Paul Verhoeven

– Paul Verhoeven: entrevista –


Tras causar sensación en Cannes con Elle, hoy en salas, Paul Verhoeven ha pasado varios días con nuestro crítico Emmanuel Burdeau en La Haya para participar en un libro de entrevistas que será publicado en otoño por Capricci. De estas entrevistas, ha extraído para SoFilm un avance que evoca los pechos de las mujeres, Jean Moulin, Arnold Schwarzenegger, Kirk Douglas y Juana de Arco.

«… inconcebible que una santa hubiera podido mostrar sus pechos».
En Hollywood me he hecho amigo de John Landis. Se mostró extremadamente amable conmigo. Creo que se debe, entre otras cosas, a que necesitaba mi apoyo después de la muerte de su actor Vic Morrow y de dos niños en aquel terrible accidente durante el rodaje de En los límites de la realidad. (…) Pensaba que siendo europeo no tendría un prejuicio negativo con respecto a él. En mis inicios en Los Ángeles, también conté con la ayuda de Billy Friedkin. Mel Brooks me ayudó y apoyó durante mucho tiempo. Durante años respaldó mi proyecto de película sobre Jesús. Yo asistía dos veces a la semana a un seminario sobre Jesús en San Francisco, en el que estaba bastante implicado, ¡y era él quien lo pagaba todo! Se gastó 50.000 dólares para ayudarme a escribir un guión. Creo que le gustaba la idea de que esta historia me interesara de una forma estrictamente secular.

Mel Brooks es un tipo increíble, he cenado varias veces en su compañía. (…) Es divertido en el cine, pero mucho más cuando cenas con él. Es alucinante ver a un tipo tan preciso, tan vivo y tan rápido con las palabras, la manera que tiene de contar las historias es extraordinaria.

Me apoyó con mucha amabilidad, a partir de nada, por así decirlo, simplemente porque el proyecto le parecía interesante. Y cuando empezó a saberse que estaba preparando una película sobre Jesús —fue hace veinte años, por aquel entonces pensaba en Daniel Day-Lewis para el papel—, recibió numerosas amenazas antisemitas, cientos de cartas: vamos a tomarla con sus hijos, aléjese de nuestro Salvador… Después, siguió respaldándome, pero de manera más discreta.
Dreyer tenía un proyecto de película sobre Jesús, para el que había estudiado hebreo. Leí el guión. Quería realizarla con un actor sueco, pero como este no estaba disponible, Dreyer rodó Gertrud. Y luego falleció. No obstante, pienso que formaba parte de los pocos cineastas capaces de contar semejante historia. Ordet (La palabra) es una película extraordinaria, ¡el milagro es tal que casi nos lo creemos! Y Dreyer sigue siendo aquel que ha dirigido la mejor película sobre Juana De Arco. ¡Aún no he visto mejor que esa!

Estos últimos años he acumulado libros sobre Juana de Arco. Insisto en pensar que su historia no ha sido contada como se debe. Lo más interesante sobre ella es la transcripción de su juicio. Es extraordinaria la manera en que aquella jovencita responde a la cuarentena de supuestos sabios de la Universidad de París. Vi la película de Bresson sobre el juicio, es demasiado lenta, se mete demasiado en el drama. Las respuestas de Juana eran mucho más vivas, rápidas, insolentes, una detrás de otra.

Si un día consigo hacer esta película, me gustaría que empezara mucho más tarde, cuando tuvieron lugar las conversaciones sobre su canonización. Estalló una enorme controversia en la Iglesia católica cuando se dieron cuenta de que en la cárcel, obligada a cambiarse de ropa, tuvo que mostrar sus pechos a un guardia. Ahora bien, les parecía inconcebible que una santa hubiera podido mostrar sus pechos. ¿Lo sabía? Me encanta esta historia, ¡me parece fantástica! Quisiera empezar así mi película. Sería un principio genial, poniendo de inmediato al público en una actitud diferente con respecto al personaje.



«El pecho de una mujer es la cosa más bonita del mundo…» 

Siempre me he sentido mucho más cercano a las mujeres que a los hombres, que a menudo me aburren y con quienes me es difícil establecer una relación sin tensión ni competición. Puedo tener largas conversaciones con mujeres —no con todas, por supuesto— que me es imposible tener con hombres. Hablamos de nuestras vidas con total libertad, y de manera más libre aún una vez que el elemento sexual ha desaparecido, ¡incluso aunque siempre exista la posibilidad de que reaparezca! Los hombres me cansan, mientras que sigo siendo amigo y teniendo conversaciones fabulosas con mi primera novia. Nos conocimos hace más de sesenta años. Ella se fue a vivir a Londres, está casada, pero siempre mantuvimos el contacto.
Hace mucho tiempo, mi profesor de dibujo me dijo algo que jamás he olvidado: el pecho de una mujer es la cosa más bonita del mundo. Soy de la misma opinión. El pecho de una mujer es algo que se puede observar y admirar como una obra de arte. Debo decir que es un aspecto bastante fundamental de mi interés por las mujeres.

