SEFF 2021: Ghost Song

El francés Nicolas Peduzzi dejó huella en 2017 con Southern Belle, un retrato angustioso de una rica heredera tejana en apuros. Ahora vuelve con la cruda y electrizante Ghost Song, asimismo rodada en Huston, a caballo entre el documental y la ficción. Crisis de opiáceos, guerra de bandas de delincuentes, rap desbordante de codeína, huracán apocalíptico y el sueño americano saltando por los aires como un puzle… En definitiva: una pasada. No por nada, el Festival de Cine Europeo de Sevilla la ha incluido en una sección llamada «Revoluciones permanentes». Hablamos con su autor.

Ghost Song forma parte de la sección Revoluciones Permanentes del 18 Festival de Sevilla.

Con Ghost Song, sigue explorando el mismo universo del sur de Texas, tan duro como poético, ¿por qué se ha quedado en Houston?

No había ningún motivo para que deseara quedarme en Estados Unidos, pero Houston sigue siendo una ciudad endiablada. Durante el rodaje de Southern Belle conocí a Will en una fiesta, que en realidad es el primo de Taylor, y me fascinó inmediatamente. Se estaba peleando mientras cantaba con su novia y eso fue lo que me inspiró a hacer la escena con su tío, así que fue algo natural. Y luego Houston es una ciudad muy republicana, cerrada, lo que hace que la gente tenga una manera de pensar muy intensa y lúcida sobre su sociedad y que lo exprese de una manera bastante fría. En cuanto al personaje de la rapera, OMB Bloodbath, es lo mismo, estábamos rodando Southern Belle en una gasolinera. Ella andaba por ahí —yo creía que era un tío— y nos apuntó con su pistola, en plan videoclip, «show off». Nos asustó porque no estábamos acostumbrados a ver armas y finalmente se rio y vino a hablar con nosotros. Había muchos chicos en este barrio donde nació el rap «Chopped and screwed» alrededor de DJ Screw y que inspiró a todos los raperos del mundo, Asap Rocky y otros.

¿Accedió OMB Bloodbath a participar de inmediato?

Sí, fui a verla a su barrio y me contó todo, todo, todo. Al principio su acento me era incomprensible, pero también me fascinaba el personaje: una chica así, con unos tiarrones de esa ralea… Ahora está empezando a hacerse un nombre. Ha firmado con una gran discográfica. Desgraciadamente, no pudimos traerla a Cannes porque lleva una pulsera electrónica… Cuando la conocí, acababa de salir de la cárcel y se notaba que ese asunto de las bandas de delincuentes había quedado atrás. Creo que la prisión la ha traumatizado completamente, no quiere volver nunca. Eso sí, vive de motel en motel, encerrada, caminando a lo largo de las paredes, completamente paranoica, ¡pero con razón! Cuando quedábamos, ella estaba allí una hora antes, vigilando… Siempre era así.

¿La escena del rap está muy relacionada con las bandas de delincuentes en Houston?

Sí, están «los Rojos» y «los Azules», pero el compañero de Bloodbath que fue asesinado, Kenny Lou, por ejemplo, era un «Crib», mientras que ella es una «Blood», así que es más bien una cosa de barrio que lleva años y ni siquiera saben por qué se pelean. Ella misma dice que lo de su barrio tremendo: ha perdido a veinte amigos en dos años, la han disparado dos veces…

Usted trabaja de forma híbrida, tenemos la impresión de tener delante personajes de ficción… ¿Cuáles son sus referencias o modelos?

Siendo muy crío fui superfan de La batalla de Argel, de Pontecorvo, aunque no tenga nada que ver con mi película. Sientes que los personajes desempeñan su propio papel. También me influyó mucho Rossellini, las primeras películas de Harmony Korine

¿Cuál es su próximo proyecto?

Al principio, tuve la idea de hacer algo sobre la covid, que filmé en el hospital Beaujon de París, durante el primer confinamiento. Allí conocí a un psiquiatra de 33 años, Jamal. Lo seguí solo en calidad de puro documentalista. Es un tipo que se toma su tiempo con cada paciente en una sociedad pauperizada que se mueve a mil por hora. No duerme, no tiene vida privada… Está completamente dedicado a lo suyo. Me enamoré de su persona.