí, naturalmente, donde se van de cabeza nuestros imprudentes agentes de la ley. La película no sería muy distinta si, como El odio o la mentada puesta de largo de Ladj Ly, transcurriera en una cité de la banlieue parisina, aunque recuerda más a algo tipo 16 calles, aquella en la que un alcohólico Bruce Willis tenía que escoltar a Mos Def a lo largo de lo que, en un principio, parecían dieciséis manzanas neoyorquinas de nada. Hviid y Ølholm saben sintetizar sus influencias en un producto original que, sin llegar a trascender del todo su carácter funcional, mantiene el interés como serie B que avanza, a ritmo de BSO marcial de videojuego en primera persona, obligándonos a seguir a dos personajes no precisamente simpáticos en su viaje al final de la noche. Un viaje que para ellos también será iniciático, interior, aunque en direcciones diametralmente opuestas, y acelerado por un cúmulo de casualidades, que en estas veinticuatro horas desesperadas no siempre resultan demasiado creíbles, antes de desembocar en una turbia conclusión que se quiere negra y arroja más de una duda. Al final de la dura jornada de este survival de cemento armado, los dos protagonistas a lo mejor han cambiado, pero continúan aplastados por el mismo sistema policial que les impide mejorar como personas. No son ni los últimos, ni los primeros policías enfadados con el mundo, un mundo que puede resumirse en el hervidero del imaginario de Svalegarden donde, junto a los alborotados, los delincuentes y las manzanas podridas yihadistas, también hay gente buena. Esa buena gente, que en la película quizás aparezca un tanto desdibujada, pero con la que nos resulta más fácil identificarnos, por muy blancos que seamos.

  • Fotografía: Jacob Møller
  • Montaje: Anders Albjerg Kristiansen
  • Música: Martin Dirkov
  • Distribuidora: Caramel Films