Por Roberto Morato

No existe época más turbulenta dentro del desarrollo del ser humano que la adolescencia. Si a eso le sumamos la pérdida repentina de ambos padres en un accidente y tener que reubicarte con una familia de ascendencia criminal, tenemos el cóctel explosivo ideal para presentar Wildland, el último relato criminal que nos llega de los países nórdicos, en este caso Dinamarca, y que estrena en salas Filmin tras su paso por festivales como Berlín o Gijón.

En la tradición del último thriller nórdico: entornos asfixiantes, pulsiones malsanas, violencia soterrada… Nordahl plasma estas coordenadas a través de la visión de su protagonista adolescente: un constante juego de espejos entre aquello que está ocurriendo delante de nuestros ojos y los procesos interiores de su protagonista

La directora novel Jeanette Nordahl asienta la estructura de su largometraje en los tropos cinematográficos y temáticos de buena parte de la tradición del último thriller nórdico, no en vano ha desarrollado parte de su carrera como ayudante de producción en series como la exitosa Borgen, y tiene claro qué teclas apretar para que el espectador reconozca los resortes de un estilo y unas coordenadas temáticas bien sabidas por el espectador. Entornos cerrados y asfixiantes, normalidad aparente bajo la que palpitan pulsiones malsanas, violencia soterrada, personajes recluidos en sus propios pensamientos ante la imposibilidad de poder expresarse… Lo más interesante es la manera que tiene Nordahl de plasmar estas coordenadas de género a través de la visión de su protagonista adolescente —la excelente y casi debutante Sandra Guldberg Kamp—, donde la realidad queda filtrada a través de su mirada y donde la imagen siempre queda dividida entre aquello que nosotros vemos como espectadores y aquello que está sintiendo la joven Ida. La cineasta propone un constante juego de espejos y cambios de planos entre aquello que está ocurriendo delante de nuestros ojos y los procesos interiores de su protagonista, un acercamiento novedoso que le acerca a otras propuestas similares con las que se le ha comparado.

En sus apenas ochenta y ocho minutos de duración, Wildland es capaz de construir una metáfora perfecta de las pulsiones que laten bajo la sociedad danesa en la figura de la matriarca del clan interpretada por la siempre eficiente actriz nórdica Sidse Babett Knudsen, protectora, familiar y reconfortante de cara al exterior pero con una penetrante actitud felina de depredación a la hora de proteger sus intereses y canibalizar al resto de individuos de su alrededor que no integran su clan.