The Equalizer 3

  • V.O.: The Equalizer 3
  • Dirección: Antoine Fuqua
  • Guion: Richard Wenk
  • Intérpretes: Denzel Washington, Dakota Fanning, David Denman, Gaia Scodellaro, Bruno Bilotta, Andrea Scarduzio
  • Género: Acción
  • País: EEUU
  • 108 minutos
  • Ya en salas

«Desde que renunció a su vida como asesino del gobierno, Robert McCall (Denzel Washington) ha luchado para reconciliarse con las cosas horribles que ha hecho en el pasado y encuentra un extraño consuelo en hacer justicia en nombre de los oprimidos. Mientras se encuentra en su casa en el sur de Italia, descubre que sus nuevos amigos están bajo el control de los jefes del crimen local. A medida que los acontecimientos comienzan a complicarse, McCall entiende lo que tiene que hacer: convertirse en el protector de sus amigos enfrentándose a la mafia.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

El último tema musical que se escucha en esta tercera entrega de la franquicia de acción protagonizada por Denzel Washington, escrita por Richard Wenk y dirigida por Antoine Fuqua se titula Monster. Se cierra así un círculo perfecto en la narración y el discurso de la película, por mucho que estemos al mismo tiempo ante una de las ficciones más desquiciadas y, por lo tanto, más recomendables que se hayan estrenado en los últimos tiempos.

El círculo se abre con una escena excepcional, un descenso literal y metafórico a los infiernos que nos muestra los estragos que causa habitualmente el justiciero Robert McCall (Washington) desde el punto de vista de los criminales que los sufren. Es un momento que conjuga el virtuosismo de Antoine Fuqua —recuperado hasta cierto punto tras la brillante The Equalizer (2014) y la pastosa The Equalizer 2 (2018)—, con el retrato aterrador de nuestro protagonista, cuya eliminación de unos traficantes de droga se equipara a las atrocidades de un asesino en serie.

The Equalizer 3 nos recuerda así, apenas empezada, lo que las dos películas anteriores ya habían perfilado para quien quisiera verlo: Robert McCall es en primera instancia un hombre cualquiera, imbuido eso sí de un profundo sentido moral que le impulsa a reparar las injusticias con que se topa en su día a día sin reparar en los medios; un Tom Doniphon de a pie para los Estados Unidos sin realidad ni leyenda del siglo XXI, una fantasía de masculinidad en la que se ha abismado el propio personaje y con la que querrán identificarse muchos espectadores. Pero, como se cita expresamente en The Equalizer, McCall es en realidad el capitán Ahab: un servidor del sistema en el ocaso de su vida, mutilado no física pero sí psicológicamente por sus experiencias. Un personaje que busca redención para sus pecados añejos como agente del gobierno con una persecución incansable del mal, el silencio de Dios, ese “enigma inescrutable” (Ahab dixit) que es la ballena blanca, es decir, sus propios fantasmas.

Parafraseando a Sigmund Freud podríamos concluir que, al forzar sus argumentos como héroe, McCall no ha tenido más remedio que devenir un monstruo. En este sentido conviene no olvidar que, pese a inspirarse en una serie televisiva de los años ochenta, esta trilogía surge a raíz de la arquetípica —y extraordinaria— Venganza (2008), con la que el productor Luc Besson también acertó a tocar las teclas de pulsiones individuales y colectivas inconfesables. Es la gran diferencia entre las franquicias Venganza o The Equalizer y otra saga producida en el mismo contexto, John Wick (2014-), cuya estilización está desprovista de pathos. Basta contemplar ese plano general de The Equalizer 3 en el patio de una iglesia, donde Robert McCall y la agente de la CIA Emma Collins (Dakota Fanning, multiverso Men on Fire) debaten sobre creencias y milagros, filmado como muchos otros momentos en un picado que tan solo acentúa el alucinante vacío moral en que se desenvuelve la ficción, para comprender que, como en el resto de esta serie y otras películas de Antoine Fuqua —véase Los amos de Brooklyn (2009)—, el predominio en The Equalizer 3 tanto de imaginería religiosa y mitológica como del ojo que todo lo ve, no supone ninguna celebración sino la sublimación de un gran interrogante.

El encadenado entre los rezos de McCall y los del despreciable villano de la función, Vincent Quaranta (Andrea Scarduzio), capo de la Camorra empeñado en gentrificar la localidad italiana donde transcurre la acción a golpe de narcotráfico y especulación inmobiliaria, subraya ese vacío, como lo subraya el paralelismo último entre el duelo sin cuartel que entablan McCall y Quaranta y la procesión nocturna con que el pueblo trata de cerrar sus heridas. Tanto los vecinos como el propio McCall alcanzarán finalmente una paz que, bajo su fachada de valores religiosos y tradicionales, esconde un pacto de tintes casi mefistofélicos con el bien supremo que solo puede garantizar la sombra, el mago negro, el demonio.

La aberración moral implícita en estos planteamientos es uno de los motivos por los que The Equalizer 3 resulta una propuesta fascinante, pero hay otros: la maestría en la plasmación de las coordenadas geográficas y de poder que determinan las dinámicas de la localidad; el proceso curativo inicial de McCall y su descubrimiento de una comunidad, más allá de los clichés reiterados sobre Italia; en la misma línea, la verdad que acaba por emanar de las relaciones estereotipadas que entabla McCall, incluyendo los sempiternos complejos de Electra; el libertinaje que se permite la película a la hora de alternar tonalidades dramáticas y narrativas con el desenfreno emocional de un parque de atracciones, aunque el relato flaquee en su último tercio; y las declinaciones manieristas entre el western, el poliziesco y el giallo —atención a la banda sonora de Marcelo Zarvos— con la que juegan las imágenes, cuya ultraviolencia en claroscuros evoca la de Caravaggio. Puede que, desde la Hannibal (2001) de Ridley Scott, The Equalizer 3 sea la película que mejor ha contrastado los horrores inmemoriales y modernos que han prestado sus sentidos a la cultura italiana, a través de la mirada de un ángel exterminador procedente de otras latitudes.

  • Montaje: Conrad Buff IV
  • Fotografía: Robert Richardson
  • Música: Marcelo Zarvos
  • Distribuidora: Sony Pictures