Sitges 2020 #2: ¿Es fantástico o no?

– Sitges 2020 #2: ¿Es fantástico o no? –

En la presentación de À meia-noite levarei sua alma, de José Mojina Morins, presente en la sección Seven Chances, programada por el ACCEC, el crítico Albert Elduque invitaba a los espectadores a ver la película en clave de creencia, preguntándose si lo que estaban viendo era fantástico o no. Realizada a principios de los sesenta, en ella, Mojina Morins presentaba al personaje que con el correr de los años se convertiría en un icono para el horror brasileño e iberoamericano: Zé do Caixão, un sepultero mabusiano con barba, largas uñas, capa y sombrero de copa. Interpretado por el propio cineasta, Zé es de los personajes más detestables que recuerdo haber visto en una pantalla. Preso de ataques de ira anunciados por un primer plano de sus ojos irrigados en sangre, Zé asesina, traiciona a sus amigos, viola y veja a mujeres, y mutila o desfigura a quienes se atreven a enfrentarlo. Y todo con un único objetivo: encontrar a la mujer que le ayude a engendrar el hijo que desea. Pero si Zé es un perverso en el sentido más literal del término, aquel que corrompe el estado habitual de las cosas, ante todo, es porque con sus actos y palabras cuestiona las creencias de los habitantes del pueblo. Mientras engulle carne de cordero en un Viernes Santo o se ríe a carcajadas de sus supersticiones, Zé se niega a creer en los fantasmas, aún cuando estos aparecen hacia el final del metraje para perseguirlo a modo de castigo. Las calaveras de papel, los decorados de cartón y la artificiosidad de los espectros que usa Mojina Morins cuando lo fantástico se hace presente en la pantalla podría inclinar la balanza hacia la fe en lo terrenal con todo el horror que ello comporta, aunque, como proponía Elduque, esto ya dependería si decidimos creer o no en lo sobrenatural.

Programada unas horas después en la misma sala, Saint Maud, primera película de la británica Rose Glass, también se mueve en esta dualidad. Aquí, la profesión de la protagonista es otra que tiene cercana experiencia con la muerte: Maud es una enfermera que trabaja en cuidados paliativos. Pero a diferencia del enterrador de Mojina Morins, ella sí abraza la fe religiosa, hasta el punto de obsesionarse con salvar el alma de una exbailarina enferma de un cáncer terminal que no tiene ninguna intención en renunciar a los placeres de lo mundano a cambio de que le hagan sitio en el más allá.

La alucinada vivencia de Maud será el hilo conductor de un relato de posesión celestial poblado de imágenes de éxtasis sensual, que nada tendrían que envidiarle a la Santa Teresa de Bernini, otra santa con las hormonas bien puestas. Y, como en À meia-noite levarei sua alma, hacia la coda Glass nos sumerge en la disyuntiva de la creencia, esta vez a través del montaje entre la intervención de un algo de origen divino y la locura de un personaje condenado a la soledad. De nuevo, cuestión de creer o no en una película que, por cierto, se proyectaba en una de las últimas sesiones de la madrugada antes de la anulación de estos pases por el aumento de contagios de coronavirus. Ana Uslenghi