Men

  • Dirección: Alex Garland
  • Guion: Alex Garland
  • Intérpretes: Jessie Buckley, Rory Kinnear, Paapa Essiedu, Gayle Rankin, Zak Rothera-Oxley, Sonoya Mizuno
  • Género: Terror
  • País: Reino Unido
  • 100 minutos
  • 22 de julio en salas

«Tras sufrir una tragedia personal, Harper (Jessie Buckley) se retira sola a la hermosa campiña inglesa, con la esperanza de haber encontrado el lugar ideal para curarse. Pero algo o alguien parece estar acechándola. Lo que comienza como un pavor latente terminará convirtiéndose en una auténtica pesadilla, habitada por sus recuerdos y miedos más oscuros.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

El viejo adagio de que todos los hombres son iguales adquiere sentido literal en Men, cuarta producción audiovisual escrita y dirigida por Alex Garland. En la estela de sus trabajos como guionista para Danny Boyle o Mark Romanek, Garland había apostado en Ex Machina (2014), Aniquilación (2018) y la serie DEVS (2020) por la ciencia ficción. Men deja ese género a un lado para trasladar las inquietudes habituales de Garland en torno a la condición humana en tiempos de extrañeza metafísica a los ámbitos del realismo especulativo, el terror campestre y hasta el body horror, como prefiera cada cual.

 La protagonista de Men es Harper (Jesse Buckley), una joven que, tras sufrir un catastrófico incidente marital en Londres, decide pasar su duelo emocional en la campiña británica. Un escenario idílico, más aun, edénico —el primero de los muchos simbolismos presentes en la película— que se torna siniestro cuando los hombres de la localidad empiezan a delatar comportamientos misóginos. La tensión estalla en una noche de asedio contra Harper que le revelará hasta qué punto el estrés postraumático en que se halla sumida no es sino el síntoma individual y presente del malestar colectivo y ancestral que padecen las mujeres; un malestar ligado a la reiteración impune desde tiempos inmemoriales de los constructos que articulan la masculinidad.

Alex Garland declaraba que le ha costado quince años dar forma al guion de Men y que, a última hora, lo que le ha interesado sobre todo es participar en los debates contemporáneos acerca de las relaciones entre hombres y mujeres “sin parecer tonto”. No en balde, a las pretensiones habituales del Garland realizador hay que sumar la implicación creativa en Men del estudio A24, empeñado en elevar las claves del cine de género a la altura de las revistas de tendencias más cool del momento. En la práctica, sin embargo, las imágenes de Men no aportan nada significativo al estado de la cuestión, ni tienen claro si se mueven en un registro onírico o consciente; y, por otro lado, los intentos de Garland por adornarlas apelando a una banda sonora rimbombante, la sobrecarga interpretativa de Rory Kinnear, flashbacks en los momentos más inoportunos y líneas de fuga histriónicas terminan por parecer… un poco tontos.

Es una lástima porque, a través de las desventuras de Harper en la Inglaterra rural, Garland apunta una deconstrucción fascinante de género centrada en la novela romántica inglesa escrita entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, mientras que, como realizador, vuelve a poner de manifiesto su habilidad para los espacios liminales de la ficción, en los que la textura de lo real se disgrega y se vislumbra lo numinoso. Véase la magnífica escena temprana en la que Harper pone literal y figuradamente a prueba el alcance de su voz en un túnel. Pero, como en tantas películas de hoy, ese momento responde a una idea feliz seguida sin una ilación argumental coherente por otras muchas ideas desafortunadas y, sobre todo, volátiles. Men llega a su desenlace sin aliento, sobrada de ocurrencias y falta de sentidos relevantes, algo que empieza a ser costumbre en la trayectoria de Garland.

Lo más problemático de Men, en cualquier caso, es que, como Ex Machina del propio Garland, Última noche en el Soho (2021) o la grotesca Cha Cha Real Smooth, ¡a bailar! (2022), exuda la sensibilidad impostada del aliado feminista. Una figura vidriosa que, cuanto más simula preocuparse dentro y fuera de la ficción por el papel de las mujeres en el tejido social, más deja en evidencia que tan solo ha sofisticado programaciones masculinas de siempre. No hay que olvidar que, desde sus planos iniciales y el tema musical que los acompaña, Love Song (1971), de Lesley Duncan, Men promete ser una película sobre el equilibrio de miradas entre el Yo y el Otro como base para la auténtica igualdad entre semejantes, para una correspondencia creíble entre las frustraciones y necesidades de unos y otras. Mirar equivale a (re)conocer, ser mirado equivale a ser (re)conocido.

Lo que sucede a continuación es que Harper se ve obligada durante todo el metraje a contemplar el extravagante proceso que desemboca en el eterno retorno de lo igual y, por extensión, el proceso fílmico no menos extravagante que Garland pone en escena como auteur. Men acaba como empieza, con una Harper sin agencia, espectadora meditabunda del aparato simbólico dispuesto a su alrededor, sin una mirada curiosa que arroje luz sobre ella. Garland ha declarado en varias ocasiones que su intención en Men ha sido despojar a la masculinidad de sus atributos de dominio para revelar su fragilidad e incluso sus vertientes ridículas, pero el rostro de Jesse Buckley ante su despliegue de narcisismo creativo es el de una esfinge. Garland ha puesto mucho cuidado en que no sepamos qué piensa Harper de lo ocurrido en la película, qué piensa de él.

  • Fotografía: Rob Hardy
  • Montaje: Jake Roberts
  • Música: Geoff Barrow, Ben Salisbury
  • Distribuidora: Vértice 360