The quiet girl

  • V.O.: An Cailín Ciúin
  • Dirección: Colm Bairéad
  • Guion: Colm Bairéad (Historia: Claire Keegan)
  • Intérpretes: Clara Gostynski, Alexei Evstratov, Valentin Merz, Li Tavor, Daniel Stähli, Hélio Thiémard
  • Género: Drama
  • País: Irlanda
  • 95 minutos
  • El 24 de febrero en cines

«En la Irlanda rural de 1981, Cáit, una niña de nueve años, vive retraída entre su familia numerosa y hostil. Sus padres la envían a pasar el verano a casa de unos parientes más adinerados, donde el misterioso silencio de Cáit se encontrará con el calor de un hogar y con idílicos paisajes. Allí, la pequeña se hará eco del secreto que esta familia adoptiva calla.»

Por Philipp Engel

Para el que esto firma series como Valle secreto o Verano azul, o en general cualquier producción audiovisual en la que aparecieran alegres pandillas de niños en bicicletas yendo de aquí para allá, viviendo aventuras en el campo o en el mar, eran un auténtico dolor, una pesadilla, un pozo de amarga frustración. Mi abuelo había pasado la Segunda Guerra Mundial prisionero de los alemanes, y yo mismo, un pequeño ario con pantalones tiroleses, era la víctima idónea para su gran venganza histórica. Así, salvo dos veranos excepcionales (en casa de mis tíos, cuando mi abuelo, pobre, ya se puso muy enfermo), pasé las largas vacaciones de mi infancia sin relacionarme con nadie de mi edad, refugiado en la lectura como una actividad lúdica más allá de estudiar el apareamiento de los insectos bajo el justiciero sol del canicular sur de Francia, una lluvia de fuego. Todo esto para decir que la espléndida The Quiet Girl, de Colm Bairéad, que se ha colado entre las nominadas al Oscar de Habla no Inglesa, es una película universal, en el sentido que interpela, directa al corazón, a todos esos niños y niñas abocados a la soledad y al mutismo que no tuvieron veranos ni medio normales. No puedo saber cómo la verán los otros, los normales, pero para nosotros es de lágrimas en los ojos.

No cabe destripar aquí demasiado la trama, más allá de que la niña protagonista (maravillosa Catherine Clinch, en un papel que no parece fácil) pasa un verano lejos de su indeseable familia (padre alcohólico y violento, madre procreadora en serie que no puede estar por ella, la clásica caricatura de familia disfuncional obrera irlandesa o británica), en casa de unos tíos que, a primera vista, tampoco parecen la alegría de la huerta. Estos ya corren a cargo de estupendos actores (Carrie Crowley y Andrew Bennett), ufanos de dar vida a personajes más complejos. Rodada en un gaélico que suena a auténtica poesía ruralista (y no a esa Irlanda de agencia de viajes vista hace poco en cartelera), y con estupenda fotografía “indie” de Kate McCullough (que ya dotó de personalidad a la extraordinaria serie Normal People), The Quiet Girl tiene un rollo a lo Junebug (aquella joya de Phil Morrison, no por nada productor de Kelly Reichardt), una atractiva mezcla de austeridad silenciosa y preciosismo impresionista. Habrá por supuesto quien la compare con Heidi (la misma película, basada en un relato de Claire Keegan, asume el guiño) o La casa de la pradera, por no salirnos de referentes televisivos boomer, y puede verse así, porque The Quiet Girl es la feel-good movie, de llorar y de sentirse no sé si bien, que la inmensa mayoría de obras asimilables al género nunca podrían llegar a ser.

Aunque ya basta de tristes referentes televisivos, ya sean de Televisión española o de la HBO, porque la primera película de Colm Bairéad, realizador con amplia trayectoria televisiva a sus espaldas, es cine del bueno, toca las teclas con una delicadeza a la que es imposible resistirse. Al principio, cuesta de entender por qué la protagonista es la rarita del instituto, con lo monísima que es. Tampoco es que se acabe de entender, sólo que importa poco que no se entienda demasiado (a lo mejor es porque los raritos contemplamos nuestro idealizado reflejo sin poder asumir que se trata de una idealización de nuestra propia rareza), porque rápidamente las emociones van llegando cual marea oceánica a los inabordables acantilados, y poco a poco, lentamente, la película te va ganando. Las pequeñas piezas que componen esta encantadora historia artesanal van cambiando de significado, como si le diéramos vueltas a un misterioso objeto manufacturado para observarlo al detalle bajo la luz cambiante de una tarde de finales de agosto.

Clásico instantáneo de aquellos veranos solitarios, The Quiet Girl vuelve a ser la demostración de que se puede hacer mucho con poco, de que hay que saber gestionar el arte de la narrativa para que te acabe conmoviendo una cosa tan tonta como una carrera hasta el buzón. ¿He dicho conmover? Quería decir llorar. A Spielberg se le caerán las lágrimas de envidia o admiración, y Sofia Coppola lanzará sus Manolo Blahnik lamentando no haber nacido granjera.

  • Fotografía: Kate McCullough
  • Montaje: John Murphy
  • Música: Stephen Rennicks
  • Distribuidora: La Aventura