Visión nocturna

Visión nocturna

  • Dirección: Carolina Moscoso
  • Guion: Carolina Moscoso, María Paz González
  • Documental
  • País: Chile
  • 80 minutos
  • En cines el 19 de marzo

A ocho años de haber sido violada en una playa cercana a Santiago, una joven cineasta arma con decenas de vídeos-diario un caleidoscopio en el que aparecen las heridas del abuso, los victimizantes procesos judiciales y la amistad que la acompaña. En ese viaje se desprende la pregunta: ¿Qué es en realidad una violación y cuándo termina?

Por María Adell Carmona

¿Qué aspecto tiene el mundo después de un hecho traumático? ¿Cómo relacionarte con la realidad tras vivir un episodio de extrema violencia? En su primer largometraje, ganador del festival de cine de Marsella, la chilena Carolina Moscoso reconstruye, con una mirada extrañada y fragmentaria, los ocho años transcurridos desde que su violador la abandonó, ensangrentada y paralizada, en una playa cercana a Santiago. Como quién ordena las piezas de un rompecabezas, Moscoso narra en primera persona esa década de su vida combinando imágenes grabadas por ella misma con material documental de diverso tipo, generando un filme-collage que funciona como confesión personal y como terapia curativa.

Un filme-collage que funciona como confesión personal y como terapia curativa.

Visión nocturna es, como Color perro que huye, de Andrés Duque, una obra heterodoxa e híbrida, marcada por su carácter autobiográfico, la combinación desprejuiciada de material de archivo y la manipulación de la imagen digital. Moscoso, nacida en 1986, forma parte de esa generación que no ha crecido a la sombra del celuloide como registro de la realidad sino de la impureza y fragmentación del píxel. Los recursos visuales utilizados son inacabables y heterogéneos, como si la autora se resistiera a dar una visión monolítica de una realidad —la suya— caleidoscópica e incierta. Las imágenes filmadas con visión nocturna se combinan con otras voluntariamente borrosas, o en movimiento, o grabadas bajo el agua, y también con escenas diurnas que, al ser registradas con esa misma visión nocturna, generan un efecto de imagen quemada —similar al conseguido en Vampir Cuadecuc al filmar con negativo de sonido— que volatiliza formas y figuras. Es una mirada extrañada hacia el mundo que consigue, además, poner en imágenes una subjetividad fragmentaria, una identidad disgregada entre recuerdos, sensaciones, sueños y experiencias.

Esta extrema subjetividad, esta construcción de una personalidad definida por mucho más —amigos y amigas, bailes y canciones, amantes y nacimientos, familia y poesía— que ese acto de violencia, contrasta con la objetividad forense del lenguaje que policías y fiscales utilizan para describir lo que le sucedió. Durante la primera mitad del filme, Moscoso combina los informes médicos y las actas judiciales con unos subtítulos que narran, en primera persona, la violación y sus consecuencias. Del mismo modo que las imágenes de su video-diario van sustituyendo, poco a poco, la pantalla en negro que representa un acto irrepresentable —la violación, siempre en fuera de campo—, la voz de Moscoso surge, cada vez más firme, para sustituir a esos subtítulos silenciosos. Como se relata en el episodio final de la serie Podría destruirte, contar tu historia, ponerle imágenes, puede ayudar a cerrar heridas.

  • Fotografía: Carolina Moscoso
  • Montaje: Juan Eduardo Murillo
  • Música: Camila Moreno
  • Premios: Gran Premio FIDMarseille 2020, Premio Especial del Jurado FICValdivia 2019, Premio Jurado Joven FIDOCS 2019
  • Festivales: Festival de San Sebastián 2020 (Horizontes Latinos)