Hay muchos pechos desnudos en mis películas, tiene razón. Incluso en Robocop: al principio, en los vestuarios de los policías, pueden verse unos pechos en medio de un movimiento de cámara. Pero no logré el efecto, nadie se dio cuenta. Por lo que hice la misma escena, pero mejor, en Starship Troopers, cuando los hombres y las mujeres del ejército se duchan juntos. Mi director de fotografía y yo estábamos dispuestos a quitarnos la ropa para que los demás se sintieran cómodos. Ya lo había hecho para la escena de Vivir a tope en la que los tres chicos se miden el pene. Estaba dispuesto a volver a hacerlo, aunque no creo que en aquel caso hubiera sido buena idea.

Hay pechos desnudos por todas partes en Showgirls, y en su conjunto sin duda hay más desnudez en esta película que en cualquier otra de la historia del cine, salvo en el porno. Lo triste de Showgirls no es que no haya funcionado y hubiera sido mal recibida —¡fue un desastre! –, sino que la carrera de Elizabeth Berkley hay sido destruida por ello. La actriz de El imperio de los sentidos, Eiko Matsuda, tuvo la misma suerte. La carrera del actor masculino, Tatsuya Fuji, prosiguió normalmente, pero la de Matsuda quedó destruida. Creo que incluso se marchó a vivir a París. Matsuda está fantástica en la película de Oshima, muy sexy, pero también muy audaz. La mujer fue juzgada culpable y el hombre se salió con la suya. Me fascina ver que ocurrió lo mismo con Showgirls.

Me es difícil decir que me siento culpable con respecto a Elizabeth Berkley porque evidentemente todos pensábamos hacer lo correcto, pero siento cierta tristeza por aquella mujer de 22 años a la que simplemente no le han permitido tener una carrera. Mucha gente se comportó mal con ella. Posteriormente, Elizabeth Berkley se distanció de la película y del mundo del cine. No fue hasta el año pasado, por primera vez, que presentó la película durante una proyección en un cementerio, como suele hacerse en Los Ángeles. Mi mujer y una de mis hijas acudieron y me dijeron que había una cantidad de gente increíble. ¿Quién lo habría creído?



«Me niego a filmar la violencia sobre los niños»

Fue en el ejército cuando realmente decidí convertirme en cineasta. En aquella época, el servicio militar era obligatorio y duraba tres años. Al principio se suponía que debía viajar a Alemania para dedicarme a hacer cálculos sobre la curva de misiles posiblemente enviados hacia Moscú. Había estudiado matemáticas, por lo que parecía lógico. ¡Y estábamos en plena Guerra Fría!

Oí hablar de un proyecto de documental sobre la marina neerlandesa. Gracias a la intervención de un amigo, logré entrar en el servicio cinematográfico de la marina. En condiciones bastante profesionales, rodé un documental de unos veinte minutos sobre la marina neerlandesa. Lo que aprendí allí fue esencial: reutilicé aquel saber y aquella experiencia con Starship Troopers, las escenas de tropas y de batalla… ¡Puedo decir incluso que me ha servido para todas mis películas!
El documental funcionó muy bien, el general del ejército naval estaba extremadamente contento. Entre otras, me inspiré de las primeras películas de James Bond, era la época de Agente 007 contra el Dr No, y puede que también de Desde Rusia con amor: si ve la película, se dará cuenta de inmediato la relación. Fui uno de los primeros en utilizar la guitarra eléctrica para acompañar las imágenes. Como me gustaba la música compuesta por John Barry para James Bond, le pedí al jefe de orquesta del ejército que hiciera algo por aquel estilo.

Me gustan los documentales, realicé otro a mediados de los 60 sobre Anton Mussert, el líder nazi en los Países Bajos durante la guerra. Hay falsos reportajes o telediarios en muchas de mis películas, desde Robocop —en la que creo haber sido el primero en interrumpir la narración por flashes de noticias— hasta Starship Troopers, donde el método adquiere cierta importancia: de hecho, estas dos películas empiezan con un reportaje en el telediario.

Es algo que volvemos a encontrar en mi nueva película, Elle. Me ha encantado imitar los métodos de la televisión francesa de antaño —los viejos coches, la imagen un poco sucia…— para rodar el episodio de Faites entrer l’accusé que narra la historia del padre asesino de Michèle, el personaje interpretado por Isabelle Huppert.

La niña pequeña que aparece en estas imágenes —Michèle de niña (…)– estuvo extraordinaria, en seguida sabía qué hacer y a dónde mirar. (…) Es verdad que hay pocos niños en mis películas. Me niego categóricamente a filmar la violencia sobre los niños He rechazado numerosos proyectos sobre niños secuestrados, no quiero tener nada que ver con eso, sobre todo no quiero atraer el mal de ojo al tratar con ese tipo de historias. Probablemente es un poco absurdo razonar de esta manera, pero siempre he pensado que no hay que hurgar en historias relacionadas con cosas con las que no quieres tener nada que ver en tu vida.

«Uno de mis puntos fuertes es que no tengo ningún problema en abandonar un proyecto»
Si una película no se hace, no se hace, y ya está. La gente no se lo espera. Creen poder hacerme daño, pero a mí me da igual, les digo: «¡Sorry, bye!». Y paso a la siguiente. Sucede con tanta frecuencia… Si es algo que te hace sufrir y que no estás dispuesto a abandonar, se acabó.

