Sirat. Trance en el desierto
- Dirección: Oliver Laxe
- Guion: Oliver Laxe, Santiago Fillol
- Intérpretes: Sergi López, Bruno Núñez, Richard Bellamyun, Stefania Gadda, Joshua Liam Henderson…
- País: España
- Género: Aventuras
- 120 minutos
- Ya en cines
- «Un hombre (Sergi López) y su hijo (Bruno Núñez) llegan a una rave perdida en medio de las montañas del sur de Marruecos. Buscan a Mar, su hija y hermana, desaparecida hace meses en una de esas fiestas sin amanecer. Reparten su foto una y otra vez rodeados de música electrónica y un tipo de libertad que desconocen. Allí deciden seguir a un grupo de raveros en la búsqueda de una última fiesta que se celebrará en el desierto, donde esperan encontrar a la joven desaparecida.»
»
Por Axel Cadieux

El salario del miedo, Mad Max. Salvajes de autopista, Buen trabajo, Climax, Carga maldita y otras muchas más: en la Croisette, el jueves por la noche, alrededor de las 00:30, no cesaban las comparaciones para intentar definir Sirat. Trance en el desierto, una granada detonada con gran pompa por el pirómano Oliver Laxe, que ya había avivado las brasas con Lo que arde, presentada también en Cannes en 2019. Aquí, Luis (Sergi López) se adentra en el desierto marroquí en busca de su hija, desaparecida hace cinco meses durante una rave. Junto con su hijo de 12 años y su perra Pipa, pronto se unen a una extraña pandilla formada por un puñado de fiesteros, marginados, lisiados y otros aficionados a las drogas psicotrópicas y las plantas alucinógenas. Sobre el papel, podría parecer un sucedáneo de Los excursionistas (Philippe Harel, 1997) con un toque de Hacia rutas salvajes (Sean Penn, 2007), a modo de búsqueda iniciática y road trip redentor, en camioneta bajo el sol del Atlas. Excepto que el sirat, en el islam, es un puente colgante que une el infierno con el paraíso. La promesa de un camino, sin duda, pero hecho de otra pasta. Por otra parte, no se sabe exactamente dónde comienza la película, si en el limbo de Hades o en las nubes: se instalan con método y precisión cajas de bajos, rocas ocres parecen vibrar al ritmo de la música techno y, finalmente, una multitud danzante a la que nos acercamos lentamente, a través de un plano cenital, antes de fundirnos en ella: cada personaje con el que nos cruzamos aquí, en trance, formará parte de la tribu que toma el camino del sirat.



Destilar el misterio donde otros solo rozarían el polvo
Tonin, Stephy, Josh, Jade, Luis, Esteban y Bigui no tienen ni idea de dónde están, y el espectador tampoco. Esa es una de las grandes fortalezas de la película: frustrar todas las expectativas, tomar constantemente el camino transversal en forma de espejismo en lugar del sendero marcado. ¿Cómo podría haber sido de otra manera? Desde los primeros minutos, Laxe trabaja el material y da forma a sus planos como un chamán, logrando con toda la gracia de los grandes cineastas —es decir, sin que sepamos muy bien cómo lo hacen— destilar el misterio y la abstracción donde otros solo rozarían el polvo. Y, lo que es más: a pesar de las sustancias ingeridas por el grupo, la puesta en escena nunca se ve contaminada. Aquí no hay deformaciones artificiales del encuadre, y mucho menos filtros anticuados o movimientos desconsiderados. La fuerza se despliega sobre todo en planos fijos y anodinos, como en la secuencia clave, la del camión atascado, en la que lo peor ocurre en un solo plano, un giro argumental que pone en juego todo el filme y acaba saliendo victorioso allá donde tantos antes fracasaron. A partir de ese momento, Sirat toma el camino de la radicalidad, inclinándose más hacia el infierno que hacia el paraíso. O, más precisamente, privilegiando la metafísica sobre el deambular. Las murallas se convierten en monolitos kubrickianos, el sol golpea y el suelo se desvanece. La elección puede desconcertar, el viaje agotar. Sin embargo, las decisiones de Oliver Laxe están en sintonía con lo que viven los personajes, que se sumergen y se diluyen en el desierto como, medio siglo antes, otros remontaron un río vietnamita que los llevó al corazón de las tinieblas. Porque, más allá de las obras ya mencionadas, es en Apocalypse Now donde más pensamos: por sus temas, por su trayectoria, por supuesto, pero también, y quizá esto sea lo más alucinante, por la dimensión verdaderamente extraordinaria de una película que hará historia.




- Montaje: Cristobal Fernández
- Fotografía: Mauro Herce
- Música: Kangding Ray
- Distribuidora: BTeam Pictures