Wicked
- Dirección: Jon M. Chu
- Guion: Winnie Holzman, Stephen Schwartz (Musical: Winnie Holzman, Stephen Schwartz)
- Intérpretes: Cynthia Erivo, Ariana Grande, Jonathan Bailey, Michelle Yeoh, Jeff Goldblum, Ethan Slater…
- País: EEUU
- Género: Musical
- 160 minutos
- Ya en cines
- «Ambientada en la Tierra de Oz, mucho antes de la llegada de Dorothy Gale desde Kansas, la trama abarca los acontecimientos del primer acto del musical original de Broadway»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
Desde que L. Frank Baum publicó en 1900 el primer episodio de su saga literaria sobre Oz, el reino donde se ve arrastrada accidentalmente la pequeña Dorothy y donde se enfrenta a la Malvada Bruja del Oeste, no han dejado de producirse adaptaciones, versiones y relecturas de su obra, llena de resonancias alegórica sobre temas que nos afectan a todos: desde los valores que nos permiten triunfar en la lucha por la vida y contra la injusticia, a la búsqueda de un equilibrio entre el realismo y la imaginación en la gestión del día a día, pasando por el sentido del Bien y el Mal en la sociedad y las diferencias que median entre magia y truco, fundamentales para entender la cultura popular.
La adaptación más notable del libro de Baum es, por supuesto, El mago de Oz (1939), un prodigio técnico y una película de extrema luminosidad y, a la vez, múltiples capas de misterio que ha fascinado a varias generaciones de espectadores, realizadores y críticos. Pero han existido otras muchas versiones, entre las que nos gustaría destacar la melancólica Oz, un mundo fantástico (1985); el magnífico cómic creado por Eric Shanower y Skottie Young en 2009; y Oz, un mundo de fantasía (2013), desconcertante colisión entre los imaginarios de Sam Raimi, la Disney posterior a Alicia en el País de las Maravillas (2010) y la cinefilia retrofuturista del IMAX y el 3D.
Se han producido de hecho tantas variaciones y permutaciones de El mago de Oz que Wicked puede considerarse un ejercicio textual metamoderno, una gran narrativa fruto del diálogo más o menos fluido entre narrativas previas: la película de John M. Chu, primer jalón de un díptico que concluirá el año que viene, se basa en el musical homónimo de Stephen Schwartz y Winnie Holzman estrenado en 2003, que a su vez teñía de amabilidad una novela rabiosamente posmoderna de Gregory Maguire donde la Malvada Bruja del Oeste era la heroína del relato y Oz un espejismo de paz bajo el que latían sórdidas intrigas políticas y una represión brutal de los discrepantes al sistema.
Wicked trata de hallar un equilibrio entre la torturada sensibilidad millennial de Maguire, el clasicismo del musical de Schwartz y Holzman —coguionista del filme— y la emulación de los insípidos blockbusters de imagen real que Disney ha institucionalizado en los últimos quince años a partir de sus clásicos animados. La sorpresa es que el resultado de esta mezcla de sensibilidades y registros funciona, y, aunque desde luego Wicked se halla más próxima en espíritu al musical y el modelo Disney de fantasía doméstica que a la novela de Maguire, alberga una dosis considerable de épica y acidez.
Hasta el punto de que, se haya pretendido o no, las peripecias de la futura Bruja del Oeste, Elphaba (Cynthia Erivo), una outsider desde que su nacimiento nos descubre que su piel es verde hasta su ingreso en la universidad, donde entabla una conflictiva amistad con quien será años más tarde su archienemiga, Galinda (Ariana Grande) —es decir, la Bruja Buena del Norte, defensora de Oz—, están marcadas por una visión muy crítica de la hegemonía política y cultural en Occidente que la reciente victoria de Donald Trump amenaza con derrocar. Los prejuicios que los habitantes de Oz despliegan contra Elphaba por la tonalidad verde de su piel, su carácter emprendedor y sus inquietantes poderes —es declarada monstruo antes de ser un monstruo—; el postureo ético y la intolerancia al disenso que presiden la institución académica donde estudian ella y Galinda; y la continua minusvaloración o manipulación de los poderes reales que ostenta Elphaba para que se amolden a la mediocre autocomplacencia y el hedonismo de marca blanca que triunfan en el reino, recuerdan mucho a las actitudes de esos sectores de supuesta izquierda que han regido nuestros destinos durante los últimos años sin tener en consideración las circunstancias reales de la ciudadanía, ocupados como han estado en el ejercicio de la pose y la censura, y que ahora patalean de forma pueril ante el ascenso —el desafío a la gravedad que canta Elphaba— de figuras como Trump y Elon Musk.
Sería absurdo hablar de «la primera película de la (segunda) era Trump», pero sí merece señalarse que la cultura pop siempre ha sabido hacerse un eco inmejorable del zeitgeist de su época, y Wicked no es una excepción. Ahora bien, si la película vale la pena más allá de su sorprendente agenda política es porque su evolución desde la teen movie con magia incluida —en tanto referentes obvios, las sagas High School Musical y Harry Potter son bien reinterpretadas— hasta las aventuras oscuras, incluso terroríficas, de Elphaba y Galinda cuando viajan a Oz, está bien graduada. Además, aunque los efectos visuales y la fotografía sean irregulares y la dirección de John M. Chu deje que desear en momentos clave —véase el destrozo del número El mago y yo a base de feos cortes y reposicionamientos de Cynthia Erivo—, la película hace gala de un vigor y una alegría ausente de las superproducciones actuales que cabe achacar a los golpes humorísticos y un puñado de canciones brillantes pero, también, al apoyo prestado a las imágenes por la ambientación instrumental de John Powell, cuyo talento para la extravagancia y la acción ya se había puesto de manifiesto en las sagas Kung Fu Panda y Cómo entrenar a tu dragón y una de las mejores bandas sonoras de este siglo, Horton (2008).
El elemento sin embargo más importante de la película es la amistad entre Galinda y Elphaba y, aunque Ariana Grande no está a la altura de la carismática Cynthia Erivo, la química entre ambas actrices es estupenda y contribuye a realzar la tragedia que pende sobre sus personajes fruto del conformismo de una y la rebeldía de la otra. El momento en que Galinda remata el atuendo de Elphaba antes de que esta emprenda un vuelo de bruja/supervillana tan icónico como el del Superman de Christopher Reeve o el Neo de Matrix, o la bellísima escena de baile entre ambas, donde todo un statu quo salta por los aires, respiran una emoción profunda y hacen que, pese a los muchos defectos de Wicked, ardamos en deseos de ver su segunda parte.
- Montaje: Myron Kerstein
- Fotografía: Alice Brooks
- Música: Stephen Schwartz, John Powell
- Distribuidora: Universal Pictures