Supongamos que alguien me propone hoy retomar Crusade, mi proyecto de película sobre las cruzadas con Arnold Schwarzenegger, en el que trabajé mucho a principios de los 90 y en el que creía enormemente, no lo dudaría, me tiraría de cabeza. Pero ¿quién podría interpretar el papel? Por aquel entonces, Schwarzenegger era la persona perfecta. Arnold es más que un actor, es una personalidad carismática. No es el tipo de persona con el que hablar sobre poesía… Incluso un día me pidió que le explicara el valor de un poema, le regalé una antología de Rilke, en alemán por supuesto. No sé si lo leyó o se emocionó. Pero es la persona ideal con la que trabajar, se implica en un proyecto de A a Z, su compromiso es total.
Arnold es único. En la pantalla tiene una presencia superior a la de Lawrence Olivier. Parece extraño decir una cosa así, pero es verdad. En Espartaco, por ejemplo, Lawrence Olivier es muy bueno en cónsul romano, pero desde que Kirk Douglas aparece, no hay nada que hacer, se produce otra cosa. La interpretación es algo que pertenece de manera tan inherente a Kirk Douglas que cuando aparece en pantalla, con 2.000 soldados a su alrededor, solo se le ve a él. (…) Los primeros planos de Kirk Douglas en Espartaco son más fuertes que todo el resto de la película. Verlo es apasionante, sobre todo cuando tiene a Olivier frente a él: Olivier, por muy fantástico y convincente que sea, no posee esa cualidad en la pantalla, esta presencia que desprende Kirk Douglas.

Hay algunos actores que poseen esta cualidad, este aura, pero no son muchos. Arnold forma parte de ellos. Brad Pitt también sin duda alguna. Pero ¿quién más hoy en día? Matt Damon probablemente: es un excelente actor, aunque seguramente no sea lo suficientemente guapo. Es muy carismático, pero no es Kirk Douglas. Conocí a Kirk Douglas una vez, en el rodaje de Instinto básico: se pasó por el rodaje, y Michael (Douglas, N. de la R.) me lo presentó. Hablamos durante un pequeño cuarto de hora. Fue muy breve.

«Existen varios puntos en común entre Jesús y Jean Moulin»
Tengo numerosos proyectos en curso, en los que trabajo o sobre los que reflexiono. Uno de ellos tiene que ver con la Resistencia francesa y particularmente con la figura de Jean Moulin. Como ya sabe, he escrito un libro sobre Jesús. Veo varios puntos en común entre Jean Moulin y Jesús. Tanto para uno como para el otro, lo esencial de lo que les sucedió tuvo lugar durante un corto periodo, 18 meses. Además, son dos hombres hoy en día venerados pero que durante sus vidas suscitaron mucho odio y celos.

Moulin no es fácil de llevar al cine. No deja de desplazarse de una ciudad a otra, de Londres a París, a Marsella. Habla, parlamenta, debate con el fin de obtener la unión de todos los grupos en el seno de la Resistencia. Muchos lo detestan, no aceptan que haya sido elegido por De Gaulle. Además, en su mayoría aquellos hombres son unos machistas, ¡no les gusta que les digan qué hacer! Hasta que fue arrestado y torturado, Moulin se contentaba con ir de un punto A a un punto B, y lo esencial de su acción consistía en conversaciones. En mi opinión, una telenovela es más apropiada para este tipo de situación.

En la película que quiero hacer, toda la historia giraría en torno a lo que ha dicho y hecho, a lo que la gente odia de él. Cuanto más estudio a Moulin, más me parece que es mucho más interesante contar la historia de la gente de su entorno. No desde un punto de vista espectacular —la palabra es un poco fuerte—, sino desde el punto de vista de la intriga, del misterio… Creo que es la única forma de dar el sentimiento exacto del alcance del personaje. La traición es más fuerte que contar que la historia del hombre al que traicionan.

Vi un telefilme sobre Moulin: sin ningún interés, muy aburrido. La mejor película sobre el tema es sin duda El ejército de las sombras, pero no es una película lo suficientemente convincente o lo suficientemente fuerte. No creo que exista una película de verdad sobre la Resistencia. Esta película de verdad, ¡soy yo quien va a realizarla!

El centro de la acción será 1943, seis o siete meses, de enero a agosto. El punto culminante llega cuando Moulin consigue reunir a aquellos grupos que no se aprecian y que no dejan de maquinar unos contra otros. Sin embargo, todo eso desaparece con su muerte. Una vez que Moulin está muerto, ya no hay traición. Hoy descubrí una cita increíble de De Gaulle: sobre aquellos Resistentes que se traicionaban con el fin, dice él, de «ser los primeros en el momento de la Liberación», emplea una expresión extremadamente fuerte; habla de una «extremidad de infamia». Estas palabras me parecen tan fuertes —¡y justas! — ¡que me pregunto si no serían un buen título!.  

Entrevista realizada por Emmanuel Burdeau para Sofilm nº 33.