John Wick 4

  • V.O.: John Wick: Chapter 4
  • Dirección: Chad Stahelski
  • Guion: Michael Finch, Shay Hatten
  • Intérpretes: Keanu Reeves, Rina Sawayama, Bill Skarsgård, Donnie Yen, Laurence Fishburne, Ian McShane, Scott Adkins, Lance Reddick
  • Género: Acción
  • País: EEUU
  • 169 minutos
  • El 24 de marzo en cines

«John Wick descubre un camino para derrotar a la Alta Mesa. Pero para poder ganar su libertad, Wick deberá enfrentarse a un nuevo rival con poderosas alianzas en todo el mundo, capaz de convertir a viejos amigos en enemigos.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

¿Pueden aspirar los motores gráficos a la vida de ficción? La serie John Wick —cine con alma de videojuego, software liberado de la consola— ofrece un sí por respuesta. Aunque sus artífices sean muy conscientes de que, en el audiovisual de hoy, toda imagen es una divisa con valor de cambio arbitrario, un camino de ida y vuelta con múltiples lecturas.

De ahí el encanto y la ambigüedad que han respirado estas películas de acción interpretadas por Keanu Reeves, y de ahí también su melancolía. Una melancolía sustanciada en esta cuarta entrega como reiteración obsesiva de amaneceres y atardeceres, de astros reyes heridos por la línea del horizonte, que culmina en una visión sublime y agónica que estremece a Wick en las escaleras-decorado del Sagrado Corazón de París, bajo la iluminación-simulacro debida al cursor y el croma.

En este sentido, la conspiranoia friki acerca de los vínculos entre las sagas Matrix y John Wick, galvanizada por la cínica —y lúcida— Matrix Resurrections (2021), esconde una intuición acertada: si Neo acabó por personificar en Matrix un pacto máquina/ser humano que nos permitía tender puentes entre el desierto de lo real y la tierra digital prometida, las aventuras de John Wick son idóneas para entender el éxtasis lúdico y tecnológico en que ha desembocado nuestro estado arreal de conciencia entre lo tangible y lo virtual.

Al respecto, John Wick 4 nos brinda un plano bellísimo, uno de los más destacables de la temporada: la toma cenital que sigue a Wick mientras elimina a un tropel de enemigos en el interior de un caserón. Un momento que aúna sentido y sensibilidad escenográficos, talento en la gestión de los tiempos y espacios del plano cinematográfico, y comprensión del lenguaje de los videojuegos.

Y, sin embargo, esa amalgama de códigos representativos, a la que cabe añadir homenajes más o menos explícitos a tradiciones diversas del cine de acción, coreografías de especialistas y explosiones digitales de sangre, localizaciones cool y vestimentas de marca, el esfuerzo ímprobo por orquestar un universo —una industria— de ficción que vaya más allá de su protagonista, solo prende en la mirada cuando las imágenes nos descubren su oquedad; cuando la suma abrumadora de signos y gestos culturales se delata suspendida sobre un espejismo de relevancia siempre a punto de quebrarse. John Wick está entre las franquicias de acción más innovadoras de los últimos años… y entre las más crueles como retrato de los tiempos en duermevela creativa que vivimos.

Esto tiene un impacto inevitable en Wick, figura existencialista por antonomasia del cine reciente. El duelo por su pareja y la muerte de su perro hicieron de él a partir de John Wick (2014) un perpetuum mobile del asesinato, que liquida compulsivamente a sus adversarios para robarles el pulso que dejó de latir hace años en sus propias venas. Wick participa así del adagio camusiano de que «para la mayoría de los hombres, la guerra constituye el fin de la soledad». Pero, además, las dinámicas de movimiento que el guionista Derek Kolstad y el director Chad Stahelski han implementado en él le convierten en una entidad híbrida, un avatar que sueña con ser un personaje y un personaje que se comporta a menudo como un avatar.

La dialéctica entre cine y videojuego se ha inclinado película a película hacia el segundo medio, sin que la aplicación de capas de diseño cada vez más sofisticadas logre camuflar que el motor gráfico de la aventura continúa siendo el mismo desde John Wick 2 (2017). Es una pena que John Wick 4 pretenda ser un hito significativo de la serie pero todo en ella suene a repetición, exceso, subrayado, postizos… en definitiva, a una programación mecánica.

Problemas que, con una duración cercana a las tres horas, algunas set pieces tan alargadas como fallidas —véase la que acontece alrededor del Arco del Triunfo—, y un trabajo de puesta en escena y dirección artística más desaliñado que en entregas previas, derivan en una propuesta tediosa y de autocomplacencia irritante. La épica de los minutos finales y nuestra complicidad no bastan para sostener John Wick 4, cuyos síntomas de fatiga deben compartir Keanu Reeves, Derek Kolstad y Chad Stahelski a tenor del osado punto y aparte que cierra la película. Cuando la saga vuelva a ponerse en marcha, tanto da si con la mente puesta en el cine o los videojuegos, convendría que tuviese presentes las palabras de Wick cuando hablaba en John Wick 2 del tipo de arma que le gusta llevar consigo: «precisa, sólida, imprevisible».

  • Fotografía: Dan Laustsen
  • Montaje: Nathan Orloff
  • Música: Tyler Bates, Joel J. Richard
  • Distribuidora: Diamond Pictures