Cazafantasmas: Imperio helado
- V. O.: Ghostbusters: Frozen Empire
- Dirección: Gil Kenan
- Guion: Gil Kenan, Jason Reitman
- Intérpretes: Paul Rudd, Carrie Coon, Finn Wolfhard, Mckenna Grace, Kumail Nanjiani, Dan Aykroyd, Ernie Hudson, Bill Murray, Annie Potts..
- País: Estados Unidos
- Género: Fantástico
- 125 minutos
- Ya en cines
«Después de los eventos de Oklahoma, el equipo de Cazafantasmas regresa a donde comenzó todo: ¡Nueva York! La historia de la familia Spengler continúa con un nuevo grupo de Cazafantasmas.»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
El mayor interés a priori, si no el único, de esta quinta entrega cinematográfica de la franquicia multimedia iniciada hace justo cuarenta años con Los cazafantasmas (1984) radicaba en la implicación en ella como director de Gil Kenan. Kenan ya había colaborado en el guion de la anterior película de la serie, Cazafantasmas: Más allá (2021), con la que Sony/Columbia dejaba atrás el experimento tan sugerente como fallido de gender bending que supusieron las Cazafantasmas de 2016 para lanzarse de cabeza a la pornonostalgia inspirada por el filme original y su secuela, Cazafantasmas 2 (1989).
Aunque Kenan lleva mucho tiempo perdido en el laberinto del mainstream, cabe recordar que había probado su habilidad para el terror derivado de espacios poseídos por lo extraño en la nueva Poltergeist (2015), City of Ember: En busca de la luz (2008) y, sobre todo, la película que le dio a conocer: Monster House (2006), producción animada innovadora para su época desde el punto de vista formal y técnico, cuyo carácter de aventura juvenil estaba teñido además de sarcasmo y reminiscencias góticas. Por tanto, no era descabellado pensar que una saga como la de los Cazafantasmas, marcada por los contrastes entre lo nuevo y lo ancestral, lo doméstico y lo abisal, la comicidad y el escalofrío, el pop y la ficción sin aditivos ni conservantes, tenía el potencial de recuperar para la causa cinéfila al mejor Kenan.
Y, durante sus primeros minutos, Cazafantasmas: Imperio Helado parece apuntar en esa dirección. La película se abre con versos melancólicos del poeta Robert Frost, lo que, incluso tomado como broma —la amenaza sobrenatural que se cierne ahora sobre Nueva York es una glaciación y el apellido Frost significa escarcha, helada— supone en la idiocracia que vivimos actualmente un atrevimiento mayor que haber insertado un primer plano del pene macilento de Bill Murray. A continuación la acción nos traslada a la Nueva York de hace cien años, en un homenaje al sentido literario de la maravilla y el terror que evoca la subtrama del aventurero Archibald Witwicky en la saga Transformers (2007-) y deposita una lectura de complejidad inédita sobre el universo Cazafantasmas. Por último, el salto al presente se materializa mediante una persecución planificada con un sentido notable del movimiento y los puntos de vista que sirve al doble objetivo de recordarnos tanto a los miembros de la segunda generación de cazafantasmas, la familia Spengler, como las estrategias con las que capturan a los espectros que asolan la Gran Manzana.
Estos momentos iniciales, así como la aterradora presencia del villano Garraka y el esbozo de affaire lésbico entre la más joven de los cazafantasmas, Phoebe (Mckenna Grace), y el espectro de Melody (Emily Alyn Lind) —una chica fallecida en un incendio—, se revelan sin embargo excepciones en un panorama de conformismo audiovisual y mediocridad argumental del que Gil Kenan es responsable en gran medida. Una vez establecido con cierto ingenio en Cazafantasmas: Más allá el equilibrio entre la servidumbre a las películas del pasado y la necesidad imperiosa de proyectar el relato hacia el futuro, Cazafantasmas: Imperio Helado queda estancada en tierra de nadie, como un domingo en casa de los suegros. Le resulta imposible retroceder o avanzar, destruir o construir, significarse en ningún aspecto. Algo que delatan los innumerables diálogos vacuos entre un grupo tan variopinto como anodino y hasta irritante de personajes, destinados a camuflar bajo el espejismo de lo entrañable y lo diverso para un mercado global el infierno de lo igual, en la estela de los protagonismos corales en el Universo Cinemático Marvel o la saga Fast & Furious.
El espíritu familiar, en el sentido literal y metafórico del término, que atraviesa la película, subrayado por el humor ramplón y un sentimentalismo digno de anuncio de telefonía móvil, acaba por laminar los apuntes maliciosos, cualquier sensación de vértigo o peligro, el sentido del espectáculo. Baste con decir que la escena cumbre de la película acontece en el garaje de los cazafantasmas, una metáfora inmejorable sobre la domesticidad de la propuesta. En estas circunstancias la fantasía, la aventura, el humor rupturista, no pueden ser otra cosa que un simulacro, y el rostro de Paul Rudd, congelado en un rictus de sonrisa, lo ratifica.
Tras Ant-Man y la Avispa: Quantumanía (2023) y Cazafantasmas: Imperio Helado, Rudd se confirma como la edición 2.0 de Fred MacMurray, quien, tras labrarse un nombre en el noir de los años cuarenta y cincuenta se vio abocado en los sesenta a encarnar a padres benevolentes y despistados en producciones afables para audiencias pequeñoburguesas. Más aún, en realidad existen pocas diferencias entre la película que nos ocupa y las astracanadas familiares con Leo Harlem y/o Santiago Segura que también tienden a estrenarse en fechas previas a Semana Santa, verano o navidades a fin de que padres, madres, hijos e hijas aplaquen durante un rato en la penumbra las ganas de matarse mutuamente en sus ratoneras residenciales. No sirve de nada, en definitiva, citar a Robert Frost para luego traicionar su poema más emblemático, el centrado en caminos bifurcados en un bosque, la elección del menos transitado, y cómo eso marca toda la diferencia en el pensamiento, la creación, la vida. Cazafantasmas: Imperio Helado toma el camino más transitado y se topa encima con que sus cuatro predecesoras y el átono y clónico cine comercial de hoy han castigado tanto el terreno como para hacer del mismo arenas movedizas, donde ha quedado atrapada.
- Montaje: Eric Steelberg
- Fotografía: Eric Steelberg
- Música: Dario Marianelli
- Distribuidora: Sony Pictures