The Creator

  • Dirección: Gareth Edwards
  • Guion: Gareth Edwards, Chris Weitz
  • Intérpretes: John David Washington, Gemma Chan, Allison Janney, Madeleina Yuna Voyles, Ken Watanabe, Sturgill Simpson
  • País: EEUU
  • Género: Ciencia ficción
  • 133 minutos
  • Ya en cines

«En medio de una guerra futura entre la raza humana y las fuerzas de la inteligencia artificial, Joshua, un duro exagente de las fuerzas especiales que llora la desaparición de su esposa es reclutado para cazar y matar al Creador, el escurridizo arquitecto de la IA avanzada que ha desarrollado una misteriosa arma con el poder de acabar con la guerra… y con la propia humanidad.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Puede que no haya en el cine comercial de hoy una figura tan trágica como la del realizador británico Gareth Edwards. Desde su primera película, Monsters (2010), Edwards se ha postulado como adalid de la ciencia ficción con mensaje; una ciencia ficción adulta, más aun, humanista. Sin embargo, ni su ópera prima, ni las posteriores Godzilla (2014) y Rogue One. Una historia de Star Wars (2016), han reflejado en la práctica otra cosa que una gestión creativa de los efectos especiales, traducida en escenarios bigger than life preferiblemente bélicos y apocalípticos —auténtica obsesión de Edwards—. Por lo demás, los contenidos especulativos de todas ellas han estado siempre por debajo de las escenas de combates y destrucción masiva, formalizadas para más inri sin demasiado estilo. Edwards es sin duda un fan del género, y un especialista en VFX que se ha creído James Cameron. Una combinación peligrosa, que vuelve a perjudicar su cuarto largometraje.

La cita a Cameron es pertinente. The Creator le tiene como modelo, aunque, como se está señalando hasta la saciedad estos días, sea solo uno de los muchos a las que apela Edwards. Hoy por hoy, ya no puede decirse que esa construcción de un universo fantástico propio a partir de referentes tenga nada de malo. Cabría decir incluso que en casos como el de The Creator es una estrategia obligada. La codificación poliédrica de las imágenes sirve al propósito de familiarizar al espectador cuanto antes con un mundo futuro que se pretende complejo, apenas abarcable en sus 133 minutos de metraje: dinámicas geopolíticas muy distintas a las del presente, inteligencias artificiales que se han emancipado de nuestra especie y disponen de sus propios cuerpos, y una guerra global entre los seres humanos que confían en la hibridación con las IAs y quienes las consideran un peligro.

En ese contexto, Joshua (John David Washington) trata de cumplir con la encomienda que le han asignado los mandos de la resistencia contra las inteligencias artificiales: eliminar al creador de las mismas antes de que pueda concluir el desarrollo de un arma que precipitaría el final del conflicto. Hay sin embargo dos factores que juegan en contra de Joshua: el trauma que arrastra por la muerte años atrás de su gran amor, Maya (Gemma Chan), y la constatación a medida que se interna en territorio enemigo para cumplir con su misión de que las IAs son una forma de vida, o al menos así es si así os lo parece. Gareth Edwards vuelve a estar por tanto sobrado de ambición, al elegir un tema de plena actualidad y susceptible de debates, y materializarlo a través de un viaje iniciático en el que se supone que los imaginarios de la Guerra de Vietnam, Avatar (2009), Apocalypse Now (1979) y el primer Neill Blomkamp van a desembocar en una película radicalmente nueva, del todo coherente y significativa en sus propios términos.

Pero eso no ocurre. Edwards, con la complicidad sospechosa de Chris Weitz —que ya había colaborado con él en Rogue One. Una historia de Star Wars—, se limita a poner en práctica un ejercicio de ciencia ficción sentimental, tanto en lo que toca a la relación de Joshua con Maya, plagada de flashbacks y tópicos, como en la que establece a posteriori con la pequeña Alphie (Madeleine Yuna Voyles). Ese tipo de ciencia ficción sentimental nos la encontramos sin ir más lejos en Reminiscencia (2021); pero si, en aquella, los motivos románticos eran sometidos a una deconstrucción mediante la cual la directora Lisa Joy nos hablaba de nuestra obsesión con el pasado y las derivas de la sociedad estadounidense actual, The Creator no sabe aportar nada a los lugares comunes dramáticos que hace suyos ni, en realidad, a ninguna otra cosa.

Algo especialmente doloroso por lo que se refiere a las inteligencias artificiales, sobre las cuales no hay ni un solo comentario sustancioso. Esa falta de mordiente argumental resulta casi meritoria si tenemos en cuenta que uno de los directores preferidos de Edwards es Steven Spielberg, quien nos brindó en A.I. Inteligencia Artificial una película tan irregular como sugerente sobre el tema, amén de recoger en ella los legados fantacientíficos de Brian Aldiss y Stanley Kubrick. La impotencia discursiva de The Creator queda si cabe más en evidencia por la falta de rumbo y concisión en lo que se nos cuenta y, como consecuencia, lo repetitivo de localizaciones, artefactos y criaturas que se pretenden sorprendentes.

El sentido de la maravilla acaba por dar paso al escepticismo, al girar la película una y otra vez en torno los mismos eventos y escenarios. Tiene mucho mérito haber producido esta película con tan solo ochenta millones de dólares, pero parte de ese presupuesto debería haberse empleado en script doctors capaces de otorgar una mínima entidad y precisión narrativa a lo planteado por Weitz y Edwards, cuyos arrebatos como fan de la ciencia ficción han vuelto a darse de bruces con la dura realidad de que no tiene nada que decir ni formas para disimularlo. Cuando el escritor polaco Stanislaw Lem escribió en 1977 que “la ciencia ficción anglosajona es a las auténticas inquietudes científicas, filosóficas o teológicas lo que la pornografía respecto al amor”, estaba refiriéndose sin saberlo a Gareth Edwards.

  • Montaje: Hank Corwin, Scott Morris, Joe Walker
  • Fotografía: Greig Fraser, Oren Soffer
  • Música: Hans Zimmer
  • Distribuidora: Disney