Top Gun: Maverick

(Top Gun: Maverick)

  • Dirección: Joseph Kosinski
  • Guion: Ehren Kruger, Eric Singer, Christopher McQuarrie.
  • Intérpretes: Tom Cruise, Miles Teller, Jennifer Connelly, Jon Hamm, Glen Powell, Ed Harris, Val Kilmer
  • Género: Acción, drama
  • País: Estados Unidos
  • 131 minutos
  • Ya en salas

«Después de más de 30 años de servicio como uno de los mejores aviadores de la Armada, Pete «Mavericks» Mitchel (Tom Cruise) se encuentra donde siempre quiso estar, superando los límites como un valiente piloto de pruebas y esquivando el ascenso de rango, que no le dejaría volar emplazándolo en tierra. Cuando se encuentra entrenando a un grupo de graduados de Top Gun para una misión especializada, Maverick se encuentra allí con el teniente Bradley Bradshaw (Miles Teller), el hijo de su difunto amigo «Goose»…  »

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

La escena más elocuente de Top Gun: Maverick, secuela tardía de un gran hito popular de los años ochenta, Top Gun (1986), es aquella en la que el capitán Pete Maverick Mitchell (Tom Cruise) trata de superar a los mandos de un avión experimental la velocidad Mach 10. Es imposible no pensar, mientras contemplamos los esfuerzos de Maverick por salvar el proyecto del que forma parte y el trabajo de todos los implicados en el mismo, en la profesionalidad y ambición del Tom Cruise actor y productor a la hora de plantear sus películas, crear un sentimiento de familia en torno a sus rodajes, y exigir y autoexigirse el máximo de cara a nuestro disfrute cinéfilo posterior.

Pero dicha escena adquiere en su clímax otro sentido, que pone de manifiesto el anhelo último de Maverick y, por tanto, de Tom Cruise, por abrazar una dimensión trascendente vía su pasión por las misiones imposibles, una predilección por la velocidad y el riesgo que hacen de él en la ficción “el hombre más rápido del mundo”. En los momentos sublimes que siguen a la superación del Mach 10, Maverick evoca al Chuck Yeager (Sam Shepard) de Elegidos para la gloria (1983), el primer ser humano en traspasar la barrera del sonido «porque solo se ofrecía voluntario para misiones suicidas» y al piloto del biopic sobre Yukio Mishima realizado en 1985 por Paul Schrader, que, al romper la barrera del Mach 1, se aboca a un instante en el que «carne y mente coinciden en una quietud a la máxima velocidad, en un cielo de belleza más allá de las palabras que resuelve todas las contradicciones, un cielo teñido de vida y muerte

En sus mejores momentos, la figura de Cruise encarna como pocas hoy por hoy la dialéctica primordial latente en todo artista entre el afán de vida y la pulsión de muerte, que, como para el último corredor de la novela de Stephen King La larga marcha (1979), no tiene más remedio que resolverse arrojándose en brazos de «la silueta oscura». Hasta que llegue ese trance hay que valorar cómo, más allá de sus errores, sus polémicas y sus incógnitas como persona, Cruise ha sabido articular con el talento justo y una fuerza de voluntad inquebrantable un personaje dentro y fuera de la pantalla que ha hecho de él un actor/autor en toda regla, capaz de representar un rayo de luz en los tiempos tan oscuros (no solo) para el espectáculo cinematográfico que vivimos en la actualidad.

Sin necesidad de alejarnos mucho en el tiempo, Cruise ha hecho honor a esa esperanza en películas tan recomendables como Al filo del mañana (2014), Misión Imposible: Nación Secreta(2015) y Barry Seal: El traficante (2018). En ellas ha jugado inteligentemente con los condicionantes del cine de gran presupuesto y con una comprensión absolutamente física del estrellato que equipara su trabajo al cine de atracciones puesto en práctica por astros del mudo como Douglas Fairbanks. Pero existen también un buen número de películas delatoras de hasta qué punto el lugar creativo tan estrecho en que Cruise se ha refugiado desde hace unos años para sobrevivir en el medio ha devenido una trampa: Noche y Día (2010), Jack Reacher (2012), La momia (2017) y, por desgracia, Top Gun: Maverick.

Es natural que Cruise haya querido celebrar los múltiples aspectos icónicos de Top Gun, y que haya otorgado al personaje de Maverick una estatura mítica en la que reverbera la suya. Tanto el filme de Tony Scott como él se lo merecen a estas alturas. Ahora bien, el grado de nostalgia edulcorada con que se clona una ficción ya en su momento kitsch, y la autocomplacencia boomer de que hace gala Maverick/Cruise, más listo, osado y veloz que cualquiera de los reclutas a los que entrena de cara a una misión suicida, hacen del visionado de Top Gun: Maverick una experiencia bochornosa. Cruise ha perdido una gran oportunidad para pensarse a sí mismo a un nivel esencial.

Aunque coquetea con lo crepuscular, con un aura de outsider espiritual que, como decíamos, le equipara inicialmente a Chuck Yeager y Mishima, Cruise acaba por renunciar a cualquier complicación en favor de las servidumbres esperables en una producción mundana de Hollywood y un discurso narcisista sobre su vigencia como actor. Así las cosas, suena un poco a hueco el hecho de que Top Gun: Maverick acierte a recuperar una concepción de la imagen marcada por la primacía de los efectos ópticos sobre los digitales, la cálida fotografía de Claudio Miranda, un montaje cohesivo de Eddie Hamilton y las dotes para la construcción de paisajes y espacios del director Joseph Kosinski, que ya había colaborado con Tom Cruise en Oblivion (2013).

La conjunción de estos elementos da lugar a una película superior quizá a su predecesora, con escenas tan brillantes como la citada al comienzo o aquella otra en la que Maverick demuestra a sus pupilos que pueden llegar con sus cazas al objetivo planeado en menos tiempo del que pensaban. Pero no basta para hacer de Top Gun: Maverick como conjunto otra cosa que una nadería magníficamente producida; un escaparate antes de las limitaciones de Cruise que de sus ambiciones. Presumir a los sesenta años de una excelente forma física y de no precisar dobles para muchas escenas de acción es absurdo cuando la película en la que has puesto tanto empeño parece escrita por un guionista de cuatro años. En el caso de Top Gun: Maverick, Tom Cruise termina por asemejarse a un niño rico atrapado en las imágenes con sus juguetes, con sus fantasmas.

  • Fotografía: Claudio Miranda
  • Montaje: Eddie Hamilton
  • Música: Harold Faltermeyer, Hans Zimmer, Lorne Balfe
  • Distribuidora: Paramount Pictures