Un pequeño mundo

(Un monde )

  • Dirección: Laura Wandel
  • Guion: Laura Wandel
  • Intérpretes: Maya Vanderbeque, Günter Duret, Karim Leklou, Laura Verlinden
  • Género: Drama
  • País: Bélgica
  • 72 minutos
  • Ya en salas

Nora entra en primaria y poco después descubre el acoso que sufre su hermano mayor, Abel. Nora se debate entre la necesidad de integrarse y su hermano, que le pide que guarde silencio.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

«Vivimos en una sociedad en la que no tenemos tiempo, ni quizá tampoco ganas, de comprender el origen de nuestros problemas a fin de poder atajarlos de raíz». Estas declaraciones de la guionista y directora belga Laura Wandel dejan claro el ánimo con que ha afrontado su primer largometraje, premiado con toda justicia por la FIPRESCI en la última edición del Festival de Cannes: Un pequeño mundo, miniatura de 70 minutos de duración en exacta concordancia con el microcosmos que describe, un colegio, y su protagonista, Nora, una niña de siete años que inicia su andadura escolar.

Nora descubre que el patio de recreo es un espacio hostil en el que las relaciones entre el alumnado están marcadas por el ejercicio de la violencia física y psicológica, de la que es víctima su propio hermano mayor, Abel. Podría parecer que Un pequeño mundo es una película sobre el acoso escolar, pero Wandel trasciende la propuesta e indaga en los efectos colaterales que tiene el bullying sobre Nora, dividida entre la admiración que siente por Abel, la percepción súbita de la debilidad de su hermano mayor, y su anhelo de sentirse integrada en el ecosistema infantil a que ha sido arrojada.

Wandel, que ya había analizado con una mirada quirúrgica la trastienda de la naturaleza humana en cortometrajes como O Négatif (2010) y Les corps étrangers (2014), va más allá en Un pequeño mundo al revelarnos a través de los ojos inocentes de Nora el proceso de imbricación del individuo en el colectivo, su asimilación casi inconsciente de las dinámicas de poder y sumisión que regirán su día a día en la edad adulta, y la esencia tenebrosa bajo las apariencias del cuerpo social. Una esencia que obliga a interiorizar estrategias emocionales y pragmáticas de supervivencia, con la codificación de género como factor clave para instaurar desigualdades estructurales.

Nora se debate entre la resistencia y la adaptación al proceso descrito, que ha de afrontar sola ante la impotencia, la indiferencia o incluso la connivencia que ponen de manifiesto la institución familiar y la educativa con un orden determinado de las cosas. Wandel refleja con sutileza los conflictos internos de Nora y los agresivos rituales de iniciación que la rodean. Su puesta en escena es en principio naturalista; presta una atención intensa a los rostros y cuerpos de los niños protagonistas, y deja margen para su improvisación —la obra de los hermanos Dardenne ha ejercido una influencia evidente en la directora—. Pero las imágenes se hallan puntuadas en todo momento por detalles significativos, de implicaciones profundas.

El efecto en el espectador es el de una inmersión casi absoluta en la traumática cotidianidad infantil de Nora, que nos fuerza a revivir nuestros propios dilemas de entonces; ese momento crítico de la niñez en el que supimos de manera instintiva que algo iba mal en nuestro entorno, y tuvimos que escoger entre la alienación y la complicidad con lo establecido. Ese momento que marcó a fuego la diferencia en lo que respecta a nuestras servidumbres en la vida adulta. Una película perturbadora, extraordinaria.

  • Fotografía: Frédéric Noirhomme
  • Montaje: Nicolas Rumpl
  • Distribuidora: Avalon