Los ojos de Tammy Faye

(The Eyes of Tammy Faye)

  • Dirección: Michael Showalter
  • Guion: Abe Sylvia
  • Intérpretes: Jessica Chastain, Andrew Garfield, Vincent D’Onofrio, Cherry Jones, Sam Jaeger
  • Género: Drama
  • País: EEUU
  • 126 minutos
  • Ya en salas

Biopic del extraordinario ascenso, caída y redención de la telepredicadora evangelista Tammy Faye Bakker. 

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

Resulta paradójico que una película centrada en descubrirnos la verdad tras las máscaras de dos personalidades públicas, el matrimonio de telepredicadores formado por Tamara Faye Messner (1942-2007) y Jim Bakker (1940-), sea tan deudora de las imágenes documentales y mediáticas de ambos. Como es frecuente en la actualidad, Los ojos de Tammy Faye gestiona sin convencimiento la faceta que justifica su existencia frente a otros formatos —es decir, la ficción— hasta acabar siendo un híbrido entre el relato wikipédico y la sucesión de sketchs plagados de chascarrillos más o menos satíricos y prótesis faciales y peinados grotescos.

En la sumisión de Los ojos de Tammy Faye a los imaginarios de la (hiper)realidad que nacía en los años ochenta, tiene gran parte de responsabilidad la puesta en escena de Michael Showalter. Realizador mayormente televisivo, Showalter se pliega tanto a los trabajos hiperbólicos de maquillaje y peluquería como a las interpretaciones de Andrew Garfield y, sobre todo, Jessica Chastain. Garfield se confirma como santo patrón de películas imposibles, y Chastain demuestra que sigue empeñada en ganar un Oscar encarnando personajes de mujer con claroscuros morales que acaban por hacer de ellas antiheroínas al margen del sistema. Recordemos La noche más oscura (2012), El caso Sloane (2016) o Molly’s Game (2017).

Con ser una película fallida, demostrativa de hasta qué punto Hollywood ha perdido el norte en la actualización de géneros tan propios como el biopic, Los ojos de Tammy Faye ofrece aspectos interesantes. Así, el retrato del matrimonio de televangelistas y estafadores funciona durante la primera mitad de metraje, al explorar los potenciales para el mal de una pareja de personas transformadas progresivamente en personajes de importancia variable: en un principio, Jim se impone como estrella del show religioso, papel que Tammy equilibrará con el tiempo. Y, en paralelo, asistimos a la descripción de un escenario sociopolítico abocado en la década de los ochenta al conservadurismo neoliberal y el auge de la telerrealidad.

Por otra parte, en su esfuerzo por comprender a Tammy Faye en su justa medida, Jessica Chastain se abandona a un sugerente juego de espejos entre las dimensiones de la fábula dramática, el folletín mediático y el trasfondo psicológico de su personaje. En este sentido, vale la pena rescatar su número musical último, en el que Tammy se reapropia de la imagen ridícula que sus delitos y su apariencia habían proyectado en ella, así como la precedente, en la que habla sin público ni intermediarios con su peluca — parte esencial de su máscara— y con Dios, cara y cruz hasta entonces de una falsa identidad en la que se había perdido a sí misma.

El guion escrito para la ocasión por Abe Sylvia, especializado asimismo en producciones televisivas, nos insiste una y otra vez de forma muy explícita en que el problema básico de Tammy Faye residió en su obsesión por amar y ser amada, y en cómo eso la condujo a tomar todo tipo de decisiones erróneas, hasta la redención que experimentó en sus últimos años de vida a través de su apoyo público a la comunidad gay. Por desgracia, es algo que solo se aprecia con claridad en escenas como las apuntadas. El resto de la película es un batiburrillo de ideas más atento en su formulación a premios como los Oscar que a la autoexigencia expresiva.

  • Fotografía: Mike Gioulakis
  • Montaje: Mary Jo Markey, Andrew Weisblum
  • Música: Theodore Shapiro
  • Distribuidora: Disney