Sin malos rollos
- V.O.: No hard feelings
- Dirección: Gene Stupnitsky
- Guion: Gene Stupnitsky, John Phillips
- Actores: Jennifer Lawrence, Andrew Barth Feldman, Matthew Broderick, Laura Benanti, Kyle Mooney
- Género: Comedia
- País: EEUU
- 103 minutos
- Ya en salas
«Cuando está a punto de perder su casa de la infancia, Maddie (Lawrence) descubre un curioso anuncio de trabajo: unos adinerados padres controladores están buscando a alguien que salga en una cita con su introvertido hijo de 19 años, Percy, antes de que este vaya a la Universidad. Para su sorpresa, Maddie descubre pronto que la torpeza de Percy no está tan clara»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
¿Cuánto hace que no nos reíamos con una comedia estadounidense? La pregunta es retórica, por supuesto. Como lo sería preguntarnos qué motivos han llevado a que las comedias producidas en aquel país hayan desaparecido de la cartelera, mientras los intentos de replicar el género por parte de las plataformas de visionado online generan tan solo incomodidad, vergüenza ajena.
La respuesta es el miedo. El miedo a malentendidos, polémicas, reacciones histéricas. Si cabe celebrar en primer lugar Sin malos rollos es porque, como las anteriores comedias debidas al dúo creativo que integran Gene Stupnitsky —Chicos buenos (2019)— y John Phillips —Dirty Grandpa (2016)—, se las arregla para reconocer nuevas sensibilidades en el panorama sociocultural, estamos al fin y al cabo ante una película que habla sobre clases sociales, gentrificación y diferencias generacionales; y se atreve al mismo tiempo a recuperar el músculo de la comedia payasa de Paul Feig, Judd Apatow o los hermanos Farrelly para reírse sin medias tintas de la naturaleza humana y sus miserias.
Ese punto medio es una virtud, aunque también llega a suponer un hándicap, pues la relación que establecen un tardoadolescente rico y asocial y una treintañera con deudas a la que se contrata para que saque al chico de su cascarón, está marcada por cierta indecisión en el tono y el discurso que perjudica la segunda mitad de metraje. Phillips y Stupnitsky gestionan con acierto los tópicos del género, no tanto el sentido que pretenden otorgar al relato.
Pero, como decíamos, Sin malos rollos está llena de apuntes lúcidos sobre los rumbos de nuestra sociedad y su humor es brutalmente divertido; tanto cuando recurre al comentario malintencionado como cuando se abandona a la fisicidad grotesca, si bien hay que reprochar un abuso de cromas y efectos digitales que resultan incompatibles con el slapstick. Más aún cuando se tiene como protagonista a Jennifer Lawrence, entregada a su papel en cuerpo y alma. Su pareja de reparto, Andrew Barth Feldman, es una agradable sorpresa, pero no puede competir con ella.
Salvo por lo que se refiere a la fallida Causeway (2022), hacía tiempo que la intérprete no era protagonista absoluta de una película. Ello no debe hacernos olvidar que Lawrence es la actriz más valiente del Hollywood de la última década; desde su icónica presencia al frente de una saga fundamental para entender las derivas de nuestro mundo entre la Gran Recesión y la llegada del feminismo de cuarta ola, Los juegos del hambre (2012-15), hasta sus colaboraciones con David O. Russell —en especial Joy (2018)— pasando por las sucesivas y sensacionales Passengers (2016), Madre! (2017) y Gorrión rojo (2018).
Lawrence nunca ha tenido miedo a exponerse corporal y dramáticamente en proyectos poco alineados con las corrientes de pensamiento hegemónicas, y tampoco a dar cuenta a través de sus papeles de una comicidad soterrada y de unos Estados Unidos interiores, ajenos a lo que vende la cultura popular producida en una y otra costa. Esta semántica queda más patente que nunca en Sin malos rollos, donde Lawrence se desenvuelve con naturalidad pasmosa entre registros variados y juega de manera disfrutona con su plenitud física, poniendo a prueba ciertas convenciones —limitaciones— actuales sobre la representación y la mirada. La escena de la pelea nocturna en la playa se basta para hacer de Sin malos rollos una de las películas más estimulantes en lo que llevamos de 2023, y el mérito no corresponde tanto a sus artífices tras la cámara como a una actriz que se atreve a todo frente a ella.
- Montaje: Brent White
- Fotografía: Eigil Bryld
- Música: Mychael Danna, Jessica Weiss
- Distribuidora: Sony Pictures