The King’s Man: La primera misión

(The King’s Man)

  • Dirección: Matthew Vaughn
  • Guion: Jane Goldman, Matthew Vaughn, Karl Gajdusek.
  • Intérpretes: Harris Dickinson, Ralph Fiennes, Aaron Taylor-Johnson, Charles Dance, Daniel Brühl, Gemma Arterton, Djimon Hounsou, Matthew Goode, Stanley Tucci, Tom Hollander, Rhys Ifans
  • Género: Thriller, acción
  • País: Reino Unido
  • 131 minutos
  • Ya en salas

Cuando un grupo formado por los tiranos y las mentes criminales más malvadas de la historia se une para desencadenar una guerra que matará a millones de personas, un hombre tendrá que luchar a contrarreloj para detenerlos. Tercera entrega de la saga ‘Kingsman’, ambientada muchos años antes de las anteriores y explicando el origen de la agencia.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

¿Existe una afinidad espiritual entre novelas posvictorianas de aventuras como Las cuatro plumas (1902) de Alfred E.W. Mason y La Pimpinela Escarlata (1905) de Emma Orczy, y el panfleto del príncipe Félix Yusúpov Cómo maté a Rasputín (1927)? ¿Pueden establecerse sinergias fructíferas entre las viñetas satíricas en torno a la Primera Guerra Mundial publicadas por la revista Punch y la literatura severa que representó Sin novedad en el frente (1929)? ¿Es recuperable en 2021 el espíritu contracultural de farsas pseudohistóricas rodadas en los años sesenta como Rey de corazones (1966) y Cómo gané la guerra (1967), filtrado por las formas del videojuego y los blockbuster comics de superhéroes que hicieron furor a principios de este siglo? ¿Resulta posible apelar a una visión absolutamente heterodoxa de sucesos añejos, plagada de sociedades secretas, teorías de la conspiración y dinámicas pulp, y sostener al mismo un discurso de extrema lucidez sobre guerra, poder y mandatos morales? 

Todos estos interrogantes tienen respuesta positiva en The King’s Man: La primera misión, la superproducción de acción y aventuras más inspirada de 2021 y una película de sincretismo admirable, que lleva el revisionismo omnipresente hoy por hoy en el audiovisual de época a niveles de locura bajo los que se percibe una comprensión profunda de las interconexiones entre Historia, ficción y mito. No estamos en cualquier caso ante una continuación de Kingsman: Servicio secreto (2014) y Kingsman: El círculo de oro (2017), es decir, ante una nueva misión para salvar el mundo a cargo de Eggsy (Taron Egerton), el joven proletario a quien el agente Galahad (Colin Firth) convertía en caballero al servicio secreto del Reino Unido. Matthew Vaughn, artífice de la saga Kingsman, ha hecho de esta tercera entrega el arranque de una serie de películas paralela a la protagonizada por Eggsy y Galahad, que pretende centrarse en la evolución desde principios del siglo XX hasta nuestros días de la agencia Kingsman, que vela por la paz y la justicia en el mundo al margen de directrices gubernamentales del tipo que sean. 

El germen de la agencia Kingsman en los albores de la Primera Guerra Mundial es materializado en la película que nos ocupa con una ambición y un desparpajo creativo abrumadores. El destino colectivo —países a punto de enfrentarse bajo el mando de líderes inestables— y el individual —un aristócrata británico se opone a que su hijo, un idealista, se aliste para combatir— entrecruzan sus caminos una y otra vez a ritmo frenético. Lo real y lo fabulado solapan sus rasgos con un talento y una osadía en los golpes de efecto que elevan el relato a dimensiones arquetípicas. Vaughn, obsesionado como tantos artistas ingleses por los conflictos de clase, remonta los ideales de nobleza en el comportamiento y defensa de los débiles puestos en práctica por el Duque de Oxford (Ralph Fiennes) y su hijo Conrad (Harris Dickinson) al Rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda. 

Un referente con tintes nacionalistas —el ADN de la serie Kingsman es inequívocamente británico— pero, también, de resonancias fascinantes para la ficción, transformada, como en los mejores cómics de Alan Moore, en un ejercicio alquímico de redención para las miserias de la Historia y la Realidad. Los retratos del mentalista austriaco Erik Hanussen como asesor siniestro del káiser Guillermo II y del místico ruso Grigori Rasputín como supervillano, la implicación de Oxford y su hijo en el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria —detonante de la Primera Guerra Mundial—, se cuentan entre los muchos aspectos históricos cuya subversión va más allá de la querencia recurrente de Vaughn por la pop politic. En The King’s Man: La primera misión Vaughn se descubre y nos descubre que historia y ficción comparten la misma sustancia elemental, compuesta más allá de etiquetas por la pulsión, la zozobra, el desvarío y la ensoñación kitsch; en definitiva, por el pop en estado puro, que adulteran más tarde la academia y la intelligentsia.

Es obligado recordar que la saga Kingsman procede de una miniserie de cómic creada en 2012 por Mark Millar y Dave Gibbons. Pero Vaughn, tras curtirse como director en títulos como Stardust (2007) y X-Men: Primera generación (2011), ya hizo gala en las Kingsman previas de un virtuosismo espectacular que dejaba reducida a casi nada la obra de Millar y Gibbons. The King’s Man: La primera misión nos ofrece tres memorables escenas de acción coreografiadas por actores, cámara, banda sonora y efectos visuales como si fueran números de baile: el enfrentamiento definitivo contra Rasputín, la escaramuza silenciosa en tierra de nadie con armas blancas, el accidentado vuelo de un biplano. Y son solo la punta del iceberg de una labor de realización y montaje fluida hasta lo extraordinario, capaz de entretejer tiempos y espacios, peripecias íntimas y globales, humor y tragedia, moral y delirio; capaz, en definitiva, de prestar al (gran) relato que plantea Vaughn la cohesión puesta en peligro por la avalancha de ideas que colma las imágenes. Una de las películas más bellas, cultas y complejas de 2021.

  • Fotografía: Ben Davis
  • Montaje: Jason Ballantine, Robert Hall
  • Música: Dominic Lewis, Matthew Margeson
  • Distribuidora: Disney