Aquaman y el reino perdido

  • Dirección: James Wan
  • Guion: David Johnson
  • Intérpretes: Jason Momoa, Patrick Wilson, Yahya Abdul-Mateen II, Nicole Kidman, Amber Heard, Temuera Morrison, Dolph Lundgren
  • País: EEUU
  • Género: Acción
  • 124 minutos
  • Ya en cines

«Al no poder derrotar a Aquaman la primera vez, Black Manta, todavía impulsado por la necesidad de vengar la muerte de su padre, no se detendrá ante nada para derrotar a Aquaman de una vez por todas. Esta vez Black Manta es más formidable que nunca y ejerce el poder del mítico Tridente Negro, que desata una fuerza antigua y malévola. Para derrotarlo, Aquaman recurrirá a su hermano encarcelado Orm, el ex rey de la Atlántida, para forjar una alianza improbable. Juntos, deben dejar de lado sus diferencias para proteger su reino y salvar a la familia de Aquaman, y al mundo, de una destrucción irreversible. »

Por Elisa McCausland y Diego Salgado

En los minutos iniciales de la decimosexta —y última— entrega del Universo Extendido de DC, el hijo de Aquaman (Jason Momoa) orina accidentalmente en la boca del superhéroe. En la escena final de la película, el hermano y rival de Aquaman por el trono de Atlantis, Orm (Patrick Wilson), se embriaga con el sabor de una hamburguesa a la que ha añadido una cucaracha. Si fuésemos malos, podríamos deducir que uno y otro momento son comentarios inmejorables en torno a la evolución de este ciclo tan desdichado de películas superheroicas producido por DC/Warner, que solo ha podido perpetuarse en el tiempo gracias al poder de la industria cultural mainstream para quemar cartuchos a cuenta de los instintos pavlovianos del público; un poder que se ha traducido, en el caso del Universo Extendido de DC, en una década de proyectos agónicos con presupuestos disparatados, aunque estuviese claro desde un principio que la fórmula de las ficciones entrelazadas en la estela de Marvel Studios no funcionaba.

Pero preferimos lamentar que esos detalles escatológicos, como el humor bizarro hasta lo incómodo que preside varios diálogos, no hayan constituido el núcleo espiritual de Aquaman y el Reino Perdido. La película ha sido víctima al fin y al cabo de la histeria de los ejecutivos de DC/Warner ante los fiascos sucesivos de El Escuadrón Suicida (2021), Black Adam (2021), ¡Shazam! La furia de los dioses (2022) y Flash (2023), lo que ha derivado en continuos cambios de opinión y reshoots durante la producción y en el vergonzante replanteamiento del ciclo a partir del Superman: Legacy (2025) de James Gunn. Ante el callejón sin salida en que se encontraban, habría sido comprensible que los responsables creativos de Aquaman y el Reino Perdido —Jason Momoa, el director James Wan— hubiesen apostado por el trash y la autoparodia, los caminos más interesantes para el cine de superhéroes ahora que atraviesa un periodo de incertidumbre.

Sin embargo, la chabacanería de Aquaman y el Reino Perdido es puntual. En su mayor parte se trata de una propuesta de terrible mediocridad. Sus deudas inacabables con Star Wars, El Señor de los Anillos y producciones de Marvel Studios comoThor: Ragnarok (2017) y Pantera Negra (2018) tienen menos de reconocimiento hacia una genealogía del cine de gran espectáculo y su renovación que de pereza artística: es más fácil estimular en el espectador la memoria sentimental que un sentido propio de la aventura y la maravilla. Porque, en teoría, la película se centra en los intentos de Aquaman y Orm por evitar que el vengativo pirata Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II) arrase nuestro mundo con la ayuda de una deidad atlante primigenia. Pero, en la práctica, apenas se entiende durante la primera hora qué se nos pretende contar, sepultada la narración entre apologías de la familia, la nueva masculinidad y la conciencia climática; flashbacks telegráficos, voces en off y diarios de a bordo que fracasan a la hora de disimular los tajos y parches del relato; la presencia fantasmal de Mera, reina de Atlantis y pareja de Aquaman, debido a las polémicas en que se ha visto envuelta su intérprete, Amber Heard; la inclusión no menos fantasmal de música rock para invocar la heterodoxa personalidad de Aquaman, víctima de un Jason Momoa histriónico y tripudo; y los confusos planes en marcha de uno de los villanos con menos personalidad del cine superheroico contemporáneo.

Cuando en su segunda mitad Aquaman y el Reino Perdido quiere recuperar el pulso es demasiado tarde, amén de semejar las andanzas por diferentes escenarios de Aquaman y Orm para localizar a Black Manta un simulacro de buddy movie pseudo-espectacular como los que firmaban en los años noventa Albert Pyun o Deran Sarafian. James Wan ha gozado siempre de mayor libertad e inspiración como director cuando se ha entregado al cine de terror con presupuesto medio —Insidious (2010), Expediente Warren I y II (2013/2016), Maligno (2021)— que cuando se ha ocupado de superproducciones —Fast & Furious 7 (2015), Aquaman (2018)—; en esta ocasión, las servidumbres de las imágenes llegan a ser tantas que bien podríamos hablar de su peor película en términos estrictos de realización. Tampoco están resueltos con brillantez los efectos fotográficos y especiales, llenos de incongruencias y chapuzas. Lo único destacable son la grandiosidad de algunos escenarios digitales —que adquieren además resonancias lovecraftianas en un par de escenas— y los diseños retrofuturistas, entre Julio Verne y Mario Bava, aplicados al interior y exterior del submarino de Black Manta. Pero también son citas. Aportan poco valor intrínseco a la ficción.

Terminado en definitiva el Universo Extendido de DC, no con una gran explosión sino con cucarachas y lluvia dorada, y sumido el Universo Cinematográfico de Marvel en una crisis de difícil arreglo, vale la pena abogar por una revitalización de las películas de superhéroes que suponga algo más que cambios aparentes para que en el fondo todo siga igual. Conviene (re)pensar los argumentos, las estéticas, los efectos visuales, a fin de que el género crezca realmente y de forma orgánica, pues hay que rendirse a una evidencia: quince años después del boom del cine superheroico que desataron Iron Man (2008) y El caballero oscuro (2008), la evolución artística ha sido muy escasa; más aun, The Marvels o Aquaman y el Reino Perdido evidencian que nos hallamos en plena regresión.

  • Montaje: Kirk M. Morri
  • Fotografía: Don Burgess
  • Música: Rupert Gregson-Williams
  • Distribuidora: Warner Bros