Deadpool y Lobezno
- V.O.: Deadpool & Wolverine
- Dirección: Shawn Levy
- Guion: Shawn Levy, Rhett Reese, Ryan Reynolds, Zeb Wells, Paul Wernick
- Intérpretes: Ryan Reynolds, Hugh Jackman, Emma Corrin, Morena Baccarin, Matthew Macfadyen…
- País: EEUU
- Género: Acción
- 127 minutos
- Ya en cines
- «Lobezno se está recuperando de sus heridas cuando se cruza con el bocazas Deadpool. Forman equipo para derrotar a un enemigo común.»
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
Hubo quien supo ver hace ya casi una década, con el estreno de Capitán América: Civil War (2016), que la ficción superheroica de hoy estaba condenada a languidecer creativamente a medida que el boom del género iniciado en 2008 daba paso con velocidad pasmosa a las dinámicas corporativas, el virus de la serialidad, la manipulación del fetichismo nostálgico y consumista del fandom y, sobre cualquier otro factor, las servidumbres de los relatos para con fórmulas audiovisuales perezosas y un efecto sonajero o RoRo que ha impulsado al gran público menos a explorar determinados universos superheroicos que a dejarse acunar por ellos sin un ápice de sentido crítico.
Era evidente asimismo que esa deriva conduciría a un callejón sin salida, a una serpiente productiva ligada ante todo al cultural branding que iba a devorarse a sí misma, aunque la pandemia pareció sacar de su estupor hipnótico a muchos espectadores y las cosas no han vuelto a ser igual desde entonces en la televisión y el cine de superhéroes. El éxito que obtendrá Deadpool y Lobezno no invalida esa valoración global; al contrario, la refuerza con trazo grueso, pues nos hallamos ante un artefacto calculado de forma tan descarada para perpetuar a pesar de todo y a costa de todos la tendencia autofágica descrita que posiblemente acabe por ser estudiado en escuelas de negocios y de coaching audiovisual como el centípedo cinematográfico perfecto.
Para vehicular el todo a la vez en todas partes entre ficción, metaficción, parodia, autoparodia, fan fiction, vídeo promocional de empresa, memorando interno de crisis, página de la Wikipedia y artículo de tendencias que retroalimenta Deadpool y Lobezno durante dos horas largas no podía elegirse mejor superhéroe que el ya encarnado por Ryan Reynolds en Deadpool (2016) y Deadpool 2 (2018). Una y otra película supieron llevar el carácter esencialmente posmoderno del personaje creado en 1990 para los cómics a un nivel de intertextualidad metamoderna que trasciende por completo en esta tercera entrega el juego de espejos entre obras, medios y formatos. Deadpool y Lobezno refleja un estado social paradójico de “entusiasmo y parálisis, frenesí y estancamiento” cuya cultura, bajo la apariencia de la novedad continua y excitante, solo muestra verdadero ingenio cuando fabula los mecanismos del realismo capitalista imperante con el objetivo de legitimarse y legitimar nuestras emociones pavlovianas ante sus designios.
Por todo ello, es lógico que en Deadpool y Lobezno pasen muchas cosas pero resulte trabajoso desentrañar cuál es su núcleo argumental; que su sentido del espectáculo sea ramplón y confíe el impacto de las coreografías de lucha a los borbotones digitales de sangre y, como la reciente El especialista (2024), una banda sonora deudora de Kiss FM; que nos trate de implicar en las cuitas dramáticas de Wade Wilson/Deadpool y Logan/Lobezno (Hugh Jackman) cuando uno y otro superhéroe y la mayor parte de quienes los secundan funcionan a todos los efectos como IPs cimentadas en rasgos icónicos no ya de los personajes, sino de sus intérpretes; que el humor machacón delate a menudo bajo sus guiños irreverentes un talante inofensivo y hasta acomodaticio; que se nos exija un conocimiento absoluto, tanto de lo acaecido en el cine de superhéroes desde mediados de los años noventa hasta hoy, como de la evolución y los entresijos de sus compañías productoras; y que se reclame de nosotros además saber al dedillo lo referido a un Universo Cinemático Marvel que, como decíamos, se piensa a sí mismo y calibra sus errores del pasado y sus posibilidades de futuro durante parte sustancial del metraje, que cabe considerar también un banco de pruebas.
Puede decirse en definitiva que Deadpool y Lobezno deja fuera sin complejos a todo aquel que no se rinda abyectamente al signo corporativista de sus imágenes. Si se paga ese costoso peaje la película puede disfrutarse al nivel boomer/cuñao de un Saturday Night Live o un monográfico de la revista El Jueves, y, desde luego, permite deducir lecturas muy significativas al respecto de los tiempos que vive la cultura mainstream, aunque le falte el hálito artístico que sí atesoraban productos de corte similar como Spider-Man: Cruzando el Multiverso (2023) y Flash (2023). En cualquier caso, vista con un espíritu mínimamente escéptico, hay en ella algo de enfermizo y repulsivo, que queda en evidencia con el tratamiento de Lobezno y Hugh Jackman. Tanto el personaje como su intérprete se hallan desubicados en el filme y son víctimas de burlas cargantes —¿envidiosas?— que ponen el ciclo de producciones de la devorada 20th Century Fox iniciado por X-Men (2000) y rematado con X-Men: Fénix Oscura (2019) a los pies de los caballos, del cínico todo vale predominante desde hace un tiempo en el multiverso diegético y extradiegético de Disney/Marvel Studios.
- Montaje: Shane Reid, Dean Zimmerman
- Fotografía: George Richmond
- Música: Rob Simonsen
- Distribuidora: 20th Century Studios