I never cry (Yo nunca lloro)

(Jak Najdalej Stąd)

  • Dirección: Piotr Domalewski
  • Guion: Piotr Domalewski
  • Intérpretes: Zofia Stafiej, Arkadiusz Jakubik, Kinga Preis, Dawid Tulej, Nigel O’Neill
  • Género: Drama
  • País: Polonia
  • 93 minutos
  • Ya en salas

Ola debe viajar a Irlanda para trasladar a Polonia el cuerpo de su padre, muerto en un accidente en la construcción. Lejos de interesarse por él, Ola quiere saber si su padre ahorró el dinero necesario para el coche que le había prometido. Mientras se las apaña para lidiar con la burocracia extranjera utilizando su picardía, comienza a conocer a su padre.

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

La segunda realización del polaco Piotr Domalewski se estrena en nuestro país pasado casi año y medio desde su programación en la LXVIII edición del Festival de San Sebastián. En tanto película muy del gusto de certámenes y plataformas consagradas al cine de autor, Yo nunca lloro se sitúa en la encrucijada entre dos formas de realismo cinematográfico sucesivas: la que hasta hace pocos años había primado el retrato de problemáticas sociales desde perspectivas marxistas, y la que denuncia en la actualidad las dificultades para la expresión de la identidad en entornos opresivos.

Si Yo nunca lloro acaba por ser una película más que recomendable es porque sabe eludir la adscripción a cualquiera de dichas formas codificadas de realismo, prefiriendo encontrarse a sí misma con formas tan desenvueltas y expeditivas como las de su personaje principal: Ola, una adolescente voluble que se ve obligada a viajar a Irlanda, donde había trabajado su padre hasta su fallecimiento en un accidente. Los intentos de Ola por aclarar las circunstancias de la muerte de su padre en tierra extraña y por repatriar su cuerpo a Polonia casi sin medios económicos otorgan un matiz imprevisto a los rasgos más discutibles de su manera de ser y potencian los mejores, hasta que su viaje adquiere un carácter iniciático de madurez.

El periplo de Ola en Irlanda sirve por otra parte al efecto de evidenciar cómo los contextos de clase se mantienen en todas las latitudes, a pesar de las fantasías de bienestar que propicia la emigración entre quienes quedan atrás. Los desplazados terminan por crear redes de supervivencia y afectos difíciles de explicar para quienes no comparten su precario trayecto existencial. Ola aprenderá a conocer y entender a su padre, una figura distante para ella hasta entonces, a través de otros que, como él, han tenido que buscarse la vida fuera del hogar. A veces, el más inhóspito de los lugares para conocer de verdad a quienes tenemos más cerca. Atreverse finalmente a llorar será el mejor homenaje posible que la joven pueda dedicar al fallecido y a sus propias posibilidades de futuro.

Lo que cuenta Domalewski está lejos de resultar novedoso. Podría decirse incluso que Yo nunca lloro es convencional. Sin embargo, en sintonía con su protagonista, la película acierta siempre a extraer lo más sugerente de aspectos explotados hasta la saciedad mediante una mezcla desarmante de concisión narrativa y humor negro. A ello hay que sumar una crítica social sin subrayados facilones y una actriz protagonista, Zofia Stafiej, de gran precisión expresiva.

Yo nunca lloro es una de tantas películas sobre mujeres a la fuga, en busca de otros sentidos para el mundo y para sí mismas, que abundan hoy por en el circuito internacional de festivales. Pero su protagonista es de carne y hueso y, cuanto la rodea, creíble. Un mérito enorme en comparación, sin ir más lejos, con otros títulos programados —y premiados— en ediciones recientes del Festival de San Sebastián como Unwanted, As in Heaven o Blue Moon. Propuestas faltas de coherencia a la hora de definir a sus sufridas heroínas —o, mejor dicho, víctimas— y fallidas en su plasmación de realidades que acaban por resultar autoparódicas, cuando no grotescas, a golpe de excesos argumentales. Yo nunca lloro prefiere no manipularnos y dejar que acompañemos a Ola en una aventura arquetípica de supervivencia, autodescubrimiento y conocimiento de las muchas y complejas facetas que integran eso que llamamos realidad.

  • Fotografía: Piotr Sobocinski Jr.
  • Montaje: Agnieszka Glinska
  • Música: Hania Rani
  • Distribuidora: Reverso Films