Spider-Man: Cruzando el Multiverso

  • V.O.: Spider-Man: Across the Spider-Verse
  • Dirección: Joaquim Dos Santos, Kemp Powers, Justin Thompson
  • Guion: Phil Lord, Christopher Miller, Dave Callaham
  • País: EEUU
  • 140 minutos
  • Ya en salas

«Tras reencontrarse con Gwen Stacy, el amigable vecindario de Spider-Man de Brooklyn al completo es catapultado a través del Multiverso, donde se encuentra con un equipo de Spidermans encargados de proteger su propia existencia. Pero cuando los héroes se enfrentan sobre cómo manejar una nueva amenaza, Miles se encuentra enfrentado a las otras Arañas y debe redefinir lo que significa ser un héroe para poder salvar a la gente que más quiere.»

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Nosotros lo llamamos hipermodernidad. Ensayistas como Thomas Flight, metamodernidad. Unos y otros hablamos en esencia de lo mismo: la posibilidad de reconstruir grandes narrativas, verdades universales, una forma de trascendencia, no mediante una vuelta a los rigores morales de la modernidad, sino con la carga de (auto)conciencia irónica y ética del pastiche que nos ha legado la posmodernidad. El resultado es un paradigma cultural que se debate, en palabras de Flight, “entre la ingenuidad informada, un idealismo pragmático y un fanatismo moderado”.

Como su predecesora, Spider-Man: Un nuevo universo (2018), y la premiada Todo a la vez en todas partes (2022), Spider-Man: Cruzando el multiverso se cuenta entre las muestras de hipermodernidad o metamodernidad cinematográfica más depuradas de los últimos años. Las aventuras del celebérrimo hombre araña, reinventadas por Sony de acuerdo a complejos acuerdos contractuales con Marvel Studios en términos de animación frenética, pueden ser leídas atendiendo a las cualidades de la alegoría emancipadora —“¡Todos podemos ser Spider-Man!”— o las características del branding movie —“¡Hay un Spider-Man que se adapta a ti!”.

Lo cierto es que si se desconocen los sesenta años de existencia de Spider-Man y las múltiples reinvenciones que ha experimentado a fin de sobrevivir a las convulsiones del mercado del cómic y el cine, Spider-Man: Cruzando el multiverso linda con lo incomprensible. Su recurso a los multiversos —estrategia de ficción con la que la industria cultural y, en particular, la de los superhéroes, trata desde hace un tiempo de (re)validar su condición de Moloch que genera y devora tendencias insaciablemente— hace gala de una chispa y un poder de convicción que se echa a faltar en el Universo Cinematográfico de Marvel; pero, en cualquier caso, el aluvión de información, personajes, escenarios y citas que se vuelca sobre el espectador solo puede llegar a interesar si Spider-Man es una referencia vital de primer orden para nosotros.

El hecho de que, tras dos horas y cuarto a golpe de sobreexplicaciones y redundancias emocionales —¿cuántos abrazos terapéuticos se dan en esta película?— la acción concluya in media res de cara a Spider-Man: Beyond the Spider-Verse (2024) tampoco ayudará a que el público de a pie conecte con lo relatado. Como decíamos, la hipermodernidad exige un grado de compromiso esquizofrénico con nuestro Doctor Jekyll cuqui y nuestro Mr. Hyde corporativo para el que no todo el mundo está dispuesto a perder su tiempo, sus energías, ni su alma.

En este sentido, Spider-Man: Cruzando el multiverso es una película de ambición naif y mefistofélica, una película de frikis para frikis y de mercaderes brillantes del Funko para consumidores acríticos de todas las edades y colores. Sus productores y coguionistas, Phil Lord y Chris Miller, que ya habían jugado con los multiversos en la franquicia de las películas de LEGO y hasta en Infiltrados en la universidad(2014), son mucho más significativos para el resultado final que los tres directores/operarios de las imágenes, distintos a los tres que firmaron Spider-Man: Un nuevo universo, como también han cambiado los responsables del montaje, el diseño de producción y, en buena medida, los encargados del departamento artístico.

Por tanto, el acabado visual de la película, tan espectacular como derivativo respecto de Spider-Man: Un nuevo universo, responde antes al paradigma de la identidad gráfica que al del desafío expresivo, como ponen de manifiesto la sumisión citada a la(s) mitología(s)/marca(s) Spider-Man y las narrativas serializadas de moda, así como la preocupación desde los títulos de crédito iniciales porque el espectador lea sin problemas los contenidos bajo un desbordamiento del continente más aparatoso que real; una acumulación de capas de signos que en ningún momento tienen la oportunidad de interferir con los significados más prosaicos de la película, aunque en ciertas escenas sí inspiren consideraciones en torno a la plástica del cómic y su interacción con las dinámicas del cine.

Vale la pena terminar con la conocida reflexión del creativo John Maeda en torno a que “el diseño es la solución a un problema, mientras que el arte aporta a un problema un interrogante que nadie esperaba y que puede cambiarlo todo”. Phil Lord, Chris Miller y Sony han resuelto con esta saga de películas el problema de otorgar a la industria cultural la legitimidad que procura la ficción, pero no el interrogante de si la metamodernidad puede dar lugar a grandes relatos, verdades universales, formas de trascendencia.

  • Montaje: Mike Andrews
  • Música: Daniel Pemberton
  • Distribuidora: Sony Pictures