Fly me to the moon
- Dirección: Greg Berlanti
- Guion: Rose Gilroy
- Intérpretes: Scarlett Johansson, Channing Tatum, Woody Harrelson, Ray Romano, Jim Rash…
- País: EEUU
- Género: Comedia
- 132 minutos
- Ya en cines
- «Ambientada en el histórico alunizaje del Apolo 11, en 1969. Llamados para mejorar la imagen pública de la NASA, las chispas vuelan en todas las direcciones cuando la prodigio del marketing Kelly Jones (Johansson) causa estragos en la ya difícil tarea del director del lanzamiento Cole Davis (Tatum). Cuando la Casa Blanca considera que la misión es demasiado importante para fracasar, Jones recibe la orden de simular un alunizaje falso como respaldo, comenzando la verdadera cuenta atrás…»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
En una escena temprana de Fly Me to the Moon, Cole Davis (Channing Tatum), uno de los máximos responsables de la misión espacial Apolo 11, asegura a su equipo que, por duro que resulte el esfuerzo de llevar al ser humano por vez primera a la Luna, cuando lo hayan logrado les quedará la satisfacción de haber participado en la concreción de algo que hasta entonces nuestra especie solo había podido imaginar. Salvando las distancias que se quieran, lo mismo podría decirse de esta inteligente hibridación entre la comedia romántica y la especulación histórica, que surge en una época abisal para la cartelera y que se atreve a cifrar en imaginarios añejos la proyección del cine comercial estadounidense hacia el futuro, cuando todo hace pensar cada vez más en un colapso del modelo.
Desde sus títulos de crédito iniciales, excelente síntesis histórica y sociológica de Estados Unidos entre los años cincuenta y finales de los sesenta, Fly Me to the Moon pone de manifiesto que hay alguien al volante a nivel de escritura y producción audiovisual, una rareza hoy en día. La presentación de Kelly, encarnada por una Scarlett Johansson a la que echábamos de menos, pletórica en expresividad y encanto, lo confirma, pese a que el montaje de Harry Jierjian —y no será la única vez— malbarate en ocasiones las intenciones de la cámara. Además, el personaje a cargo de Johansson, una creativa publicitaria a quien recurre el gobierno estadounidense para devolver la popularidad a la NASA en tiempos de recortes presupuestarios y desencanto colectivo, así como la relación plagada de altibajos que establece con Cole, nos llevan de cabeza a las comedias románticas sobre profesionales que se atraen de inmediato pese a separarles sus puntos de vista sobre la labor que tienen entre manos, un (sub)género que hizo fortuna en Hollywood entre los años treinta y cincuenta y resurgió en el periodo de entresiglos.
La guionista Rose Gilroy, sobrina del veterano Tony Gilroy, demuestra un conocimiento fundado de las claves que articulaban aquellos filmes, y les insufla nueva vida a través de una dialéctica entre Cole y Kelly, mientras el primero lucha por rematar con éxito la misión Apolo XI y la segunda por hacerla digerible para el ciudadano/consumidor medio, donde funcionan tanto los gags puntuales como el humor de largo alcance, los apuntes emotivos y románticos, y, lo más sorprendente, la pugna entre las posiciones de uno y otra ante sus respectivos desempeños profesionales. Dicha pugna tiene su origen en los sinsabores existenciales de Cole y Kelly —Fly Me to the Moon es una ficción con personajes, no un ejercicio inerte de agenda— y, tras los inevitables desencuentros, sus posturas confluirán en un punto medio. El ingeniero concienzudo habrá de reconocer la importancia de poner públicamente en valor su trabajo, y la experta en marketing aprenderá que no es lo mismo engalanar el trabajo bien hecho que vender humo.
En ese sentido, Fly Me to the Moon es una propuesta de alcance político acerca del trabajo como proyección de la identidad y las posibilidades de la honradez, el mérito y la creatividad en un mundo sumiso a los intereses creados y la pinza entre Capital y Estado. Ello se traslada a imágenes en las que debaten de forma armoniosa lo liviano y lo profundo, el cinismo y el idealismo, el gran espectáculo y los comentarios en torno a su naturaleza esencial de trampantojo. Fly Me to the Moon es digna de verse en una sala de cine: los aspectos técnicos son fabulosos, con mención especial para la épica banda sonora de Daniel Pemberton y la fotografía del gran Dariusz Wolski, quien se permite un divertido cameo; el director Greg Berlanti gestiona con pulcritud el formato panorámico; y, más allá de Scarlett Johansson, también cabe destacar en el reparto a Jim Rash, Anna Garcia, Ray Romano y, sobre todo, un Woody Harrelson por encima del bien y del mal en la piel de un inquietante agente del gobierno. Pero todas estas virtudes son puestas en cuestión mediante una subtrama que atañe a la supuesta simulación del alunizaje de 1969.
En un primer momento, la parte del metraje correspondiente a la creación de un decorado donde se pretende escenificar la retransmisión televisiva de los primeros pasos lunares de Neil Armstrong si la misión real desemboca en fracaso parece un tropiezo en el ritmo de Fly Me to the Moon o, como han denunciado algunos críticos estadounidenses, un guiño inoportuno a la conspiranoia antisistema. Sin embargo, este experimento con la ficción histórico-especulativa acaba por dar lugar en el clímax de la película a un fascinante juego de espejos entre imágenes que trasciende la ficción para arrojar interrogantes incómodos sobre la propia película en tanto artefacto cultural y sobre nuestro presente de vivencias irreales y simulaciones hiperrealistas, alienación perpetua y continua sospecha, donde lo factual y lo tangible han perdido su sabor en contraste con una inmersión en lo virtual sobreexcitada por edulcorantes audiovisuales, anabolizantes emocionales y chutes narcisistas de dopamina.
A falta de poder desarrollar con más amplitud estas reflexiones, baste con señalar que cuando Cole le espeta a Kelly “si falseas la misión, todos los esfuerzos y sacrificios que hemos hecho para materializarla habrán sido en balde”, da en la línea de flotación de nuestro tiempo, abonado al “negocio de la humanidad simulada (…) que disloca la relación entre cuerpo y mente, entre acto y apariencia” (José María Lassalle). Fly Me to the Moon no solo es una película bella, viva, sobrada de carisma; abunda además en apreciaciones que cabe equiparar por su interés a las ofrecidas en títulos recientes de tanto prestigio como La bestia (2023).
- Montaje: Harry Jierjian
- Fotografía: Dariusz Wolski
- Música: Daniel Pemberton
- Distribuidora: Sony Pictures