Spider-Man: No way home

(Spider-Man: No way home)

  • Dirección: Jon Watts
  • Guion: Chris McKenna, Erik Sommers.
  • Intérpretes: Tom Holland, Zendaya, Benedict Cumberbatch, Marisa Tomei, Jamie Foxx, Willem Dafoe, J.K. Simmons, Alfred Molina
  • Género: Drama
  • País: EEUU
  • 148 minutos
  • Ya en salas

Por primera vez en la historia cinematográfica de Spider-Man, nuestro héroe, vecino y amigo es desenmascarado, y por tanto, ya no es capaz de separar su vida normal de los enormes riesgos que conlleva ser un Súper Héroe. Cuando pide ayuda a Doctor Strange, los riesgos pasan a ser aún más peligrosos, obligándole a descubrir lo que realmente significa ser Spider-Man.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

La tercera aventura como protagonista absoluto del Spider-Man imaginado por Marvel Studios tras Spider-Man: Homecoming (2017) y Spider-Man: Lejos de casa (2019) representa ante todo una sorpresa.

Como saben incluso los lectores que aún no la han visto, Spider-Man: No Way Home oficializa a todos los efectos en el universo cinematográfico Marvel los multiversos, ya abordados en Spider-Man: Un nuevo universo (2018) o Loki (2021). Una estrategia a medias de ficción, a medias corporativa, que pretende legitimar las convulsas derivas del superhéroe en la industria del cine de los últimos treinta años y ofrecer el espejismo narrativo de una nostalgia cargada de posibilidades de futuro.

Sin embargo, lejos de servir los multiversos en Spider-Man: No Way Home para que Marvel siga expandiendo su cuarta fase de películas en dirección a ninguna parte —como han hecho Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos (2021) y Eternals (2021)—, las peripecias de Spider-Man acaban por constituir para él un back to basics que, en cierto modo, enmienda la plana a las configuraciones ideadas para el personaje tanto en las realizaciones anteriores de la propia Marvel Studios como en The Amazing Spider-Man (2012) y su secuela de 2014.

Y es que, tras los sucesos relatados en Spider-Man: Lejos de casa, el alter ego cotidiano de Spider-Man, Peter Parker, ha quedado expuesto ante la sociedad y los medios. En su empeño por revertir la situación y volver al anonimato, Peter recurre a los oficios mágicos del Doctor Extraño, quien, debido a una serie de catastróficas desdichas, tan solo consigue invocar en la realidad de Marvel Studios a las personificaciones de Spider-Man y sus archienemigos que habían hecho acto de aparición en las películas sobre el personaje dirigidas entre 2002 y 2014 por Sam Raimi y Marc Webb.

Transcurridas dos horas y media de humor blanco, buenas intenciones morales de funestas consecuencias, escaramuzas y enredos, el Peter Parker encarnado por Tom Holland será de nuevo el Spider-Man solitario, inadaptado y precario que imaginaron hace sesenta años para las viñetas Stan Lee y Steve Ditko. Desgajar a uno de sus superhéroes más icónicos, siquiera circunstancialmente, del grueso del universo cinematográfico Marvel, es un movimiento atrevido por parte del estudio liderado por Kevin Feige. Es posible que responda a un intento por recuperar cierta idea del clasicismo o las esencias en un momento en el que la mayoría de las producciones Marvel carecen de identidad y se han abandonado a la entropía.

En cualquier caso, Spider-Man: No Way Home hace muy poco visualmente para que esta evolución del personaje —algunos lo llamarán regresión— permita concebir esperanzas en cambios profundos a desarrollar en futuras entregas de la serie. Aunque el director Jon Watts corra más riesgos tras la cámara que en Spider-Man: Homecoming y Spider-Man: Lejos de casa, y los avances en los efectos digitales presten más elegancia que nunca a los movimientos del trepamuros, las imágenes son literal y metafóricamente grises. Diríase que hay un rechazo premeditado a la épica, el aire libre, la realidad de ficción. Y poco puede interesarnos lo que sucede cuando el tono oscila lánguidamente a lo largo del metraje entre añejas producciones familiares de Disney como Mi cerebro es electrónico (1969) y Se nos ha perdido un dinosaurio (1975) y una comedia de situación cualquiera.

En ese sentido, puede que el mayor acierto de Spider-Man: No Way Home radique en el encuentro del Spider-Man millennial que interpreta Tom Holland con el emo de Andrew Garfield y el monaguillo de Tobey Maguire. Los tres actores parecen pasarlo muy bien juntos, pero, además, sus interacciones dicen mucho de las sinergias a lo largo de los años entre cultura popular y esfera pública. Las escenas que comparten Holland, Garfield y Maguire se bastan para justificar la idea del multiverso. Más aun, si alguien diese luz verde a una sitcom titulada Spider-Men con ellos tres como protagonistas, una suerte de WandaVision para masculinidades neuróticas, ya habría valido la pena seguir soportando los tostones de Marvel Studios.

  • Fotografía: Mauro Fiore
  • Montaje: Leigh Folsom Boyd, Jeffrey Ford
  • Música: Michael Giacchino
  • Distribuidora: Sony