TRON: Ares

  • Dirección: Joachim Ronning
  • Guion: Jesse Wigutow, Jack Thorne
  • Intérpretes: Jared Leto, Greta Lee, Evan Peters, Jodie Turner-Smith, Hasan Minhaj, Arturo Castro, Jeff Bridges, Gillian Anderson…
  • País: EEUU
  • Género: Ciencia ficción
  • 119 minutos
  • Ya en cines

  • «Cuenta la historia de Ares, un programa altamente sofisticado que es enviado desde el mundo digital al mundo real en una misión peligrosa, marcando el primer encuentro de la humanidad con seres de inteligencia artificial.»

Por Diego Salgado & Elisa McCausland
Nueva entrega, después de TRON (1982) y TRON: Legacy (2010), de una de las franquicias más peculiares del Hollywood corporativo, TRON: Ares pierde la oportunidad de ser, como sus predecesoras, un filme de culto, al apostar por una condición de espectáculo comercial sin demasiadas complicaciones que, para más inri, dudamos le procure el rendimiento en taquilla que exige su presupuesto de 170 millones de dólares.

El universo TRON nunca ha sido verdaderamente popular, como ponen de manifiesto los dilatados lapsos temporales entre las tres películas producidas hasta la fecha; pero sí ha gozado del marchamo de ciencia ficción adulta, vinculada a ideas pioneras acerca de la relación de nuestro yo tangible con el virtual y los avances en el terreno de los efectos digitales; marchamo que ha propiciado al menos merchandising resultón y atracciones fantacientíficas en parques temáticos.

El filme original de Steven Lisberger, manual de instrucciones en toda regla de los ordenadores personales y los videojuegos para un público que no sabía nada acerca de ellos, devino muestra ejemplar de primitivo expresionismo digital, equiparable al que había representado a nivel escenográfico El gabinete del doctor Caligari (1920). Lo pionero de sus efectos especiales iba de la mano en TRON con su conciencia del futuro solapamiento entre lo instituido hasta entonces como realidad y los recién nacidos entornos virtuales.


A través de una narración similar a la de su predecesora, TRON: Legacy actualizó el discurso apuntado hasta concluir que lo real había pasado ya en 2010 a ser un apéndice de lo virtual. En TRON, el programador Kevin Flynn (Jeff Bridges) había ambicionado que la nueva frontera de lo real fuese lo digital. En su secuela, era el segundo alter ego informático de Flynn, Clu 2.0, quien aspiraba a la conquista de lo real con bits impecables y apolíneos que, finalmente, cristalizaban en el programa Quorra (Olivia Wilde), una tercera vía entre lo material y lo incorpóreo que se abría paso armónicamente en nuestro mundo. En sintonía con el logro de Quorra, el director Joseph Kosinski hacía de TRON: Legacy una película de hechuras digitales neoclásicas, cinceladas con elegancia en el 3D, tras los delirios neobarrocos del blockbuster digital producido durante la primera década del siglo XXI.

El tiempo que ha mediado entre TRON: Legacy y TRON: Ares ha sido el de la normalización, más aún, la vulgarización y homogeneización del paradigma productivo y representativo digital, hoy por hoy menos un gesto expresivo que un fondo de pantalla para todo y para todos. Algo que ha hecho casi inevitable la aparición de las inteligencias artificiales generativas y el espejismo que han traído consigo de revolucionar la creación de imaginarios y la gestión de realidades.

El villano de TRON: Ares no podía ser otro, por tanto, que un gurú tecnológico de la IA, Julian Dillinger (Evan Peters), una mezcla de Sam Altman y Mark Zuckerberg cuya ambición pasa por materializar en nuestro mundo producciones virtuales, lo que, por supuesto, escapará a su control. Un programa llamado Ares (Jared Leto) y una ejecutiva informática, Eve (Greta Lee), unirán fuerzas contra la amenaza desatada por Dillinger, lo que apunta hacia un segundo intento de hibridación carne-píxel capaz de abrir para nuestra especie horizontes civilizatorios inéditos.

TRON: Ares maneja algunos conceptos interesantes, como el de la impermanencia —nada en el universo es inmutable, todo está sometido a cambio y movimiento incesantes—, aplicable tanto a las creaciones de las IAs como a la naturaleza de la propia película, en principio una legacy sequel que deriva poco a poco en reboot con posibilidad de secuelas a partir de lo planteado en los filmes previos.

Sin embargo, signo de los tiempos, hay poco en la práctica de radical o especulativo en TRON: Ares. La película es un simulacro nada convincente de blockbuster musculado de antaño, con un largo preámbulo sobrecargado de información, dos o tres escenas de acción espectacular distribuidas a lo largo del metraje —la mejor, el hackeo— y unas cuantas reflexiones dignas de galleta de la suerte entre personajes esquemáticos con traumas estereotípicos, encarnados por pésimos actores.

La confluencia de intriga corporativa y recurso argumental a la IA se solventa del modo más prosaico imaginable. Conscientes quizá de ello, los productores —entre los que figura Leto, impulsor entusiasta del proyecto— han confiado el impacto de TRON: Ares al juego de contrastes plásticos que establece el director de fotografía Jeff Cronenweth entre las texturas sólidas de los cuerpos humanos y la gran ciudad, y los evanescentes haces de luz y colores vibrantes que se identifican en la saga TRON con el ámbito digital, aunque el efecto de ello queda menoscabado por el hecho de que Joachim Rønning —un mercenario de franquicias— está lejos como realizador de Joseph Kosinski. La banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross, tan atronadora como monótona, queda lejos asimismo de la inspiración épica de Daft Punk para TRON: Legacy.

Así las cosas, estamos ante un downgrade por comparación a las películas anteriores que podría equipararse al que supuso Pacific Rim: Insurrección (2018) respecto de Pacific Rim (2013). Si TRON: Ares tiene continuación de inmediato, cosa que dudamos, cuesta imaginar que vaya a ofrecer nada demasiado estimulante. Su escena post-créditos lo ratifica.

  • Montaje: Tyler Nelson
  • Fotografía: Jeff Cronenweth
  • Música: Nine Inch Nails
  • Distribuidora: Disney