Immaculate

  • Dirección: Michael Mohan
  • Guion: Andrew Lobel
  • Intérpretes: Sydney Sweeney, Álvaro Morte, Simona Tabasco, Benedetta Porcaroli…
  • País: Estados Unidos
  • Género: Terror
  • 89 minutos
  • Ya en cines

  • «Cecilia, una mujer de fe devota, recibe una cálida bienvenida a la perfecta campiña italiana, donde le ofrecen un nuevo puesto en un ilustre convento. Pero Cecilia se da cuenta de que su nuevo hogar esconde oscuros y horripilantes secretos.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Como ya hemos señalado en varias ocasiones, no existen en el ámbito de la cultura mainstream dos productos iguales. Ni siquiera cuando así lo han pretendido creadores oportunistas. Siempre pueden rastrearse matices, digresiones, sorpresas, que obligan a pensar cada película, cada cómic, cada disco, en sus propios términos. Immaculate, tercera colaboración de la actriz Sydney Sweeney con el director Michael Mohan tras la serie Everything Sucks! (2018) y el thriller erótico Los voyeurs (2021), es un nuevo ejemplo de ello.

Su planteamiento y el de La primera profecía (Arkasha Stevenson, 2023), aún en cartel a la hora de escribir estas líneas, son idénticos: una joven novicia estadounidense llega a una institución religiosa italiana para jurar sus votos y cumplir con sus deberes religiosos, pero pronto es víctima de una siniestra conspiración que exige de ella ser depositaria de un nuevo mesías. Pero ni esa similitud argumental, ni el hecho de que tanto La primera profecía como Immaculate participen con descaro del revival del nunsploitation que vivimos desde hace un tiempo, permiten concluir que se trata de películas clónicas. Por el contrario, sus diferencias contribuyen a que ambas sean, no solo recomendables, sino también complementarias.

La disparidad esencial entre una y otra película estriba en sus referentes y las soluciones formales derivadas de ello. Como apuntábamos hace unas semanas en la crítica correspondiente, La primera profecía es deudora de la franquicia inaugurada por La profecía (1976) y, por extensión, las mutaciones experimentadas en el último medio siglo por el cine estadounidense en términos de montaje y sofisticación sonora y fotográfica. A consecuencia de ello, La primera profecía es una película sin duda agresiva visualmente pero en el marco del preciosismo, la codificación manierista y la pulsión rítmica. Como es habitual en el cine estadounidense mayoritario, La primera profecía está empeñada en simular que ocurren muchas cosas a lo largo de un metraje expandido hasta las dos horas a golpe de nervio audiovisual.

Immaculate puede presumir en cambio de durar apenas noventa minutos que se sustentan en la elipsis, el sobreentendido y la evanescencia narrativa. Su talante es contemplativo y feísta. Al respecto, se ha comentado hasta la saciedad el último y excelente plano secuencia de tres minutos —el do de pecho (interpretativo) de Sydney Sweeney hasta la fecha—, pero resulta obligado mencionar también la larga pesquisa de nuestra protagonista candil en mano o su huida por las catacumbas del convento.

El modelo que atiende Michael Mohan como realizador es el cine europeo de género, desde el eurotrash de los años setenta hasta el nuevo extremismo francés de principios de este siglo. Es la razón además de que, frente a la revisión por La primera profecía del nunsploitation desde un punto de vista abiertamente político, Immaculate prefiera adscribirse a la ambigüedad característica del subgénero, que representó en su momento una reacción compleja al women’s lib y el descrédito de las instituciones religiosas.

Así, Mohan fuerza el guilty pleasure heteronormativo a cuenta del atractivo de Sydney Sweeney, muestra con delectación los tormentos y asesinatos de las monjas atraídas hacia el convento, y, por otro lado, sugiere vertientes queer y apuesta por una perspectiva feminista que se sustancia en los esfuerzos rabiosos de Cecilia (Sweeney) por escapar a su destino pero, también, en cómo sus ojos embriagados de fe tornan, según evoluciona el relato, en  pupilas dilatadas por la lucidez. No olvidemos que la vocación religiosa de Cecilia se vincula con un regreso de entre los muertos tras un accidente en su infancia, por lo que su odisea noctívaga y subterránea en el convento tiene algo de carnaval de las almas con un despertar feroz. Recomendamos en ese sentido la película previa de Sweeney y Michael Mohan, Los voyeurs, que era asimismo un exploit —en su caso de Alfred Hitchcock y Zalman King— y también albergaba discursos relacionados con las expectativas de la mirada y los abismos que se abren de improviso ante los ojos. Quien busca de verdad siempre encuentra, pero no lo que creía desear sino lo que más temía.

  • Montaje: Christian Masini
  • Fotografía: Elisha Christian
  • Música: Will Bates
  • Distribuidora: Diamond Pictures