En un barrio de Nueva York
(In the Heights)
- Dirección: Jon M. Chu
- Guion: Quiara Alegria Hudes (basado en un musical de Lin-Manuel Miranda, Quiara Alegria Hudes)
- Intérpretes: Anthony Ramos, Corey Hawkins, Melissa Barrera, Leslie Grace, Jimmy Smits, Stephanie Beatriz
- Género: Musical, romance
- País: EEUU
- 143 minutos
- Estreno en cines el 18 de junio
Basado en el musical de Broadway, sigue a un grupo de vecinos del barrio Washington Heights de Nueva York. El principal es Usnavi (Anthony Ramos), el simpático dueño de una bodega, criado por su abuela que sueña con volver algún día a su República Dominicana. La abuela Claudia, que desempeña el rol de abuela para muchos de los vecinos del barrio, Vanessa, de quien Usnavi está perdidamente enamorado y Nina, una vieja amiga de Usnavi que regresa al barrio después de mucho tiempo, llevándole noticias inesperadas a sus padres, quienes han estado ahorrando toda la vida para darle una mejor educación académica de la que ellos tuvieron.
Por Elisa McCausland y Diego Salgado
Como sucede con tantas películas de hoy, el sentido de En un barrio de Nueva York no hay que buscarlo en su condición de musical sobre una barriada neoyorquina habitada por vecinos de ascendencia puertorriqueña y (afro)latina que luchan por hacer realidad el sueño americano sin traicionar sus valores y raíces; su auténtica narrativa gira en torno a la venta de dicho concepto en el mercado actual de la diversidad, lo que hace por enésima vez de las imágenes monedas de cambio especulativo, sin valor intrínseco.
En un barrio de Nueva York no es en cualquier caso el primer musical estadounidense que apuesta por dar voz a la cotidianidad existencial y cultural de las minorías de aquel país. Cabría hablar por el contrario de todo un subgénero que conforman entre otras Aleluya (1929), Carmen Jones (1954), West Side Story (1961) o Dreamgirls (2006). Pero la película que nos ocupa presume desde sus orígenes —un espectáculo teatral de Lin-Manuel Miranda y Quiara Alegría Hudes— hasta su materialización cinematográfica presente de un conocimiento de primera mano sobre las comunidades retratadas y sus manifestaciones musicales.
Una presunción que sorprende al ver la película dado que, para empezar, En un barrio de Nueva York se adscribe sin demasiada originalidad a los motivos del musical clásico; sus escenas más inspiradas remiten de hecho a títulos de alcance expresivo y dialéctico muy superior, como la citada West Side Story o la reciente La La Land (2016). Esa filiación con modos representativos vinculados a paradigmas dominantes de clase y raza no se acierta a comentar ni mucho menos a cuestionar en el seno de la película.
Por otra parte, la aproximación al día a día de tenderos, peluqueras y estudiantes confunde con frecuencia la proclama identitaria con el estereotipo: la anciana sabia y afable condenada a ser recurso lacrimógeno, la atmósfera festiva en calles y domicilios mañana, tarde y noche, la sexualización de las protagonistas… Si a ello le sumamos la aparición extemporánea a cada tanto de discursos sobre la justicia social, económica y urbanística —que tampoco establecen un debate enriquecedor con los mantras capitalistas asumidos por todos y cada uno de los personajes en torno al enriquecimiento material—, la ficción no puede por menos que resentirse.
En efecto, En un barrio de Nueva York es incapaz de interesarnos por las problemáticas y relaciones que salen al paso de personajes encarnados por actores de dudoso carisma, mientras que los números musicales son poco memorables a nivel melódico y están resueltos visualmente a golpe de montaje, sin precisión ni belleza. No tenía más remedio que producirse una correspondencia exacta entre la escasa naturalidad de los planteamientos creativos y la nula organicidad de las imágenes que se derivan de ellos.
Lo más significativo para nosotros de En un barrio de Nueva York es que, apenas habíamos terminado de verla, nos apresuramos a recuperar La La Land; una película sin intenciones políticas evidentes pero demoledora como retrato generacional, muy lúcida en su reflejo de la tensión atemporal entre sentimientos y ambiciones, y de un talento audiovisual arrollador. Las comparaciones son odiosas, pero resulta obligado establecerlas cuando, con supuestas buenas intenciones, se nos está haciendo comulgar con ruedas de molino.
- Fotografía: Alice Brooks
- Montaje: Myron Kerstein
- Música: Lin-Manuel Miranda
- Distribuidora: Warner Bros