Fast & Furious X

  • V.O.: The eternal daughter
  • Dirección: Louis Leterrier
  • Guion: Dan Mazeau, Justin Lin
  • Intérpretes: Vin Diesel, Jason Momoa, Michelle Rodriguez, John Cena, Brie Larson, Charlize Theron, Jason Statham, Ludacris, Sung Kang, Tyrese Gibson
  • País: EEUU
  • 141 minutos
  • Ya en salas

«Durante numerosas misiones más que imposibles, Dom Toretto y su familia han sido capaces de ser más listos, de tener más valor y de ir más rápido que cualquier enemigo que se cruzara con ellos. Pero ahora tendrán que enfrentarse al oponente más letal que jamás hayan conocido: Un terrible peligro que resurge del pasado, que se mueve por una sangrienta sed de venganza y que está dispuesto a destrozar a la familia y destruir para siempre todo lo que a Dom le importa.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Ya hemos comentado en alguna otra ocasión que la serie Fast & Furious se presta como pocas al análisis de la evolución a lo largo del siglo XXI del cine de género y gran espectáculo. Iniciada por A todo gas (2001), cinta de acción automovilística de presupuesto medio que tuvo unas recaudaciones más que aceptables en pleno éxtasis del tuneo y la discoteca industrial, la saga amenazó ya en su tercera entrega, A todo gas: Tokyo Race (2006), con acabar en el direct-to-video. Pero, tras el ejercicio de muerte y resurrección que supuso el neowestern crepuscular Fast & Furious: Aún más rápido (2009), todavía hoy la mejor película de la serie, esta supo reinventarse con Fast & Furious 5 (2011) en clave de blockbuster globalizado con la familia elegida como argumento moral y —recordemos la muerte de Paul Walker— chantaje emocional. No parece casual que Fast & Furious X se remita a Fast & Furious 5 para legitimar su argumento.

Del thriller sobre cuatro ruedas se pasó por tanto al circo de acrobacias inverosímiles, efectos digitales voluntariosos y una dinámica emocional de relaciones entre los personajes digna menos del pulp que de los culebrones televisivos de media tarde. A medida que se introducían más actores populares en la piel de familiares humillados y ofendidos y se subía la apuesta en cuanto a las escenas de acción, la fórmula empezó a carecer de sentido intrínseco, por mucho que las taquillas del séptimo y octavo episodio llegasen a codearse con las obtenidas por las producciones de Marvel Studios. El embrujo se rompió por fin —en parte por su estreno durante la pandemia del covid— con Fast & Furious 9 (2021), sucesión inconexa durante dos horas y media de cromas, cochecitos de Matchbox y rostros polioperados.

Fast & Furious X afrontaba el desafío de sortear ese paso en falso y recuperar el pulso de la saga de cara a su supuesto gran final en una o dos películas futuras. Sin embargo, desde los primeros minutos se aprecia con claridad que las ideas se han agotado: una vez los protagonistas han intercambiado ampulosos juramentos de fidelidad a la familia en torno a la inevitable barbacoa, hace acto de aparición la némesis vengativa de turno, aquí el psicopático Dante Reyes (Jason Momoa), y la historia se dispara en multitud de direcciones a fin de abarcar incontables escenarios internacionales y dar cabida, venga al caso o no, al narcisismo heroico de Vin Diesel y a todos los secundarios posibles de anteriores películas. Frente a la puesta en escena cada vez más manierista de Justin Lin para las entregas cuarta, quinta, sexta y novena, Louis Leterrier hace gala en Fast & Furious X de una disciplina funcionarial que no excluye alguna que otra splash page e imágenes tan alucinadas como la del descenso de un vehículo por la cara de una presa envuelta en llamas, o la persecución por las calles de Roma de un artefacto explosivo esférico. Lástima que esta escena, la más vistosa de la película, transcurra en la primera mitad del metraje.

Leterrier no logra evitar en cualquier caso la sensación de corta y pega que recorre las imágenes, deudoras de las agendas de los intérpretes, las labores de segunda unidad, y los efectos de postproducción a cargo de veinte compañías distintas. Además, como sucede desde hace un tiempo en Marvel y en contradicción flagrante con la demagogia ideológica de Dominic (Diesel), ya no existe en el Universo Cinemático Toretto ningún punto de contacto con la realidad. Aunque esto dé lugar a una abstracción espiritual interesante, en la que Toretto deviene “santo y mártir” que salva el Vaticano cargado literalmente con una cruz y el Dante de Momoa aporta la divina comedia pasada por el filtro de Los autos locos (1968-1969), los personajes y sus aventuras se desenvuelven en un limbo desprovisto de vida. En el cine mayoritario de hoy ya no se nos pide que suspendamos nuestra incredulidad ante lo que vemos, sino que participemos de dicha incredulidad con una alienación cínica.

En este sentido la composición de Dante por Jason Momoa es grotesca, pero, como suele ocurrir con los villanos, sus diálogos podrían funcionar a modo de audiocomentario acerca de las limitaciones de la ficción y todas las artimañas dramáticas y narrativas a que está recurriendo. Lo cierto es que Fast & Furious X es tan telegráfica y reiterativa en su encadenamiento de localizaciones y enfrentamientos en la cumbre entre personajes que tiene mucho de autoparódico. Algo que en anteriores entregas había jugado a favor de la serie y ahora empieza a provocar incomodidad. Puede que la película tenga tanto éxito como para compensar su desorbitado presupuesto de 340 millones de dólares, pero algo nos dice que el universo Fast & Furious va a debatirse en los próximos años entre terminar a su manera o hacerlo por el abandono del público.

  • Fotografía: Stephen F. Windon
  • Montaje: Dylan Highsmith, Kelly Matsumoto
  • Música: Brian Tyler
  • Distribuidora: Universal Pictures