Priscilla

  • V. O.: Priscilla
  • Dirección: Sofia Coppola
  • Guion: Sofia Coppola (Memorias: Priscilla Presley)
  • Intérpretes: Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Emily Mitchell, Ari Cohen, R Austin Ball, Kamilla Kowal…
  • País: EEUU
  • Género: Drama
  • 112 minutos
  • Ya en cines

«Cuando la adolescente Priscilla Beaulieu conoce a Elvis Presley en una fiesta, él ya es una meteórica superestrella del rock and roll pero se convierte en alguien totalmente inesperado en momentos privados: un apasionante flechazo, un aliado en la soledad, un vulnerable mejor amigo. Película basada en las memorias ‘Elvis and Me’, escritas por Priscilla Beaulieu Presley, publicadas en 1985 y que relatan el largo noviazgo y turbulento matrimonio de Elvis y Priscilla, desde una base militar alemana hasta su finca de ensueño en Graceland.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Puede sonar irónico que el octavo largometraje de Sofia Coppola se estrene en nuestro país en San Valentín, el día de los enamorados, puesto que se trata de la crónica de un desengaño. Pero, por otro lado, Priscilla concluye, como es habitual en el cine de su autora, que es mejor haber experimentado el amor y la belleza, incluso si se delatan un espejismo, si constituyen una forma de alienación, que no haberlos experimentado nunca. Priscilla es una película melancólica, no amarga(da).

Su protagonista es Priscilla Presley (Cailee Spaeny en pantalla), vinculada sentimentalmente entre 1959 y 1973 al músico Elvis Presley (Jacob Elordi). Coppola recrea el romance entre la adolescente y la estrella del rock como un cuento de hadas en el que la cultura pop y de consumo posterior a la Segunda Guerra Mundial, encarnada en Elvis, supone una forma de encantamiento frente a órdenes sociales tan grises como el que ejemplifica la propia familia de Priscilla, afincada en Alemania como destino temporal de su padre, un militar. Allí es donde la joven conoce al cantante…

Como en María Antonieta (2006) y The Bling Ring (2013), Coppola vuelve a poner de manifiesto su querencia por los personajes que codifican sus emociones a través de la estética y los objetos, y que deducen de ese fetichismo una suerte de sensualidad weird, ultraterrena. La deslumbrante belleza juvenil de los rostros de Cailee Spaeny y Jacob Elordi, sus tonos de voz queda y los planos detalle de ojos, pies, manos y complementos de papelería, belleza o decoración hacen de Priscilla una de las películas más eróticas que hemos visto en mucho tiempo.

Coppola gradúa además con enorme talento la atracción irreprimible entre sus protagonistas, dos niños entregados al juego abisal del deseo, al transformar la cotidianidad represiva y anodina de Priscilla en un ritual de autodescubrimiento merced a los ecos fantasmáticos de canciones y las aliteraciones de montaje; véase la evolución del rostro de la joven en los trayectos sucesivos de automóvil que la llevan a reunirse con Elvis.

Pero, como decíamos, Priscilla es la crónica de un desencanto. A partir de la consolidación de la relación entre Elvis y Priscilla y la mudanza de la segunda a Graceland, la mansión del cantante, la película muta de puntillas en relato gótico, en la historia de una mujer atrapada en una jaula de oro, expresión que bien podría sintetizar el cine de Sofia Coppola. Priscilla se ve abocada a la mística de la feminidad y el malestar sin nombre consiguiente, y Elvis se revela un hombre no solo posesivo, manipulador y hasta violento, sino también víctima de graves disfunciones psicológicas.

La perversa desfiguración del amor romántico en una nueva rutina alienante, llena de insatisfacciones, de la que Priscilla logrará escapar finalmente, tiene un efecto paradójico en la propia ficción: en sintonía con todo su cine, Sofia Coppola parece sentirse mucho más atraída por los rituales del encantamiento que por su demolición, por mucho que tanto ella como sus personajes sean conscientes de que la fascinación esconde una servidumbre hacia la norma. Es el motivo de que a la segunda mitad de Priscilla le falte intensidad, poder de convicción, aunque, en su conjunto, la película demuestre nuevamente que Sofia Coppola es una de las pocas realizadoras (no solo estadounidenses) de hoy con un universo propio, con una voz distintiva y rica en hallazgos discursivos y expresivos.

Por último, nos parece muy interesante confrontar Priscilla con Elvis, la película sobre el músico estrenada el pasado año. Si el director de aquella, Baz Luhrmann, dejaba a un lado a Priscilla y dibujaba un perfil de Elvis expansivo y queer, sacrificado en el altar del espectáculo, Coppola reconoce en la masculinidad de Elvis un ascendiente sobre Priscilla y acota el pulso que entabla la pareja a la más estricta intimidad. Podemos hablar por tanto de ficciones complementarias y, cada una a su manera, de lo más recomendables.

  • Montaje: Sarah Flack
  • Fotografía: Philippe Le Sourd
  • Música: Phoenix
  • Distribuidora: Elástica Films