Air

  • V.O.: Air
  • Dirección: Ben Affleck
  • Guion: Alex Convery, Ben Affleck, Matt Damon
  • Intérpretes: Matt Damon, Ben Affleck, Jason Bateman, Chris Tucker, Viola Davis, Chris Messina, Marlon Wayans,
  • País: EEUU
  • 112 minutos
  • El 5 de abril en cines

«Narra la asociación entre Michael Jordan —un novato en ese momento— y la incipiente sección de baloncesto de Nike que revolucionó el mundo del deporte con la marca Air Jordan»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Salimos de ver Air, recordamos El último duelo, y no nos queda otra que darle la razón a Peter Biskind cuando escribía que los amigos, actores, guionistas y productores Matt Damon y Ben Affleck —director además— «participaron del cine indie de principios de finales de los años ochenta y principios de los noventa como medio para abrirse paso en los grandes estudios (…) Crecidos en los ochenta, no compartían con la generación previa de cineastas estadounidenses la idea de luchar contra un establishment económico y cultural; han creído siempre en el sentido de la oportunidad y el oportunismo y en hacer un trabajo, ante todo, competente».

Esta filosofía ha posibilitado a Damon y Affleck sobrevivir durante tres décadas a la disolución del indie en el mainstream; al escándalo que ha liquidado a su primer valedor, Harvey Weinstein; al ocaso tanto de la franquicia Bourne como del Snyderverse; a la mutación de los grandes estudios en legitimadores de las plataformas online de contenidos… hasta llegar a la película que mejor habla de su actitud, aunque gire en torno a estrellas del baloncesto y sneakers de diseño: Air, artefacto burgerpunk, híbrido ambiguo entre el crowd pleaser nostálgico, el cine más o menos político sobre la América corporativa y la ficción de marca más obvia, a partir de un guion escrito por un tal Alex Convery.

Convery fija su atención en la empresa de ropa, calzado y complementos deportivos Nike, que tenía en 1984 un impacto poco significativo entre los amantes del baloncesto frente a Adidas y Converse. Un trabajador al servicio de la compañía, Sonny Vaccaro (Matt Damon), ambiciona cambiar ese panorama de mercado y, para ello, arriesga el presupuesto anual de la división de baloncesto de Nike en el fichaje como escaparate de sus productos de Michael Jordan, por entonces un novato recién llegado a la NBA desde las canchas universitarias.

Vaccaro es consciente de que hacerse con Jordan en puja con otras marcas tanto o más poderosas que Nike supone reinventar el concepto mismo de la publicidad asociada a un rostro; la transformación del consumo en experiencia vinculada a la proyección de una personalidad y un estilo de vida en el comprador. Air relata esa evolución económica y creativa en el marco del capitalismo postindustrial de las emociones, cuyas derivas —en ocasiones insospechadas— han incrementado sustancialmente la cuota de mercado de Nike y han hecho multimillonario a Jordan. Sin embargo, Nike atraviesa desde hace tiempo por convulsiones varias que permiten comprender por qué su emblema y sus valores de empresa son omnipresentes en Air.

Salvo por toscos apuntes a cargo precisamente del ideólogo de dichos valores, Rob Strasser (Jason Bateman), en torno al significado del Born in the U.S.A. de Bruce Springsteen y la explotación laboral de menores en China y sudeste asiático que trajo consigo antaño la fabricación de los productos Nike, y por la paradoja implícita en el hecho de que white collars de clase media contribuyeron con su inventiva para Nike y Michael Jordan a la eclosión de paradigmas socioculturales que terminarían por subvertir lo que ellos representaban, Air es una feel good movie que no cuestiona en ningún momento, ni el statu quo económico contemporáneo, ni un calzado que llegó a ser en su punto álgido de ventas “menos una moda que un problema social”, ni su propio papel en todo ello como cine.

La sensación general que se lleva el espectador es que la puesta a la venta de las Air Jordan fue un acontecimiento revolucionario para la humanidad y, más importante aún, que propició como pocos objetos de consumo que nos sintiéramos cool en nuestro día a día: calzarnos unas zapatillas de deporte para vagar por el mall nos abstraía de nuestras miserias diarias y nos hacía partícipes de la hiperrealidad audiovisual y mediática que estallaría plenamente en los noventa. Así pues, la ambigüedad de Air acaba por redundar en su condición inapelable de branded fiction, lejos de las lecturas sugerentes que ha cabido deducir de ejercicios similares como El fundador (2016), A Touch of Crude (2023), Tetris (2023) e incluso 80 for Brady (2023), producida a mayor gloria de la Super Bowl y el exjugador de fútbol americano Tom Brady.

El conservadurismo esencial de Air, el desinterés de Affleck y Damon por transformar la naturaleza metacomercial de su película en un comentario de largo alcance, da lugar a una incoherencia divertida: mientras en la ficción Sonny Vaccaro consigue a Michael Jordan para sus propósitos, Air no sabe gestionar la presencia en sus imágenes del deportista, sabedor de lo que valen sus derechos de imagen y reacio por tanto a aparecer en pantalla o dejarse representar por un actor si no es en sus propios términos.

Lo más desalentador, en cualquier caso, es la pobreza formal de Air, en sintonía inevitable con sus servidumbres discursivas. Cada escena está precedida por un montaje sincopado de planos que nos remite a la cultura de los años ochenta o da cuenta del desplazamiento de los personajes de una localización a otra, secundado por temas musicales célebres vengan o no al caso; y, una vez inmersos en la escena en cuestión, se trata en el noventa por ciento de los casos de un intercambio de diálogos informativos en plano/contraplano entre actores y dobles, ambientado en un despacho, un bar o una llamada telefónicas.

La monotonía resultante hace pensar además en una producción casposa, que palidece a nivel estético frente a la colaboración previa del Ben Affleck realizador y el director de fotografía Robert Richardson, Vivir de noche (2016). Al menos las zapatillas Air Jordan y la campaña publicitaria asociada hicieron soñar al comprador con elevarse sobre su mundo. Air, en cambio, con su culto prosaico a una marca y su nostalgia digna de IA, delata la impotencia de la cultura popular de nuestro presente para lograr algo parecido. La crítica estadounidense ha recibido con entusiasmo la película, por lo que el crédito de Ben Affleck y Matt Damon en la industria continúa abierto, aunque nos tememos que sea a costa de una disolución aún mayor de sus talentos en el rumbo del mainstream.

  • Fotografía: Robert Richardson
  • Montaje: William Goldenberg
  • Distribuidora: Warner Bros